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Editorial

Marlaska debe dimitir o ser destituido con urgencia

Sánchez tiene que destituir al ministro, pedir perdón y organizar un funeral de Estado por los dos guardias civiles

Actualizada 01:30

Es sencillamente inaceptable que Fernando Grande-Marlaska no presente con urgencia su dimisión irrevocable, y gravísimo que Pedro Sánchez no le destituya si él mismo no adopta la única decisión decente tras el asesinato de dos guardias civiles en Barbate.

Porque no se trata de un trágico atentado o de un terrible accidente, sino de las letales consecuencias del estado de abandono en el que el Gobierno mantiene a los Cuerpos de Seguridad en general y, más específicamente, a quienes vigilan las fronteras de la zona de Gibraltar para intentar frenar a las grandes mafias de la droga.

El crimen de Miguel Ángel y David ha conmocionado a toda la sociedad española no solo por los hechos en sí, sin duda horribles, sino también por las intolerables circunstancias en que se produjeron: los agentes tuvieron que medirse a los narcotraficantes con una humilde barca neumática, lo que indujo a los delincuentes a arrollarles con la certeza de que su defensa era imposible. Y así fue.

El rechazo de la viuda a que Marlaska distinguiera a su marido es el atroz resumen de la gestión del ministro y, también, de la formidable indignación social que este episodio ha provocado, solo comparable a la sincera solidaridad de los españoles con quienes, literalmente, se dejan la vida por defenderles.

No hay excusas ni coartadas. Un Gobierno que dedica más recursos a vigilar a los agricultores, a establecer perímetros de seguridad para la gala de los Goya o a trasladar políticos en aviones y helicópteros confortables que a dotar a sus efectivos de herramientas a la altura de su difícil misión, es un Gobierno indigno.

No puede ser que Pedro Sánchez utilice un Falcon y un Superpuma para acudir a Valladolid, a otra fiesta de exaltación de su Gobierno, y que los guardias civiles mueran arrollados por no disponer de unas embarcaciones mejores y más numerosas que quienes trafican sin esconderse y además replican con cruel violencia a los servidores públicos.

Los Cuerpos de Seguridad, como las Fuerzas Armadas, representan lo mejor de una democracia, a la que sirven hasta con sus vidas para proteger una forma de vida amenazada por demasiados peligros.

Y deben tener el reconocimiento social, la remuneración y los recursos a la altura de la misión encomendada. No hay justificación alguna para este abandono temerario, que en el caso que nos ocupa vino precedido por el desmantelamiento de la unidad que precisamente se encargaba de luchar contra el narcotráfico.

Marlaska, que ha protagonizado escándalos ignominiosos en la valla de Melilla o Ceuta o con el traslado de etarras al País Vasco para facilitar su posterior salida, alcanza ahora la mayor degradación nunca vista en el titular de una cartera clave para garantizar la sensación de seguridad que merece la sociedad española.

Su continuidad sería un desprecio a la memoria de los héroes de Barbate, pero también una prueba de las lamentables prioridades que tiene su jefe, el presidente del Gobierno. Él también prefirió pasar una velada de diversión con Pedro Almodóvar que de duelo con las familias de los asesinados.

Si le queda algo de dignidad, ya mismo debería despedir a Marlaska y celebrar un funeral de Estado, el que merecen David y Miguel Ángel, los inolvidables guardias civiles que perdieron sus vidas por proteger las nuestras.

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