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editorial

España necesita a don Bernardito

Una gran mayoría de los fieles de nuestro país, los que queremos una Iglesia en salida, próxima a los problemas de la vida cotidiana, capaz de reconocer sus errores, centrada en la acción pastoral y en profundizar en la fe que nos une, no entenderíamos que se nos privara de quien consideramos el mejor de los nuncios que hemos tenido en las últimas décadas.

Actualizada 01:30

Se suele repetir que la diplomacia vaticana es la mejor del mundo. El tiempo de la Iglesia es la eternidad, se dice, y las cuitas terrenales se afrontan desde la paciencia, la prudencia y la sabiduría bimilenaria de dos mil años de cristianismo.

En el servicio diplomático de la Santa Sede ingresó monseñor Bernardito Cleopas Auza apenas cumplida la treintena, allá por 1990. Era entonces un joven sacerdote filipino de ademanes educados, vasta cultura y sincero celo apostólico. Pronto fue enviado a representar los intereses del Vaticano en países tan dispares como Madagascar, Bulgaria, Haití y Albania. Fue también el observador permanente de la Santa Sede ante la Organización de las Naciones Unidas a lo largo de cinco años.

A España llegó en octubre de 2019, enviado por el Papa Francisco. Atesoraba una notable y fructífera experiencia diplomática que ha desplegado en nuestro país desde el primer momento. Repasar la agenda del Nuncio Apostólico de Su Santidad en estos seis años es casi agotador. Monseñor Auza ha demostrado que quiere ejercer su diplomacia no desde su despacho en la Nunciatura, sino allí donde se le requiera. Hace apenas unos días se encontraba clausurando el Año Jubilar de Caravaca de la Cruz (Murcia) que ha cerrado con un rotundo éxito: alrededor de 800.000 peregrinos han acudido al santuario murciano durante su jubileo. La cena de Nochebuena la pasó con los pobres del padre Ángel y sus Mensajeros de la Paz, los cuales comentaban sorprendidos la presencia del Nuncio de Su Santidad en esa fiesta tan señalada.

Una de sus funciones nucleares es el examen y escrutinio de los candidatos a obispos de las distintas diócesis españolas. Monseñor Auza ha demostrado aquí también su buen hacer y su capacidad de discernimiento proponiendo candidatos marcados no por la pertenencia a ningún sector de los que algunos quieren distinguir en la Iglesia, sino por su marcada capacidad pastoral. Su preocupación por el estado de las vocaciones en España es sobradamente conocida. Se sabe de memoria el número de estudiantes de cada uno de nuestros seminarios. Y también es conocida su petición pública a los obispos españoles para que trabajen a fin de que «las víctimas de abusos obtengan justicia» y tomen las medidas necesarias para frenar esa lacra.

Monseñor Auza fue de los primeros en pisar el barro de la dana de Valencia junto al arzobispo de esa archidiócesis, monseñor Enrique Benavent, donde fueron recibidos con todo afecto y cariño por parte de los vecinos y donde reconoció haber quedado «muy impresionado» por lo que vio allí.

Don Bernardito ha sido una bocanada de aire fresco en la Iglesia española, de la que procede, pues como afirmó en octubre de 2023: «España ha sido a través de los siglos cuna de miles y miles de misioneros (…). Y yo también soy un fruto de misioneros españoles».

Debido a su enorme cúmulo de virtudes, conscientes del carácter universal de la Iglesia, un reducido pero muy influyente grupo de prelados españoles trabaja para que pueda ser elevado a un puesto diplomático de mayor relevancia, o incluso a un capelo cardenalicio. Pero ello supondría que tendría que abandonar España, y una gran mayoría de los fieles de nuestro país, los que queremos una Iglesia en salida, próxima a los problemas de la vida cotidiana, capaz de reconocer sus errores, centrada en la acción pastoral y en profundizar en la fe que nos une, no entenderíamos que se nos privara de quien consideramos el mejor de los nuncios que hemos tenido en las últimas décadas.

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