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Cartas al director

Políticos y democracia

Abraham Lincoln, quizá el presidente más grande que tuvo EE.UU., les advirtió a sus contemporáneos que «se puede engañar a parte del pueblo una parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo», como parecen creer muchos políticos de la actualidad. La triste realidad, no obstante, es que se sigue cumpliendo una de las muchas sagaces ironías que nos legó el británico Winston Churchill, cuando dijo que «un político debe ser capaz de predecir lo que va a ocurrir mañana, el mes próximo o el año que viene, y de explicar después por qué no ha ocurrido». Lamentablemente, los españoles estamos cada vez más convencidos de tener una clase política bastante deficiente, con algunas excepciones, como es natural. El grandísimo humorista Groucho Marx tenía razón cuando aseguraba que solo se sentaría a la mesa de un político «si paga él». Porque, según deducía, la política se había convertido en «el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico fácil y aplicar después los remedios equivocados». La realidad es que la política está en todas partes y es causa y consecuencia de los cambios sociales y económicos de todo el mundo. De esto no hay duda. Pero no debiera de convertirse en el juego retorcido que a veces es y que nos afecta a todos. Porque, en este caso, bien cabría decir –como ya se ha dicho– que «es el arte de impedir que la gente se meta en lo que sí le importa». Porque la realidad política está tan llena de intereses y de conveniencias que a los que mandan les cuesta mucho someterse al verdadero sentido de la democracia. Y así nos va.

Genaro Novo

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