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TribunaJosé Torné-Dombidau y Jiménez

Sánchez o el eclipse de la democracia

Si un demócrata lee la literalidad de esos pactos, los conocidos, porque otros permanecen ocultos, no puede por menos que alarmarse y rechazarlos por suponer aquéllos un ataque

Actualizada 01:30

Cuando el profesor italiano de Historia contemporánea, Gabriele Ranzato, tuvo que poner nombre a su documentado libro sobre la Segunda República española, atinó con un certero título: El eclipse de la democracia (‘Siglo XXI’, Madrid, 2006, 691 págs.). Pues bien, pienso que el período de la política española que se inaugura con la XVª Legislatura al constituirse las Cortes Generales el pasado 17 de agosto, y la consecución de la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, puede encuadrarse, con toda justicia y precisión, bajo el título de El eclipse de la democracia española.

En verdad, el eclipse de la democracia española, aquella que se fundó en la Transición gracias al esfuerzo y renunciación de unos y otros (verdadero abrazo, tras décadas de terribles desencuentros), comenzó con otro socialista radical y desnortado, amigo de los populismos de izquierda, que fue Rodríguez Zapatero, hoy lamentablemente resucitado para la causa. Su talante y sus leyes ideológicas, principalmente la malhadada Ley de Memoria Histórica (2007), antecedente de la de Sánchez (2022), supusieron los primeros pasos de un guerracivilismo reavivado y el primer cuestionamiento del espíritu de la Transición, al reconocer, en la práctica, que hay buenos y malos españoles. Éstos últimos, de derechas.

Empero todo ha venido a empeorar. Años después ha emergido otro líder del PSOE, sin freno. Autócrata. Un aventurero ‘resistente’, audaz, ambicioso, sin escrúpulos, carente de límites morales o éticos. Ese socialista, que logró el Gobierno del país en 2018 por medio de una inconcebible –para una mente racional– moción de censura, culminado un primer mandato (2019-2023), ha logrado, a través de increíbles pactos políticos amorales e inconstitucionales, reunir 179 votos. Ya lo tenemos, de nuevo, en la Moncloa, en pleno uso de sus atribuciones.

Pedro Sánchez cuenta con un socio principal, ‘Sumar’, un enjambre de 15 partiditos que se mueven en la órbita de un comunismo ‘caviar’ inmaduro y anacrónico, pastoreados por nuestra Evita Perón, Yolanda Díaz. A continuación ha suscrito execrables e inconstitucionales pactos (incluso celebrados secretamente en el extranjero con un prófugo de la Justicia) para adquirir, literalmente, al precio que sea, siete votos para sacar adelante su investidura.

Sea como fuere, hoy el Gobierno de España lo preside este dirigente de izquierda radical, que practica el posibilismo. Le acompañan personas, en su mayoría, intelectualmente mediocres, de endeble preparación para la gestión pública, sobradas de carga ideológica y ayunas de conocimientos jurídico-políticos. Con frecuencia, obran sin respeto a la Constitución y al Estado de derecho. A ello hay que añadir los tremendos pactos con nacionalistas excluyentes, con secesionistas y con los herederos del criminal terrorismo vasco. Todos le han impuesto graves condiciones rupturistas, disparatadas exigencias que el socialista no ha dudado en aceptar con tal de verse investido de tan alta –e inmerecida– magistratura.

Si un demócrata lee la literalidad de esos pactos, los conocidos, porque otros permanecen ocultos, no puede por menos que alarmarse y rechazarlos por suponer aquéllos un ataque, una formidable agresión al Estado democrático de derecho, al titular de la soberanía nacional, el pueblo español, a la integridad de la nación española, y a los principios propios de una democracia parlamentaria (imperio de la Ley, división de poderes, independencia judicial, pluralismo político…).

De todas las hipotecas que Sánchez se ha comprometido a pagar a los separatistas (incluido el reconocimiento de sus comunidades como naciones), destacan, por su extrema gravedad, una ley de amnistía y un referéndum de autodeterminación en Cataluña. No es preciso ser un experto constitucionalista para entender que tales pretensiones no encajan en el vigente texto constitucional. Además, en nuestro caso, la amnistía es injusta e inmoral, pues sus beneficiarios no muestran arrepentimiento y aseguran que volverán a repetir sus fechorías. Y la autodeterminación (equivalente a admitir que los Estados se pueden autodestruir) no viene reconocida en ninguna Constitución de países de nuestra cultura democrática occidental.

Empero hay más. Los discursos lanzados por el candidato –y sus asociados– en la sesión de investidura, hacen temer lo peor. Una noche negra para la democracia y las libertades amenaza con cubrir la vida política y social española. Encono, polarización, exclusión de una mitad de los españoles del Gobierno del Estado, levantamiento de un muro (¡sic!) contra la derecha para impedirle el acceso al Gobierno de las instituciones públicas, constituyen los tristes anticipos del inicio de un declive de nuestra democracia por obra y gracia de un inquietante personaje que puede quitarnos el sueño en un tiempo próximo.

No se comprenden las razones que puede tener este individuo, que va a presidir un Gobierno-ómnibus, para demoler una democracia parlamentaria y sustituirla por un régimen político autocrático/cesarista. Desgraciadamente, ha empezado el eclipse de nuestra democracia y de nuestras libertades.

  • José Torné-Dombidau y Jiménez es profesor titular de Derecho Administrativo y presidente del Foro para la Concordia Civil
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