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12 de septiembre de 2024

Editorial

Maduro culmina la farsa

La comunidad internacional debe reconocer ya al verdadero ganador de las elecciones o el régimen se perpetuará

Actualizada 01:30

El Tribunal Superior de Justicia de Venezuela ha validado el fraude electoral perpetrado por Nicolás Maduro y, con una decisión tan vergonzosa como previsible, le ha otorgado la legitimidad para perpetuarse en el poder pese a haber perdido de manera clamorosa las elecciones celebradas el pasado 28 de julio.

Se trata de un amparo igual de fraudulento que los comicios, destinado a darle una pátina de legalidad a una ilegalidad clamorosa y demostrativa de la indiferencia del régimen a las presiones de los Estados Unidos, la Unión Europea y una parte de Sudamérica, todas con insuficiente rotundidad y carentes de medidas que pudieran frenar al sátrapa.

La apuesta de Maduro por secuestrar el poder, anular la voluntad popular y despreciar a todas las instituciones democráticas internacionales es, al mismo tiempo, un anuncio del recrudecimiento de la represión que caracteriza al Gobierno de Caracas desde hace lustros, iniciado por Chávez, culminado por su heredero y parejo al empobrecimiento y el éxodo de los venezolanos, un auténtico drama humanitario que ahora se redoblará.

La decisión del Tribunal Superior de Justicia merece un apunte doméstico, pues demuestra hasta qué punto se degrada el Estado de derecho cuando el poder político lo usurpa y transforma en una mera coartada justificativa de sus abusos, algo que en España es legítimo temer al constatar las injerencias de Pedro Sánchez en el Tribunal Constitucional y la Fiscalía General del Estado y su reiterado pulso al Poder Judicial.

La cacicada de Maduro abre ahora un incierto periodo en el que, junto a la segura persecución de la disidencia política y social, ha de medirse la respuesta de quienes se negaron a asumir el «pucherazo» y se comprometieron con la imprescindible transición democrática en un país que hace escasos lustros era próspero y hoy es miserable en todos los sentidos.

¿Va a seguir la izquierda gubernamental española en su posición de complicidad con el régimen chavista o de tibia réplica a sus excesos? ¿Van a proceder los gobiernos de toda Europa al reconocimiento del auténtico vencedor de las elecciones o, como en ocasiones precedentes, acabarán tolerando la permanencia del dictador en el palacio de Miraflores?

El desprecio de Maduro a todas las presiones internas y externas también es un indicio de un nuevo escenario geopolítico en el que los peores regímenes, lejos de quedar aislados, pueden encontrar poderosos aliados a los que aferrarse para culminar sus planes más abyectos.

El respaldo de China, Rusia, Irán, Turquía o Cuba es decisivo para entender su resistencia a abandonar democráticamente el poder y su férrea decisión de mantenerlo a cualquier precio. Y eso, además de un drama para Venezuela, es un mensaje terrible para la comunidad internacional más civilizada, señalada por la misma coalición nefanda que auxilia a un sátrapa sin límites conocidos.

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