Bueno para Castilla y León y bueno para España
Si alguien ha dado pruebas de su inestabilidad como socio, de sus disposición a entenderse con el PSOE y de su capacidad para interrumpir la acción de gobiernos de los que formaba parte, es Ciudadanos, concentrado casi en exclusiva en su supervivencia y quizá por ello dispuesto a todo
Convocar a los ciudadanos a las urnas nunca puede ser despreciado ni criticado, por ninguna razón, ni siquiera cuando sea dudoso interrumpir el calendario ordinario por razones de supuesto interés de parte. Ninguna de ellas es suficiente para anular la evidencia de que la última decisión es de los votantes y que el reflejo de su voluntad, en cualquier momento, nunca es repudiable.
En ese sentido, meramente conceptual, la decisión del presidente de Castilla y León de dar por finalizada la legislatura y convocar elecciones, el próximo 13 de febrero, es constitucionalmente irreprochable ya de entrada.
Y las protestas de su socio hasta ahora, Ciudadanos, no tienen un pase ni en el fondo ni en las insultantes formas utilizadas por su líder regional, Francisco Igea, hasta ahora vicepresidente: reflejan un miedo evidente al escrutinio público de su gestión, incompatible con la naturaleza democrática de su cargo, como sin duda sabrá.
Pero además de los argumentos puramente legales, hay otros políticos que también asisten a Alfonso Fernández-Mañueco: si alguien ha dado pruebas de su inestabilidad como socio, de su disposición a entenderse con el PSOE y de su capacidad para interrumpir la acción de gobiernos de los que formaba parte es Ciudadanos, concentrado casi en exclusiva en su supervivencia y quizá por ello dispuesto a todo.
Lo hizo en Murcia; lo intentó en la Comunidad de Madrid y lo ha alimentado en Castilla y León, por mucho que en dos de los tres casos no llegara a culminar sus intenciones o éstas nunca se convirtieran en una decisión formal. ¿Cómo no temer que pasara lo mismo en una región sometida a una constante tensión rupturista del PSOE, encabezado por un líder vinculado a Sánchez e impulsor ya de una fallida moción de censura?
Que los socialistas tienen tendencia a ganar en los despachos lo que no obtuvieron en el terreno de juego es una obviedad: Pedro Sánchez es el gran ejemplo de ese fenómeno, que puso en marcha con una impúdica moción de censura presentada tras dos estrepitosas derrotas electorales frente a Rajoy, arguyendo razones de «transparencia y regeneración» que luego ha pisoteado con su propio comportamiento hasta límites inéditos en alguno de sus predecesores.
Y que ese mismo PSOE juega con los calendarios a su antojo lo demuestra de nuevo el propio Sánchez, capaz de convocar elecciones para librarse de Podemos, tras su primera victoria personal, y después integrar a Pablo Iglesias y a su partido en el Gobierno cuando le salió mal la jugada, defraudando la promesa electoral de no pactar ni con el populismo ni con el separatismo.
Si además Mañueco consigue que sus elecciones tengan un efecto nacional positivo para el centroderecha, en el sentido de avanzar la caída democrática del Gobierno de España o de hacerle variar su errático rumbo; la decisión será muy positiva para los castellanoleoneses, para los españoles y para la alternativa que, casi a gritos, reclama la tétrica situación de un país sometido a un seísmo político, institucional y económico con epicentro en la Moncloa.