Entrevista a la filósofa francesa
Chantal Delsol: «El ecologismo es una nueva religión, una forma de paganismo»
La filósofa Chantal Delsol columbra un cristianismo en minoría que deberá ser apostólico no a base de discursos, sino de ejemplo y virtud. Conversamos con ella a propósito del Congreso Internacional
Chantal Delsol (París, 1947) es una de las mentes más destacadas dentro del pensamiento actual. Sobre todo, dentro de las corrientes intelectuales cristianas. Autora de un puñado de novelas y de una treintena de libros de ensayo, como El crepúsculo de lo universal, La identidad de Europa, o El fin de la cristiandad, es miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, y fundadora del Instituto Hannah Arendt. Nos recibe con una sencillez que, con el paso de las pregunta, se transforma en humor y complicidad.
–Hace unos años usted publicó un libro sobre el populismo, para destacar supone una reacción contra los excesos de las elites y en defensa del arraigo. ¿Un análisis igualmente válido hoy?
–Ese análisis es más válido hoy que nunca, porque el desarraigo ha aumentado notablemente durante los últimos años en Europa. Además, las instituciones europeas sólo quieren hablar del futuro y nunca del pasado, como si pudiéramos imaginarnos un futuro sin referirnos al pasado. El pueblo se encuentra desconectado, marginado. Hay una distancia cada vez mayor entre los somewhere [personas con raíces e identidad local] y los anywhere [cosmopolitas cuya identidad se vincula con un modo de ser, y no un lugar].
–¿Hay ausencia de diálogo entre las elites y las distintas corrientes populares?
–Sí, debiera haber un diálogo que en realidad no existe. Pero la diferencia entre ambos es tan grande, que da la impresión de que son dos mundos paralelos.
–¿Ese desarraigo guarda relación con el proceso de descristianización en Europa?
–Resulta evidente que el hecho de que las élites europeas o las élites de cada país se hayan apartado de la realidad es algo relacionado con la descristianización. La cristiandad era el arraigo en la realidad, y aspirar únicamente al futuro está, por supuesto, relacionado con la descristianización. Hace tres días estuve en Varsovia impartiendo una conferencia a un público que era muy de izquierdas, y les reprochaba esto mismo; que sólo tenían en mente el futuro, no el pasado. Y me respondieron que no, que ellos hacían referencia al pasado, a la Shoah, al genocidio. Sólo tenían en cuenta el pasado para describirlo como la raíz de todos los males actuales.
–Decimos que Occidente ha apostatado. ¿Hay vuelta atrás?
–Me parece que no hay vuelta atrás, y nunca ha habido vuelta atrás a lo largo de la historia, aunque sí ha habido tentativas, como la de Juliano el Apóstata. Pero la vuelta atrás nunca funciona. Se puede intentar el retorno a unos ciertos principios, pero acaba siendo un retorno con otras formas, nunca con las mismas formas del pasado. No se puede volver atrás.
–A esta Europa post–cristiana, ¿qué rasgos la caracterizan? Se habla mucho de la «cultura de la cancelación», de la «cultura woke».
– No sabemos qué va a pasar con lo «woke». Me parece una continuación del marxismo. Pero ¿va a acabar triunfando? No lo sabemos. Hay otras corrientes muy importantes. En mi opinión, la principal es el ecologismo, que es realmente una nueva religión, una forma de paganismo, como otras más que va a haber. Quedará un remanente cristiano, pues a fin de cuentas estamos inmersos en un momento de desorden, de indefinición. No sabemos en absoluto qué tendencia acabará triunfando. En todo caso, yo apostaría más por el triunfo del ecologismo que por lo «woke».
No me creo que el islam pueda prosperar en una sociedad postmoderna como Francia
–En varios países, y en Francia de manera particular, existen tensiones debido al auge de religiones como el islam. ¿Cuál es su visión?
–Como usted sabrá, en Francia hay muchos problemas con el islam, porque somos una república, lo cual supone nuestro factor de unidad. De modo que, cuando una mujer va con velo por la calle, para nosotras resulta tremebundo. Mientras que, por ejemplo, en los Estados Unidos, a nadie le importa. Pero yo tengo una opinión muy personal al respecto. No sé si es una percepción válida, pero no me creo que el islam pueda prosperar en una sociedad postmoderna como Francia, porque en el islam, como en todas partes, hay mitad hombres, mitad mujeres, y las mujeres no pueden aceptar una religión tan primitiva que las encierra en sus casas. No logro imaginármelo. Sí que tendremos siempre un pequeño grupo de hombres que pretendan mantener sus inmerecidos privilegios –porque de eso se trata– y que recurran incluso al terrorismo. El islam, que era un culto religioso, se está convirtiendo en una cultura.
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– ¿Qué opina Houellebecq?
– Bueno, Houellebecq va más lejos. Él piensa –y muchos amigos míos, hombres, piensan igual–que, si se planteara una forma de vida que permitiera la poligamia para los hombres, podría funcionar, porque a muchos hombres les gustaría ser polígamos [se ríe]. Esa es la teoría de Houellebecq, pero no creo que las mujeres estén de acuerdo con este planteamiento [se ríe despreocupada].
–Usted señala que la propia Iglesia se ha olvidado de hablar de la transcendencia, y se ha identificado en su discurso con el lenguaje de la Modernidad. ¿Hasta qué punto ha supuesto un problema?
–Sí, por supuesto, pero resulta muy difícil para la Iglesia, que no deja de estar inserta en la sociedad, recibir el influjo de la sociedad. En todo caso, entiendo que hay una fuerte tendencia a asemejarse al oponente, con tal de estar bien visto. Insisto en ello porque he visto lo que sucedió durante el apogeo del marxismo, cuando se veía que la Iglesia estaba completamente influida por el marxismo. Y hoy está influida por otra serie de corrientes modernas porque no le gusta que la sometan al ostracismo. A fin de cuentas, es algo muy humano; nadie quiere ser condenado al ostracismo. Sea como sea, resulta muy difícil aferrarse a los propios principios aceptando el ostracismo.
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–Ostracismo, catacumbas… ¿En el futuro próximo los cristianos van a ser una comunidad parecida a lo que los judíos han sido en Europa durante siglos?
–Sí, en el futuro los cristianos seremos como los judíos, en el sentido de que seremos una minoría –ya somos una minoría–, pero con la siguiente diferencia. Los judíos inventaron el concepto de verdad, puesto que su Dios es real, su Dios es de verdad, no es un mito. Sin embargo, los judíos tienen el concepto de la verdad sin lo universal, pues no tienen intención ni obligación de convertir a nadie, mientras que nosotros tenemos la necesidad de convertir. Poseemos un concepto de la verdad, unido a un concepto de lo universal. Por tanto, va a resultar muy difícil para nosotros ser una minoría sin poder reclamar la universalidad. Ese va a ser el problema.
–¿De qué modo las nuevas generaciones de cristianos podrán ser minoría influyente, creativa, apostólica?
–Hay que hacer lo contrario de lo que siempre se ha hecho. Siempre se ha actuado a base de discursos, nada más que discursos. Pero ya no sirven para nada. Podemos ser testigos, es decir, hacer lo que decimos y ser lo que hacemos. Se trata de existir en la verdad y en la virtud, lo cual resulta muy difícil. Y esto requiere de mucho tiempo, como si dispusiéramos de toda la eternidad. Si alguien pretende conquistar Argelia, por ejemplo, hacen falta cincuenta años. Pero si se quiere hacer lo que hicieron los monjes de Tibhirine, entonces casi se necesita una eternidad. Esto es lo que tenemos por delante