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En primera líneaJuan Van-Halen

Los retos de Feijóo

Creo sin sombra de duda que Feijóo superará los retos. Y no será fácil. Los de siempre llevarán su fracaso a las calles

Actualizada 01:30

No contesto a los comentarios que suscitan mis artículos en El Debate, que no es un digital más; custodia la herencia de aquel ejemplar periódico de don Ángel Herrera, una responsabilidad añadida para quienes escribimos en él. Leo que acabamos de publicar la noticia número cien mil; una gran noticia. Agradezco los comentarios a mis artículos y los valoro. Ahora por primera vez me refiero, por su interés político, a uno de los temas recurrentes en esos comentarios. No pocos de ellos son críticos con el jefe de la oposición. Y no desde constataciones de hechos sino desde suposiciones de futuro, lo que en cierto modo me parece frívolo.

Tengo un viejo e inteligente amigo que me saetea amablemente con previsiones de lo que dictaminarán las urnas y siempre le digo que ya hablaremos en las noches electorales de mayo y de diciembre. Pronosticar el futuro es menester de pitonisas y eso lo dejo para los oráculos, y ya sabemos que todos salían satisfechos de las previsiones del templo de Delfos porque a menudo encerraban la ambigüedad de predecir una realidad y su contraria.

Los comentarios sobre Feijóo suponen, en general, dudas sobre el cumplimiento de sus anuncios. ¿Será capaz de afrontar, si llega a presidir el Gobierno, el desmontaje de los múltiples tenderetes socialmente lesivos? Esa es la duda más común. Feijóo ha asegurado y reiterado, incluso citándolas, las leyes que derogará o reformará y mis comentaristas no quedan satisfechos. ¿Se puede pedir más que un anuncio cuando aún no se está en la posición de cambiar la realidad? Creo que no. Y la duda es grave porque implica que mis comunicantes, que forman parte de los españoles que han de votar, entienden que no hay políticos que no mientan, y el síndrome Sánchez, el mayor mentiroso del Reino, ha calado como si la mentira en política fuese lo común y natural.

A la mayoría social del país, que pese a lo que crea el Gobierno ni es tonta ni comulga con ruedas de molino, le resultan infumables ciertas leyes amasadas por ignorantes, visionarios con dioptrías de más y radicales de todo. Derogar ciertas leyes o reformarlas supondrá una vuelta a la realidad además de a la lógica. Vistas en conjunto leyes como la de violencia de género, la llamada ley trans, y la anunciada ley de paridad son un despropósito. Unas contradicen a otras. Ya en Barcelona se ha dado el caso de una mujer víctima de violencia de género que no está protegida porque su maltratador había acudido al Registro Civil y ya era una mujer. El juez entendió que era un asunto doméstico y no señaló alejamiento ni protección. Que una empresa no cumple en sus órganos de decisión la paridad que parece se exigirá, pues fácil: la mitad de sus miembros se convierten en mujeres o en hombres y asunto resuelto. Disparates que la ley ampara.

Ilustración: feijoo retos

Paula Andrade

Por no hablar de la ley de garantía integral de la libertad sexual, la llamada del 'sólo sí es sí', que reduce penas y saca a los violadores a la calle, o de los excesos y memeces de la norma de protección y bienestar animal. Una ley no puede amparar los disparates de unos ministros con escasa actividad neuronal y pocas lecturas que, como muchos de ellos no han trabajado nunca, no valoran su responsabilidad directiva y deciden con visión de parvulario. Pero el presidente no les cesa ni los responsables de los desaguisados dimiten –¿a dónde iban a ir con similares bicocas?–. Para Sánchez lo principal, hoy por hoy, es permanecer. Está buscando que le llamen de la UE, pero ya veremos.

Los retos de Feijóo no son pocos ni fáciles. También de creación y construcción, pero debería dedicar sus cien primeros días a desmontar el tinglado de la nueva farsa con inmediatas derogaciones o cambios en leyes dañinas. Y no sólo habrá de decidir esos cambios legislativos sino desmontar tanto chiringuito inútil, tanta trampa enmascarada de generosas dádivas con la intención nada oculta de comprar votos. Los ciudadanos quieren trabajar, no ser reos del Gobierno, mientras el paro sube más allá del maquillaje de los fijos discontinuos inactivos. Los ciudadanos quieren no estar endeudados hasta sus bisnietos, mientras la deuda se ha disparado y sigue rampante. Todo lo que el gran mentiroso ha creado y sigue negando. El presidente y el Gobierno más caros de la democracia.

Sería un error, en el que no va a caer, que Feijóo se dedicase sólo a la economía, como se dice hizo Rajoy. También debe afrontar un panorama nuevo, pero sin caer en el despropósito del maquillaje superficial. Fui ponente en el Senado, con el recordado Alejandro Muñoz Alonso, de la Ley de Memoria Histórica de Zapatero y quien podía nos anunció que sería la primera ley en derogarse. No fue así. Sólo se retiraron las subvenciones a las asociaciones creadas al efecto, pero su aplicación fue muy negativa. La actual Ley de Memoria Democrática es un monumento a la manipulación histórica que debe ser revisada en profundidad para que sea una norma de concordia y no de enfrentamiento y odio. Dejar la Historia para los historiadores es irrenunciable.

Creo sin sombra de duda que Feijóo superará los retos. Y no será fácil. Los de siempre llevarán su fracaso a las calles. Ya lo anunció Yoli, la jefa de los sindicatos y por ello de los liberados dispuestos a movilizarse.

  • Juan Van-Halen es escritor. Académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando
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