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TribunaGonzalo Ortiz

Marruecos, amigo y enemigo

España y Marruecos están obligados a entenderse, a ser amigos. La proximidad de las dos Familias Reales es un factor importante en ese sentido. Pero esa buena relación debe basarse en el mutuo respeto de su soberanía y de sus integridades territoriales

Actualizada 01:30

Nadie puede poner en duda que Marruecos constituye para España su mayor amenaza estratégica. Desde Marruecos llegan a nuestro país oleadas de emigrantes subsaharianos. No hace tanto tiempo, en mayo del 21, se produjo una invasión pacífica de Ceuta con millares de jóvenes. Los atentados más importantes de los últimos tiempos: Madrid, 2004, Barcelona-Cambrils, 2017, han tenido como autores, nacionales de ese país. El banco de pesca marroquí y sahariano, donde faena la flota española, está amenazado por la terminación del Acuerdo de pesca con la Unión Europea. La población de origen marroquí ha crecido con fuerza en España y se aproxima en la actualidad a los 3 millones de personas. Se trata de binacionales que como dice el profesor Hassan Rachik «viven realmente un dilema entre sus países de origen y de destino». Por otra parte, los gastos marroquíes en defensa se han multiplicado en los últimos tiempos, lo que podría llevar a la conclusión de que su poder es superior al de las Fuerzas Armadas españolas.

He visitado este mes de noviembre Marruecos desde Casablanca a Tánger pasando por Rabat y de Meknez a Marrachech pasando por Fez, Erfoud y Ouarzazate. Da la impresión de un país tranquilo y en marcha, bajo la dirección suprema de Mohamed VI, a quien una opinión pública dirigida venera sin ambajes. El país ha superado la barrera de los 10.000 dólares de renta per cápita, ha oficializado el berebere como segunda lengua oficial (el tamazight), ha mejorado sus comunicaciones e infraestructuras y ha otorgado facilidades a los agricultores para que no abandonen el campo y estén en condiciones de exportar a los mercados europeos. Tánger cuenta con un segundo puerto muy moderno y se ha desarrollado mucho el sector turístico. Con Rusia tiene varios proyectos en marcha como una central nuclear o plantas de desalinización. El paro tiene unos niveles preocupantes no obstante, y muchos jóvenes marroquíes optan por buscarse la vida en el extranjero.

Confieso que la política exterior de Marruecos me causa cierta envidia, (comparada con los tropiezos de la nuestra, agravados por el desconcierto que provoca nuestra situación política interior):

- Marruecos ha conseguido el apoyo de Estados Unidos y de Israel sobre su pretensión de su soberanía en el Sáhara occidental.

- El presidente de Gobierno español, y también el presidente francés Macron, se han alineado con Marruecos,

- Salió de la Organización Africana en 1984, pero ha regresado con todos los honores en 2017 (aunque Argelia tiene mucha mano en la misma).

- El pasado 30 de octubre el Consejo de Seguridad ha renovado la misión Sáhara de Mistura y Minurso para un nuevo año sin contratiempos.

- Ha consolidado el “partenariado estratégico“ con Estados Unidos y recientemente el Secretario de Defensa norteamericano visitó Marruecos.

- Avanza la tesis de la «autonomía saharaui» dentro de Marruecos, que ahora apoyan Alemania, Australia y Nigeria.

- La academia militar de Meknez está formando oficiales africanos que luego tienen gran influencia en sus respectivos países. Un buen ejemplo de esto es el caso del general Oligui Nguema que acaba de asestar un golpe de Estado en Gabón, deponiendo al clan de los Bongo.

Dos sucesos recientes han puesto de relieve nuestra debilidad con respecto a Marruecos. En primer lugar, el espionaje Pegasus contra móviles de «autoridades españolas» cuyo alcance hasta ahora se desconoce. En segundo lugar, el internamiento del líder del Polisario, general Brahim Gali, en un hospital de Logroño provocó la salida de Arantxa González, crisis que desembocó en el enorme deterioro de las relaciones con Argelia tras el giro de 180 grados sobre la soberanía marroquí en el Sáhara occidental. Y habría que poner en relación estos dos graves incidentes con el hecho de que Rabat puede abrir o cerrar el grifo a discreción de la llegada de inmigrantes, en función de la coyuntura política del momento.

La guerra Hamas-Israel pone, sin embargo, en apuros a la diplomacia marroquí. Por una parte, el pasado 2 de noviembre el Gobierno alauita expresó «su inquietud y su indignación ante el agravamiento de la situación humanitaria en Gaza», pero por otra parte, quiere preservar sus relaciones con Israel y con Estados Unidos y se jacta de ser «la única potencia en la región capaz de mantener la paz y la estabilidad y garantizar el desarrollo de sus provincias saharauis» (Lovay Kerdouss).

Pero España y Marruecos están obligados a entenderse, a ser amigos. La proximidad de las dos Familias Reales es un factor importante en ese sentido. Pero esa buena relación debe basarse en el mutuo respeto de su soberanía y de sus integridades territoriales. La «tradicional amistad» con los países árabes del franquismo debe tener continuidad y mantener las mejores relaciones con los países de la Liga Árabe, compatibles con un buen entendimiento con el Estado judío. Y como decía el Rey Hassan II refiriéndose a Argelia «cuando se tiene un vecino imprevisible hace falta ser doblemente sabio». Buena lección en las relaciones de España con Marruecos que tienen ahora un horizonte prometedor con la Copa del Mundo de fútbol de 2030 con buenas posibilidades para las empresas españolas, como dice nuestro cónsul en Casablanca, Luis Belzuz, «en el ámbito de los transportes, infraestructuras y otros».

  • Gonzalo Ortiz es embajador de España
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