Cartas al director
Falsos sabios de «la verdad»
Una de tantas alegrías de estos días pasados ha sido poder escuchar a nuestros mayores de algunas aldeas, llenos de sabiduría y de buena educación. Ello es muy de agradecer. Frente a ellos, los nuevos sabios y profetas que, desde su egolatría son capaces de argumentar esto o aquello y dan por sabido, desde su falta de argumentación que, sus ideas están a la altura de un Habermas e incluso de un San Agustín. Al comprobar la patraña no fundada de estos «sofistas sin tolerancia alguna», la vida, a veces, te da brotes de vida oxigenada cuando contemplas que el insigne Platón, en este campo de minas europeo plagado de nihilistas, sigue teniendo hoy sus discípulos con altura de miras.
Tal campo de minas sigue estando ahí: cientifismo, olvido de la Verdad, pragmatismo, violencia, individualismos, materialismo y un sinfín de plagas palaciegas. De todas maneras, Platón, Aristóteles y otros, a pesar de tantos siglos pasados, nadie los ha desbancado pues lo que realmente busca la persona aquí abajo sigue siendo actual: la felicidad, el valor de la verdad, la paz interior, el sentido de la belleza, el verdadero amor, el sentido del fin y, en definitiva, la vuelta al ser sobre el parecer y sobre el tener. Actual como la vida misma. No olvido que entre los males contemporáneos está la increencia y, más en concreto, de la descristianización.
Contra los males del nihilismo, del racionalismo y del cientifismo, volver a los sabios que nunca nos fallaron, los de la primacía de la verdad y de lo espiritual tiene su sentido. La tecnologización de la sociedad ha arraigado en los estilos de vida, en costumbres y en modos de comportamiento que son hoy día casi generales y afectan también a personas que, por ejemplo, por su fe religiosa, no comparten los planteamientos iniciales. Es probable que el bagaje teórico, indispensable siempre en una completa formación humana, tenga que venir hoy de la mano de acciones, de comportamientos, de elecciones de vida. Nietzsche aborrecía temas como la humildad, la caridad, la solidaridad aduciendo que era una moral de esclavos. Para él, lo importante giraba en torno a la dureza de corazón, al poder, mientras, Cristo nos apercibe que «quien ama su vida la perderá».
Es más que probable que sea propio de estos tiempos una visión de la persona más positiva. La sabiduría antigua, en toda su complejidad, sigue siendo actual. El mundo del voluntariado social cada día posee más adeptos. Unos a favor de los otros. Esto sigue siendo una realidad y parte de la semilla que posee Europa desde tiempo. En el cristianismo, en concreto, es una consecuencia inmediata de la ley central, la del amor.