Las Marismillas de Sánchez exigen explicaciones
Es inaceptable que, en un país cerca de la quiebra, se dedique el rescate europeo a cualquier proyecto menor justificado con argumentos vacíos. Pero si además uno de ellos beneficia al presidente, roza el escándalo
Que el Gobierno dedicara 335.000 euros de los Fondos Europeos a rehabilitar las Marismillas, el palacio preferido por Pedro Sánchez para pasar sus vacaciones sin dar cuenta de con qué invitados ni a qué coste, es ya de entrada estéticamente reprobable.
Porque en tiempos tan duros para la sociedad y la economía españolas, hay que tener un cuidado especial con el gasto público que Sánchez nunca tiene: usa el Falcon en lugar del AVE, engorda sus Ministerios y amplía su ejército de asesores más allá de lo tolerable y utiliza el patrimonio público como si fuera su propiedad privada.
Todo ello queda en evidencia en la investigación de El Debate sobre el destino de una parte de los Fondos Next Generation, el procedimiento seguido y la manera de justificarlo que alimentan las sospechas, preexistentes y muy fundadas, sobre cómo está gastando la «bala de plata» europea para sacar de la UCI a la economía española.
Este caso puede ser perfectamente un indicio de un despropósito mayor que intenta camuflarse encajando en los parámetros legales exigidos, de forma artificial, proyectos muy alejados del espíritu del rescate europeo.
Con las Marismillas, por ejemplo, se apela a la biodiversidad, los espacios naturales e incluso el uso público del patrimonio español para maquillar una adjudicación directa, sin competidores, de una obra que solo disfrutarán el presidente del Gobierno, su familia y sus amigos.
Sin dar cuenta de nada, por cierto, pese a las resoluciones formales del Consejo de Transparencia que le han exigido explicaciones sobre ello: ni los palacios, ni los aviones oficiales están libres del control público, por mucho que Sánchez se crea que su cargo le faculta para servirse de los recursos públicos a su libre albedrío.
¿Qué tienen que ver la reforma de un solárium con el ecosistema natural? Nada. Y aunque esa parte del patrimonio nacional necesitara una mano de pintura, la evidencia de que su uso está prácticamente limitado al que le da Pedro Sánchez cada verano debiera haber sido suficiente para priorizar otros proyectos.
Y es ahí donde irrumpe la segunda gran pregunta suscitada por la exclusiva de este periódico: ¿a qué está dedicando el Gobierno el maná europeo? No basta con encajar el gasto en las partidas oportunas, todas repletas de coartadas y eufemismos sobre la digitalización o la sostenibilidad. Tiene que ser cierto, viable, positivo y medible en términos de resultado para la sociedad.
Porque si todo es como lo desvelado en las Marismillas, lo que este episodio indignante pone en cuarentena es la gestión global de unas ayudas que no pueden dilapidarse en caprichos, inanidades y proyectos inservibles, ni disimular la incompetente gestión o, peor, consolidar el sistema clientelar que caracteriza a Sánchez desde que llegara al poder.