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Ojo avizorJuan Van-Halen

En la diana

Quien preside un Gobierno debería ser el presidente de todos. Y la Constitución es de todos. Como de todos es la Monarquía que está en la diana de los excluyentes, los radicales y los nostálgicos del desastre

Actualizada 01:30

Se ha repetido tanto que la situación de España es muy preocupante que podemos llegar a aceptarlo pasando de largo sobre sus motivos y los riesgos que entraña. Nada menos que un cambio trascendental y acaso irreversible en la conformación de España como la conocemos que, por el camino, afectaría a la misma democracia desde la división de poderes a la igualdad entre los españoles. Por ello no es asumible, desde la responsabilidad de cada cual, mirar para otro lado ante lo que sucede, quitar importancia a lo que se nos viene encima e imaginar que prestamos un servicio a España y a la Corona desde la pasividad y el silencio.

Tras la designación de Sánchez por el Rey para someterse a una investidura, articulistas a los que admiro opinaron sobre el riesgo de que, al mostrarse un desacuerdo, la figura del Rey se resienta. No estoy de acuerdo. Según leo la crítica supondría revolver a los socialistas contra la Monarquía. Deberíamos ocultar la opinión crítica por miedo a consecuencias partidistas frente al Rey movidas –se teme– por Sánchez. Creo que el Rey obró como consideró oportuno y de acuerdo con la Constitución, pero no silenciaré, desde la lealtad, que hubiese preferido una menor ligereza en el trámite a la vista de los insuficientes apoyos constatados del candidato. Ese tiempo se lo va a dar Armengol a Sánchez. Todo el que necesiten sus dádivas ilegales. Todo el que tarde Puigdemont en decidir su apoyo. El prófugo espera entrar en Barcelona como un héroe sin mancha ni delito. Los que habrían delinquido serían quienes se opusieron al golpe de hace seis años.

Cuando es generalmente admitido que el Rey no cuenta con la lealtad plena y deseable del jefe del Ejecutivo, considero ingenuo creer que evitando opiniones razonables, aunque sean críticas, se va a detener lo que a mi juicio, que desearía erróneo, lleva tiempo en marcha. Esas posiciones contra la Monarquía y la persona de su titular están evidenciadas en gestos, detalles y actitudes que ni son nuevas ni van a cesar. Al contrario, como saben los expertos en patologías aplicables, el ególatra se siente apoyado si sospecha o constata que produce miedo. Es su éxito. En un artículo anterior cité las reconocidas teorías de George Lakoff sobre la pérdida del debate cuando se ocupa el marco del adversario. En este caso el silencio no supone preservar las ideas que compartes sino apuntalar las contrarias.

El presidente en funciones no necesita nueva munición. La lleva en la canana. Lo dejó claro el entonces ministro Juan Carlos Campo, hoy magistrado del TC, cuando anunció en un pleno del Congreso que vivíamos una «crisis constituyente». Desde su Ministerio tramitó los indultos a golpistas. Es cierto que el Rey no está para arreglar desafueros de los políticos, pero sí para defender a tiempo la Constitución si está en riesgo. Lo hace y ya lo hizo en su mensaje a los españoles hace seis años que ahora, por la traición de Sánchez y acaso no menos por un buenismo mal entendido, parecería no haber existido. Reléase aquel mensaje y se medirá su trascendencia.

Si vivimos una «crisis constituyente» con la mirada de cierta izquierda puesta en una resurrección de la desastrosa Segunda República, de nada sirve ignorar lo que ocurre. No se trata de tranquilizar con los silencios a la parte de España que quiere mirar atrás sino de amparar y no defraudar a la otra parte, mayoritaria, que desea la convivencia en paz y en igualdad con respeto a la Constitución y confianza en su Rey. Síganse las redes sociales. Cualquier opinión es, en principio, respetable se comparta o no.

El penalista Jiménez de Asúa, diputado socialista, presidió la Comisión que elaboró la Constitución republicana de 1931. Se redactó en veinte días. La presentó en el Congreso: «Es una Constitución de izquierda (…) y quiere ser así para que no nos digan que hemos defraudado las ansias del pueblo». Cuando una Constitución se define «de izquierda» excluye a una parte de España. Así discurrió la experiencia republicana y así terminó. Habrá quienes, ignorantes o desmemoriados, deseen un nuevo ensayo republicano. Pero quien preside un Gobierno debería ser el presidente de todos. Y la Constitución es de todos. Como de todos es la Monarquía que está en la diana de los excluyentes, los radicales y los nostálgicos del desastre. ¿Y de Sánchez?

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