Cartas al director
Tiempos pasados
No sé si vivimos tiempos peores, pero ¿cómo decir que vivimos mejores tiempos? Tiempos modernos, que admiten el pecado y rechazan la gracia de lo construido, o pasa por alto en silencio de la marcha imparable del progreso en el siglo XX. La balanza de la justicia está inclinada.
¿Exigirá el hombre nuevo, en nombre de la justicia social, la total reconversión de todos los valores conseguidos en el siglo XX? Cada tiempo será juzgado por lo que ha considerado negociable y no negociable, pero para ello tendrá que haber un sentido de la justicia y del bien común.
Los modernos utilizan el siglo XXI, como queriendo decir que este siglo es más justo o superior al anterior, que la historia avanza en sentido lineal hacia el progreso. Y la realidad es que el progreso es solo aquello que colabora con el proyecto de deconstrucción de lo conseguido y del nacimiento del retroceso del hombre nuevo. Sin moral ni escrúpulos.
El problema es que ni siquiera creen que los nuevos tiempos sean mejores, sino una cutredad de modas ideológicas activistas para cambiar nuestra manera de producir y consumir. Se nos propone que cambiemos hasta biológicamente para resistir mejor en un mundo tóxico y pobre.
Como si fuera ¡sálvese quien pueda! Las élites de la política y la economía ya se han salvado. Y le dicen al resto de la población: «Tranquilos, también vosotros tendréis vuestra oportunidad».
Pero han dimitido de crear una sociedad mejor, más justa, más en común, con casa, comida, ropa, escuela, trabajo, pensión y familia. Solo lo han creado para ellos. Para el poder. La empresa social, aquí y ahora, será una empresa desesperada, para la gente decente. Y los indecentes se han buscado sus propios refugios para escapar de la pobreza…