La realidad al revés
Acaso por eso doña Úrsula se muestra dispuesta a consentir las maniobras del Gobierno social-comunista español contra el Estado de derecho, mientras amenazó y vigila con lupa a los italianos y persigue la libre voluntad de húngaros y polacos
A menudo vivimos una realidad al revés. En España, en Europa y en el mundo. Nunca ha habido un Gobierno peor en España que el que padecemos. La UE nunca ha estado en peores manos. La ONU nunca antes había sido tan inútil; lleva años sin resolver un problema. No es necesario insistir en el caso de España; lo conocemos bien. Por su parte la UE no logra despegar, víctima de sus contradicciones. Ursula von der Leyen debe su cargo al apoyo de populares y socialistas y da más peso a estos últimos. No es neutral. Y Naciones Unidas incorpora a Cuba a su Consejo de Derechos Humanos.
Que de los 193 estados miembros de la ONU se elija a Cuba entre los 47 estados garantes de los Derechos Humanos es una burla. Antonio Guterres, secretario general de la ONU, antes presidente de la Internacional Socialista, debe escuchar sólo a los cubanos que le indique el sucesor de Castro, e ignora la persecución a quienes defienden la libertad en la hermosa isla en la que nació mi abuelo. Me recuerda el nombramiento de José Antonio Urrutikoetxea, Josu Ternera para los amigos, entre ellos Évole, como miembro de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento Vasco. Todo un fichaje.
Doña Ursula amenazó a los italianos, en vísperas de las elecciones de septiembre del año pasado, si votaban a la derecha, comparándolos con Hungría y Polonia. Advirtió: «Si las cosas van en una dirección difícil, como he mencionado respecto a Hungría y Polonia, tenemos herramientas», refiriéndose a la persecución que la Comisión Europea mantiene contra esos dos países presionando a sus gobiernos para que acepten los planteamientos ideológicos de la izquierda contra la voluntad democrática expresada por polacos y húngaros.
En esta realidad al revés la posición de doña Ursula con el Gobierno social-comunista de España es bien diferente. La UE no ha tomado medida alguna contra el acoso del Gobierno de Sánchez a la independencia judicial denunciada por el propio Comisario de Justicia de la Unión, Didier Reynders, por la Asociación Europea de Jueces, y por 2.500 jueces españoles ante la UE. Tampoco doña Ursula ha expresado su opinión sobre la violación de derechos fundamentales por el Gobierno español con hasta cuatro sentencias del Tribunal Constitucional. Al contrario. Sin respuesta aclaratoria de Moncloa sobre el empleo de los fondos europeos, doña Ursula sigue aportando miles de millones sin verificar su destino, pero, eso sí, con la mediación, en casos conocidos, de esposos de ministras. Bruselas debería saberlo por la mera lectura de medios españoles aún no fagocitados.
Doña Ursula no ha perdido ocasión, aparte de poner ojitos a Sánchez, de elogiarle. Llegó a presentarle como «ejemplo del alma europea» y felicita al Gobierno español con motivo o sin él. Los socialistas pesan en la Comisión y ello beneficia las ya notorias preferencias de doña Ursula por Sánchez. Sin apoyo socialista perdería la presidencia. Sánchez preside la Internacional Socialista, dato que a menudo no se tiene en cuenta. Acaso por eso doña Ursula se muestra dispuesta a consentir las maniobras del Gobierno social-comunista español contra el Estado de derecho, mientras amenazó y vigila con lupa a los italianos y persigue la libre voluntad de húngaros y polacos. Cada vez que Feijóo dice que recurrirá a la UE para denunciar lo que ocurre en España me parece una bienintencionada ingenuidad.
Otra realidad al revés es la de Cataluña. Aragonès García, el hombre pequeño de ambiciones grandes, está en una guerrita interior con Junts que venció en las generales a ERC, y teme el creciente protagonismo de Puigdemont. A eso, además de advertir a Sanchez que sin ERC no será presidente, se debió esa lamentable escenificación en el Senado. Ha repetido que quiere un referéndum como el de Escocia, pero el pobre no sabe esconder su ignorancia.
Aragonès García no conoce el Acta de Unión entre Inglaterra y Escocia del 1º de mayo de 1707 que unió los dos reinos para formar el Reino de Gran Bretaña. Los dos países venían teniendo un monarca común desde el 24 de marzo de 1603: Jacobo I de Inglaterra. Se trataba de unir lo ya unido en la persona del Rey. En ese Acta de Unión se recogía la posibilidad de que la unión cesase si así lo aprobaban los antiguos reinos. Nada que ver con Cataluña que nunca fue un Estado ni existe legislación alguna que posibilite su desvinculación de la España común. Me temo que, aunque a Aragonès García no se le conoce trabajo fuera de la política –por su situación económica no necesitaba trabajar– ha dedicado escaso tiempo a la lectura. Su afición son los fogones y en ellos puede uno quemarse pero no aprender historia.
Y aún se me ocurre otra realidad al revés: un Consejo de Ministros que no parece responsable solidario de sus decisiones. Es vergonzoso que una vicepresidente y dos ministras, insistentemente la vocinglera Belarra, pidan la ruptura de relaciones con Israel, exijan que Netanyahu sea llevado a la Corte Penal Internacional y, en definitiva, apoyen a un grupo terrorista. ¿En qué posición queda España? Espero de estas políticas, ignorantes e ideologizadas hasta el sinsentido, que se trasladen a Gaza ya que han despreciado, tan feministas, a las mujeres violadas y, tan humanas, a los niños –incluso bebés– decapitados por los terroristas. A ver si hacen algo útil además de servir a Irán al que en su día debieron una televisión. Quien paga, manda. Y Sánchez sin cuajo para cesarlas.
- Juan Van-Halen es escritor. Académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando.