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Cartas al director

Democracia, S.A.

Los recientes acontecimientos producidos en el circo político han acentuado mi percepción de que estamos en un proceso global de cambio, que busca controlar y reducir nuestras libertades. El ciudadano medio aún no se ha dado cuenta de que forma parte de un espectáculo, en la peor de las acepciones del término, grotesco y manipulado que tiene como último fin transformarle en una marioneta al servicio de la clase dirigente, tanto la diestra como la siniestra.

En el más puro estilo gansteril, esta permanece en un segundo plano; dejando la ejecución de la extorsión en manos de la clase política que, cual cánido, espera la orden de su dueño para intervenir.

Por ello, salvo honrosas excepciones, no dudan en alterar y modificar las legislaciones vigentes, para controlar, sin el más mínimo pudor y con fines espurios, a las más altas instituciones de los Estados, hasta conseguir adecuarlas a las necesidades de las organizaciones, nunca las de los ciudadanos, para obtener objetivos económicos, políticos o, simplemente, por ansias de poder.

Para conseguir todo lo anterior, deben hacer la transición desde unas democracias casi plenas hasta unas de corte sesgado o iliberal, entendidas como aquellas en las que los Gobiernos y los Parlamentos son elegidos por sufragio universal y voto mayoritario; pero no están suficientemente protegidas las libertades individuales y la separación de poderes.

Para poder subvertir el pleno orden democrático, son necesarias dos herramientas básicas:

a) Colocar en las estructuras burocráticas el mayor número posible de individuos afectos al partido, ya sea este de derechas o de izquierdas, de manera que se pueda prescindir de funcionarios de carrera y de expertos independientes. A la hora de elegir a estas personas, se procura que tengan escasa formación y/o limitado cociente intelectual; que sean dóciles y leales, bien por convencimiento, bien por necesidad económica. También se debe de empobrecer a una amplia mayoría de población para, posteriormente, darles una «paguita» a cambio de mantener e impulsar la fidelidad de su voto.

b) Iniciar un lento, pero inexorable, proceso de asalto a las principales instituciones y organismos, especialmente la judicatura, para socavar la independencia judicial; algo imprescindible, y lo más difícil de conseguir.

«La soberanía nacional reside en el pueblo, del que emanan los poderes del Estado». Concepto necesario, exclusivamente, para mantener las apariencias, y actuar según lo establecido como políticamente correcto. El pueblo debe entender que su cometido se limita a introducir un papelito en una urna cada cierto tiempo.

«The Show Must Go On».

Manuel Clavijo (Lolín)

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