La Filosofía, una vez más

Una vez más y cuantas más veces sean necesarias para vindicar la enseñanza de esta materia en los centros de Educación Secundaria. Sabemos que la mayoría de alumnos elige las asignaturas de Ciencias, pero (sospecho) motivados más por su futuro laboral cuasi seguro, que por devoción hacia las materias científicas.

La Filosofía tiene como finalidad formar personas dotadas de espíritu crítico y reflexivo, sin el cual no es posible la plena profesionalización.

El científico Thomas S.Kuhn, en su libro La estructura de las revoluciones científicas, narra, en el Prefacio, que fue la confusión terminológica, la falta de consenso sobre el significado de algunos términos, suscitada en el transcurso de unas charlas, lo que le impelió a estudiar Filosofía.

El díctum «El que vale, vale, y el que no, a Letras», es una soberana estupidez. Todos somos de ciencias y de letras. La Filosofía es la matriz de todos los saberes; fue en la época helenística cuando asistimos a su fragmentación y consiguiente especialización. Esto convierte, según al autor Arthur C. Danto, en «mero conocimiento precientífico lo que queda de la Filosofía», a la cual llama «reina y sirvienta de las ciencias».

El estudiantado de la enseñanza secundaria necesita aprender a filosofar en la misma medida que resuelve un problema de Matemáticas, Física o Química.

Y no puedo concluir esta carta sin referirme al maestro Platón, quien, en su CartaVII, escribe lo que sigue: «Habrá mal en las ciudades hasta que la raza de los puros y auténticos filósofos no llegue al poder, o hasta que los jefes de las ciudades, por una especial gracia de la divinidad, no se pongan verdaderamente a filosofar».