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Editorial

Sí, habrá amnistía total con Sánchez

Bolaños revela la escandalosa disposición del Gobierno a borrar todos los delitos contra la nación para que Puigdemont no retire su apoyo

Actualizada 01:30

Por si alguien tenía alguna duda, Félix Bolaños reveló ayer en una entrevista en la emisora de cabecera del independentismo catalán que la ley de amnistía definitiva que ultima el Gobierno, acuciado por Puigdemont, incluirá «todos» los casos registrados durante el llamado «procés», que es el eufemismo para esconder un auténtico golpe de Estado.

Que lo diga todo un ministro de Justicia es pavoroso, a escasos metros de donde el Rey y el presidente del Poder Judicial hacían una encendida defensa de la autonomía de los jueces y del imperio de las leyes. Pero que lo haga además para extender una burda extorsión vinculada a la continuidad del propio Gobierno es escandaloso.

Para eso nombró Sánchez a Bolaños: no para ponerse al lado de los defensores de la separación de poderes, sino para actuar como estilete de su derribo y adaptación a los intereses del PSOE, condensados en la aceptación de un chantaje que le obliga a debilitar el Estado de derecho para obtener el respaldo de quienes más buscan su destrucción definitiva.

No cabe engañarse a este respecto, pues. El Gobierno ignorará las resoluciones del Parlamento Europeo, deformará el Código Penal, se saltará los controles constitucionales, agredirá a la Constitución y procederá como una termita de la democracia para conservar el favor de un prófugo que entiende la amnistía como el principio de la independencia, y no como el final de la insurgencia.

En ese contexto, es obsceno que Pedro Sánchez haya lanzado una burda campaña de equiparación entre el PSOE y el PP, convirtiendo unas supuestas declaraciones de Feijóo fuera de micrófono, a favor de un indulto condicionado al expresidente catalán, en una copia legitimadora de lo que él mismo está haciendo.

Basta recordar que Sánchez perdió las elecciones y gobierna y que Feijóo las ganó y está en la oposición para desmontar, con el peso de los hechos, la sonrojante maniobra de confusión, inviable de no contar con un aparato mediático capaz de dramatizar elucubraciones sobre el PP mientras tapa, o legitima, abusos sistemáticos, visibles y culminados del PSOE.

Ni hasta en el caso de que fuera cierto que Feijóo aceptaría el indulto de Puigdemont, tendría un pase la comparación: no es lo mismo la indulgencia con un político condenado que se arrepiente, disculpa y renuncia a sus objetivos que una amnistía total que, lejos de sembrar una reconciliación, refuerza la ruptura.

Lo que los españoles han de saber es que, mientras Sánchez recurre una vez más al juego sucio contra la oposición, que debe ser menos ingenua y más clara en sus interlocuciones y discursos para no caer en trampas; su Gobierno va a renunciar a perseguir delitos de terrorismo, de sedición, de malversación y de alta traición para retener un poder que no consiguió en las urnas.

Y, por si eso fuera poco, va a cursar una invitación formal al separatismo para que active cuando quiera la vía de la fractura, con la seguridad de que tendrá menos obstáculos de los que un Gobierno decente debiera garantizar. No es el caso, obviamente, del de Pedro Sánchez.

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