Cartas al director
Hamás jamás, jamás Hamás
Uno se pregunta si perpetrar el mal tiene un límite, un techo. Si de una modalidad de atletismo se tratara, el récord se superaría constantemente. Nuestras retinas han recibido las imágenes más impactantes que podamos imaginar, las han enviado a nuestros cerebros para digerirlas y el diccionario se queda corto para poderlas definir. Adolescentes y jóvenes baleados por la espalda en un festival de música; bebés, niños y familias degollados, decapitados, secuestrados junto con mujeres, ancianos y varones, cadáveres profanados. Atrocidades propias de subhumanos; una razia. ¿Qué ideología puede defenderse con esos mimbres? Leo y oigo que la respuesta de Israel debe ser proporcional. ¿Con ramas de olivo, té y pastas? La población gazatí es esclava de Hamás, grupo terrorista, ni milicias ni luchadores. Aparquemos los eufemismos, desterremos la neolengua llamando a las cosas por su nombre. ¿Alguien piensa que Hamás defiende al pueblo gazatí?; es su carne de cañón para imponer su vesánica teocracia. Vemos el encarnecimiento y depredación arrellanados y repantigados en nuestros cómodos sofás: no son efectos especiales, actores y actrices actuando en una serie de terror gore, no es ficción sino realidad, sevicia, y sucede muy cerca de nuestra opulenta sociedad. Sepamos elegir a quién y qué defender y no nos dejemos atraer por hipócritas embaucadores que banalizan el mal. Por cierto, ¿por qué no vemos la bandera israelí en un ángulo superior del televisor? ¿Son los israelíes menos que los ucranianos? ¿Complejos?