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tribunajesús muñoz de Priego

El PSOE coge el comodín de la Iglesia

En realidad, nada nuevo. Esta izquierda unitaria, donde ya no se distingue quién encarna lo moderado y quién lo extremo, que se ha tirado al monte del frentepopulismo, no es distinta de la de siempre: laicista (que no laica) y anticlerical

Actualizada 01:30

El PSOE, ese partido en el gobierno cercado por procesos judiciales, denuncias por corrupción del más diverso pelaje, críticas por inhibición en el desastre de la DANA y arrastrado, en una política de pactos desquiciante, a convertir la gobernanza en un zoco con trueques leoninos para el interés general… Ese partido, ha empezado a destacar que, en su próximo Congreso Federal, a celebrar en Sevilla, propondrá la ruptura del Acuerdo con la Iglesia en materia de educación.

Al margen del brindis al sol que supone, pues se trata de un Acuerdo Internacional ratificado por el Estado español con la Santa Sede (y eso tiene su régimen jurídico que no incluye el «cuando quiera me voy»), sí deja de manifiesto la voluntad socialista, que no es otra que acogerse al comodín del ataque a la Iglesia, que es uno de sus favoritos, como también lo son el de Franco o el de la ultraderecha, de uso tan habitual.

En la misma ponencia marco del Congreso, también puede leerse: «España necesita frenar la ola de privatizaciones y mercantilización que están impulsando las derechas allí donde gobiernan y hacer una apuesta decidida por un sistema educativo público de calidad», en una muestra más de rechazo a la libertad de enseñanza, a la elección de los padres en el ámbito educativo y a la concertada, que es el instrumento para que esto sea posible.

En realidad, esto último esconde también otro ataque a la Iglesia, titular de forma directa o indirecta de la mayor parte de los centros privados sostenidos con fondos públicos o de iniciativa social, aunque esto sea ciertamente consecuencia de las políticas liberticidas que venimos sufriendo, y desde todos los partidos. En una sociedad tan plural como la España del siglo XXI, lo normal sería que se hubieran incorporado muchos más idearios al sistema educativo, reflejando y respondiendo a esa diversidad social y a las elecciones de las familias en cuanto a formación religiosa y moral, opciones organizativas y propuesta pedagógicas, que son las tres acepciones de ideario que reconoce el Tribunal Constitucional.

Que todo es, otra vez, el comodín de la Iglesia, lo ha puesto también en evidencia Ione Belarra, la portavoz del ya intrascendente Podemos, desde el propio hemiciclo, afirmando que: «El Estado no puede seguir dejando en manos de la Iglesia, que ha demostrado, una y otra vez, que tiene una estrategia de encubrimiento permanente de la violencia sexual, la educación de un altísimo porcentaje de nuestros niños y niñas que acuden a la educación concertada con esta institución…». Lo de la Iglesia y los abusos es un drama, algo extremadamente doloroso, por supuesto para las víctimas, pero también para todos los que somos católicos, una abominación. Pero no sé muy bien qué pinta el Estado en todo esto, siendo una institución privada (y cuando ni siquiera lo hacen, por ejemplo, con los centros de menores, que son públicos). Aunque es muy acorde con la línea de este gobierno del PSOE que se dedica a señalar a entidades, periodistas, jueces, ciudadanos, …

En realidad, nada nuevo. Esta izquierda unitaria, donde ya no se distingue quién encarna lo moderado y quién lo extremo, que se ha tirado al monte del frentepopulismo, no es distinta de la de siempre: laicista (que no laica) y anticlerical. Se le ven las costuras: la vena en el cuello, los ojos inyectados en sangre, … no lo pueden remediar.

La enseñanza concertada, de iniciativa social, viene siendo sometida de forma permanente a una campaña de desprestigio oficial: desde informes ad hoc, de parte, de entidades subvencionadas con fondos públicos para argumentar una premisa previa, hasta ataques a derecha e izquierda (que van desde las becas en postobligatoria en Madrid, retirando conciertos, a la conversión en públicos de centros concertados con ideario, asfixiados por el déficit económico, en Cataluña), un aluvión de mantras y clichés falsarios vertidos permanentemente desde grupos políticos, incluso cuando tienen puesta la chaqueta de institución pública, o una infrafinanciación limitante reconocida hasta en la Ley Orgánica hace más de dieciocho años (pero siguen pasando legislaturas sin el menor intento de restablecer el pago del gasto real del puesto educativo, ni más, pero tampoco, ni menos).

Y a pesar de ello, lo que sulfura a esta izquierda, la de la escuela pública única, una escuela excluyente, sin alternativas, bajo su absoluto control y de su única titularidad… es que, a pesar de todos sus esfuerzos ímprobos, las familias siguen queriendo a la escuela concertada, y encima, mayoritariamente de la Iglesia.

Y ya que estamos, una reflexión incómoda: lo público no es bueno de por sí. Ser público no convierte a algo, como por ensalmo, en eficaz, en eficiente, en de calidad, … ¿Dejarían las decisiones últimas de la educación de sus hijos en las manos de quienes han gestionado tan deficientemente la DANA en Valencia? Pues me temo que eso exactamente es lo que hacen con nuestro sistema educativo. Una estructura piramidal, jerárquica, donde el que toma las decisiones es el político de turno, sin cualificación en la materia, que no escucha a técnicos ni expertos y que posiblemente se ha rodeado de personas aún más mediocres que él, para que no le hagan sombra. ¿Cabe pensar que esto ocurre, como nos ha abofeteado la realidad, en un ámbito de alertas sanitarias como las del COVID, o de catástrofes como la de la DANA, donde nos jugamos vidas humanas, pero no en la educación? El intervencionismo del Estado, en sus diferentes niveles (nacional o autonómico, que lo mismo da), en educación, es absoluto, todo está controlado: materias, horarios, calendario, … los centros están obligados a usar unas plataformas informáticas de la Administración que son un Gran Hermano, que todo lo ven y todo lo saben, y no solo en los centros públicos, que a fin de cuentas son de titularidad de esas administraciones públicas, sino también en los concertados.

Por ello, deviene imprescindible reclamar la autonomía de los centros, también en la escuela pública, donde con una regulación mínima, sean los profesionales y expertos, que son los docentes que están en los colegios y conocen a sus alumnos y la realidad que les rodea, quienes tomen las decisiones de fondo, y no políticos no cualificados, en torres de marfil, y jugando, con el tacticismo que hemos visto en la última tragedia, a ver con qué adoctrinamiento social sacan ventaja electoral. Que le den dinero público a un colegio, que sale del bolsillo de los ciudadanos que lo eligen, tanto sea público como concertado, no justifica ese control esclavizante. Desconfiar del gobierno y de los políticos es un ejercicio recomendable de sana democracia.

El comodín de la Iglesia… Reconoceré que me asombran los católicos que siguen afiliados o votan a este PSOE, porque o deben ser mucho solo de lo uno o solo de lo otro. Ser socialista (del PSOE, debe entenderse) y católico hoy (¿solo hoy?) es pegarse un tiro en el pie. Piénsenlo.

  • Jesús Muñoz de Priego Alvear es abogado experto en Derecho educativo
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