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Cartas al director

La mentira y los intereses creados

A estas alturas es de todos conocido que Pedro Sánchez miente a conciencia según sus conveniencias para asegurarse su puesto como presidente del Gobierno. Está demostrando con su conducta ser una persona de dudosa moralidad. Pero me interesa fijarme en las consecuencias que esta forma de actuar tiene en los comportamientos sociales y conductas morales de buen número de personas, instituciones, partidos, etc., sus extraños compañeros de viaje.

En primer lugar me detendré en la actitud mostrada por los miembros de su Gobierno ante las mentiras. Aquí encontramos dos tipos de comportamientos. El de aquellos ministros que, teniendo una formación cualificada o han ejercido en la judicatura con anterioridad a su incorporación al Gobierno, se muestran impertérritos ante los dislates de su presidente. Con su defensa o silencio son partícipes de esos dislates. Se aprecia en ellos que la ambición del poder les puede. Otra razón diferente es el de aquellos otros ministros que se aferran a su cargo porque en la sociedad civil tendrían problemas para situarse en condiciones tan favorables.

En segundo lugar están todas aquellas personas que deben al partido su «modus vivendi». Al no tener otro medio de vida se agarran al clavo ardiendo que les da el poder de su partido. No se le ve ni se les espera que reparen en lo incongruente de las posiciones de su líder. Nunca se les ocurrirá cuestionarlo, pues de él dependen su medio de vida. Las personas decentes, que las hay, permanecen silentes o silenciadas.

En tercer lugar está el grupo de los subvencionados o beneficiados políticamente por el poder (sindicatos, organizaciones y asociaciones afines, partidos políticos de izquierda o nacionalistas y un largo etc.). Con semejante bicoca no se moverán de su fidelidad interesada a quien les proporciona importantes medios económicos o intercambio de favores políticos en un lamentable e innoble mercadeo.

Y en cuarto lugar está aquella población que, por alguna ventaja material o económica que obtienen, adoleciendo de una falta de principios morales elementales, apoyando la mentira con su voto cautivo, no se plantea siquiera que el poder esté traicionando su ideología, si es que la tienen. Están inmunizados contra un pensamiento libre que tenga el discernimiento suficiente para distinguir lo que está bien de lo que está mal. Su egoísmo e interés más inmediato marcan su conducta.

Así veo yo la larga mano de la mentira y sus nefastas consecuencias en nuestro país, fomentando y alimentando unos perniciosos intereses creados. Sigo pensando que puede haber otra socialdemocracia, pues la que conocemos, con su actual líder, está en franca descomposición.

José María Ugarte Alonso

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