Memoria selectiva, memoria sin memoria
Se conmina a los vencedores de la Guerra Civil a pedir perdón como únicos responsables de la contienda, guardando sepulcral silencio ante cualquier atisbo de responsabilidad o culpabilidad de los integrantes del Frente Popular y sus herederos políticos de hoy
Toda obra humana puede tener aspectos positivos y negativos, luces y sombras. De ello quiere olvidarse ¿deliberadamente? el actual desgobierno al redactar la Exposición de Motivos del proyecto de ley 121/000064 de Memoria Democrática cuando menciona a la II República resumiendo el quinquenio republicano (1931-1936) con estos adjetivos pletóricos de júbilo y optimismo a raudales: «…proceso inclusivo, tolerante, de igualdad, justicia social y solidaridad…». La Exposición de Motivos vuelve a la carga alabando el paraíso republicano mencionando sesgadamente las «avanzadas reformas políticas y sociales de la Segunda República Española».
Algunos miembros de la izquierda española (no todos, como luego veremos) y la totalidad de la extrema izquierda y la ultraizquierda española (que haberlas haylas) quieren hacernos creer una historia de la II República Española y la Guerra Civil cuya tesis, muy en resumen, sería: hito histórico sin precedentes lo fue la II República, período de prosperidad, altas conquistas sociales, culmen de la igualdad y del reformismo, logrando las mujeres un papel relevante jamás visto hasta entonces... Esta balsa de aceite y paraíso terrenal fue aniquilado y destruido («interrumpido por un golpe de Estado y una cruenta guerra», dice la Exposición de Motivos) por los militares y –sigue la tesis– de todos es sabido que los militares son seres que disfrutan aniquilando al pueblo, se aburrían en las tierras españolas de África y subieron a la península organizando la Guerra Civil, acabando así con las altas cotas de justicia social y modernidad que el sufrido pueblo había conquistado.
Continúa la tesis y su lógica secuencia: el sistema político impuesto por estos militares debe ser aniquilado, destruyendo cualquier vestigio, honor o reconocimiento e incluso que nadie pueda saber en el futuro ni de su existencia; ¿cómo vamos a permitir que se reconozca y exalte a quienes masacraron al soberano pueblo acabando con la modélica y sin par II República que fue la perfección en estado puro sin mezcla de mal alguno?
Este cuento de hadas que el actual totum revolutum o cajón de sastre (léase desastre) del desgobierno actual quiere plasmar en el B.O.E. en absoluto fue así, pretendiendo convertir la imprenta oficial legislativa en cátedra de historia a base de una narración con nulo rigor histórico. Pregunto: ¿la Real Academia de la Historia, los académicos que la integran, nada tienen que decir ante tanto desvarío?
La historia, en síntesis, remitiéndome a los innumerables documentos, hemerotecas y bibliografía fue la siguiente: en 1931 se proclamó la II República tras la convocatoria de unas elecciones municipales, que no generales ni de cambio de régimen, con derrota de los partidos republicanos en cuanto a número de concejales aunque sí vencieron en las urnas en las principales capitales. Cambio de régimen con inicial apoyo por parte de intelectuales clases dirigentes y gran parte del pueblo, que fue debilitándose con rapidez por muchos de los que ayudaron a proclamar la II República (Ortega y Gasset, Marañón, Maura…) pues las revueltas, el caos y el desorden generalizado –incluidos atentados y miles de asesinatos, pucherazos y fraudes electorales y el creciente control e intervención de los comunistas de la Unión Soviética– provocaron la desilusión y temor a lo que ya se veía venir, sobre todo tras el fraudulento triunfo del Frente Popular en febrero de 1936.
El clima político y social en la primavera de 1936 era irrespirable: el rotundo fracaso de la II República desembocó irremediablemente en la Guerra Civil. A la guerra no se llegó por azar ni por capricho de unos militares exaltados con ganas de hacer carrera en la milicia. Se conmina a los vencedores de la Guerra Civil a pedir perdón como únicos responsables de la contienda guardando sepulcral silencio ante cualquier atisbo de responsabilidad o culpabilidad de los integrantes del Frente Popular y sus herederos políticos de hoy. La II Republica fracasó y la Guerra Civil es consecuencia de tal fracaso.
Omiten deliberadamente los redactores de la Exposición de Motivos que ese llamado golpe de Estado fue precedido en octubre de 1934 por otro golpe de Estado, con intervención directa y principal del Partido Socialista y su presidente Francisco Largo Caballero. ¿El PSOE ha pedido perdón y se ha responsabilizado alguna vez de ello? ¿Hay golpes de Estado buenos y malos? Curioso este juego de fechas con responsabilidades y condenas sólo para unos, nunca para otros y a partir de una fecha –18 julio 1936– y hasta el día que ellos deciden, nunca antes ni después del calendario que imponen. No me resisto a reproducir tres testimonios de personas nada sospechosas que sostienen la relación directa, causa efecto, entre la II República y la Guerra Civil.
Niceto Alcalá Zamora, primer presidente de la II República que lo fue durante cinco años (1931-1936), en su libro Los defectos de la Constitución de 1931 (¡ojo con el título, señores redactores del proyecto cuando ensalzan a la perfectísima II República!) dice literalmente: «Se hizo una Constitución que invita a la guerra civil…».
Ramón Tamames, que fue miembro del Comité Ejecutivo del Partido Comunista, declaró: «La República fue la preparación de la guerra» y ante una hipotética III República advierte: «La República sería el origen de plantear otra guerra civil».
Aún calientes están las palabras de José Rodríguez de la Borbolla, quien llegó a ser secretario del PSOE andaluz y presidente de la Junta de Andalucía: «La izquierda no ha exorcizado aún la Segunda República ni la Guerra Civil. Muchos socialistas creen que la Segunda República es nuestro paraíso perdido, y no es verdad. Para empezar hubo tres segundas repúblicas. La primera tuvo un pase, la segunda fue mal y la tercera fue un desastre».
Termino. Esto lo escribo hoy y lo sostendré mañana. Si este proyecto llega a ser ley desconozco si tendré pena, pecuniaria o de cárcel; sin duda alguna sus redactores pasarán a la historia sin pena ni gloria.
- Ignacio García-Noblejas Santa-Olalla es notario