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Ana Palma lleva más de 30 años de misionera

Ana Palma, en el centro, lleva más de 30 años de misioneraArchidiócesis de Granada

De profesora de Matemáticas a misionera en Filipinas: «Yo le preguntaba a Dios qué quería de mí»

Ana Palma, que nació en Granada, lleva 30 años evangelizando en el país asiático y en Argentina

De los alrededor de 6.000 misioneros españoles que hay por todo el planeta, 250 de ellos proceden de Granada. Desde los países de Hispanoamérica, África, hasta China, Japón o Australia. Una de ellas es Ana Palma, misionera desde hace 30 años, en lugares como Argentina y, actualmente, Filipinas. Aunque, precisamente, por sus largos años dedicados a la misión, disfruta actualmente de un permiso de vacaciones más largo, que emplea en estar con su familia en Granada.

«Desde joven, tenía una sensibilidad muy grande», ha explicado con motivo del Domund, el Domingo Mundial de las Misiones que se celebró el pasado fin de semana. Tanto es así que «fui catequista siempre, primero en la parroquia de los Dolores, en el Zaidín, donde vivíamos al principio, y después en la parroquia de Santa Teresa, en Camino de Ronda». Sus estudios de Física en la Facultad de Ciencias en la UGR la llevaron a dar clases de matemáticas en un colegio de las Adoratrices en Guadalajara. Y durante este tiempo, «yo le preguntaba a Dios ‘qué quieres de mí’, ‘cuál es tu sueño para con mi vida’». «Yo sentí que mi vida era para Él y, a partir de ese momento, hice un proceso de discernimiento», explica Ana Palma.

Su hermana también es misionera

Así se inició el camino vocacional que hoy, como misionera, vive en el carisma de los Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios, nacido en el año 2002, con presencia en 15 países del mundo, también en España. Y con comunidades, donde, se da la circunstancia, comparte lazos fraternos no solo espirituales, sino también de sangre, porque su hermana Ester es misionera en Corea del Sur.

A Filipinas llegó hace 9 años, tras haber estado otros 13 en Argentina. «Me propusieron ser parte del equipo que iba a la fundación en Filipinas. Fue una propuesta de la comunidad y me pareció bien», explica Ana. Allí comparte la vida y la misión con otro grupo de mujeres.

María Palma, con algunas de las familias a las que atiende

Ana Palma, con algunas de las familias a las que atiendeArchidiócesis de Granada

La oración desde la mañana —a las 5:30 horas se levantan, momento en que comienzan a rezar hasta las 8—, la organización de las actividades durante la semana, especialmente los fines de semana, que suelen ser muy intensos, la visita a enfermos en sus casas, estar con los jóvenes, participar en la misa diaria y «acabar el día juntas, en la capilla, dando gracias, como oración final del día» centran una jornada habitual de la comunidad de los Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios en Filipinas.

De esta misión, Ana Palma destaca del pueblo filipino un «don muy grande, que a mí personalmente me enriquece mucho: y es que tienen una fuerza interior muy grande, una resilencia, capaces de superar tifones, inclemencias naturales y vivir con lo esencial, con lo necesario». Y todo ello, subrayando que «el pueblo filipino es un pueblo muy sufrido, donde la mayoría de la población es bastante pobre», donde «hay muchos jóvenes y muchos niños», con «familias normalmente muy grandes, de muchos miembros».

«Nosotros nos dedicamos al anuncio del Evangelio, a la formación, sobre todo de los jóvenes, de las familias, dando retiros, convivencias, catequesis, todo lo que tiene que ver con la pastoral y con el anuncio de Jesús, y para que ellos mismos sean misioneros», señala. «Hay un despertar nuevo del don del bautismo, de ser discípulos y misioneros de Jesús», señala Ana Palma.

«Un sueño muy grande»

Para llevar la evangelización a todos, en este caso en Filipinas, la comunidad de Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios intenta sacar adelante un «sueño muy grande»: construir un centro misionero, para el que ya cuentan con un terreno que les ha donado una familia.

Se convertirá también en casa de formación para el noviciado y en lugar de encuentro para la evangelización, tanto de Filipinas como de los países cercanos como Japón o Corea del Sur, ya que contará con una capilla y un salón multiusos, «para tener un espacio donde podamos hacer las actividades, para los jóvenes y las familias».

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