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La cruz inaplazable de la Iglesia en Nicaragua

En la comunión con los cristianos de Nicaragua podemos comprender lo inaplazable que es, también para nosotros, seguir a Jesús

Actualizada 14:19

Desde el 4 de agosto, Mons. Rolando José Álvarez, obispo de Matagalpa, está bajo arresto domiciliario en la curia de su diócesis, un acto más en la escalada del acoso a la Iglesia Católica por parte del régimen de Daniel Ortega, que desde el año 2018 la tiene por el principal sostén –o instigador, según los sandinistas– de las manifestaciones cívicas que han venido exigiendo que la calidad de la democracia no se resienta bajo su mandato presidencial.

Ya va a hacer dos meses de una brevísima consideración de Monseñor Álvarez, transmitida a través de la cuenta oficial del obispo y diócesis de Matagalpa en twitter: «La Cruz es inaplazable». Si uno examina su biografía, no resulta difícil entender las implicaciones de sus palabras. De 55 años de edad, le tocó vivir en su Managua natal bajo el régimen sandinista de los ochenta. Ya entonces se negó a prestar el servicio militar, siendo apresado y su familia acosada. Con 20 años tuvo que huir a Guatemala. Ahí, bajo esas circunstancias de persecución, maduró su vocación sacerdotal. Con ocasión de las manifestaciones del año 2018, formó parte del equipo mediador de la Conferencia Episcopal en el fallido Diálogo Nacional entre el régimen de Ortega y la oposición. Con el Diálogo aún en marcha, se inició la represión, y ya en un segundo intento de mesa negociadora, Monseñor Álvarez fue directamente vetado por el régimen. No fue vetada la Iglesia en su conjunto, sino aquellos que, desde la Iglesia, han apelado públicamente por el respeto de los Derechos Humanos en un régimen cada vez más degradado. Ha sido acosado por los medios de comunicación afines al régimen, presentado con frecuencia como «el mal llamado sacerdote» y como alguien que violenta el mandato del amor, en un intento del régimen sandinista de salvaguardar, por lo visto, la pureza del evangelio y del sacerdocio de hombres como él.

El arresto domiciliario que le sorprendió la tarde del 4 de agosto, cuando se disponía a salir a celebrar la Eucaristía en la Catedral, es una vuelta de tuerca más en un intento de silenciar su ministerio, intrínsecamente unido a la defensa de la dignidad del hombre y su libertad. Tras clausurar los canales de radio de la diócesis, el siguiente paso ha sido impedirle poder desplazarse para predicar en público. El régimen de Ortega asegura que se está preparando su procesamiento por ser instigador de las manifestaciones del 2018 y como incitador a la violencia.

«La Cruz es inaplazable». Solo quien ha pasado por el sufrimiento como evento que ha abierto a la gracia entiende el sentido de la cruz, de esa Cruz con mayúscula que habla de la transformación del sufrimiento en motivo de bienaventuranza. Abrazar la cruz, la dificultad que viene por la toma de decisiones de conciencia, es algo a lo que todo cristiano se ha de enfrentar como testimonio de una misma vida que la del resto de los hombres, pero acogida con un significado nuevo. Para el creyente, esa aceptación de las consecuencias de sus decisiones o de las decisiones de otros que afectan su integridad es, en determinados momentos, el único camino posible para seguir a Jesús. Porque a Jesús también se le sigue a casa de Anás, al Pretorio y al Calvario, y esos momentos – tres o cuatro verdaderos cruces de camino en la vida – cuando se presentan, son inaplazables.

Monseñor Álvarez seguirá su camino marcado por la incertidumbre y bajo la cruz. Pero no es el único protagonista de esta historia. Los cristianos de Nicaragua están puestos ante la asunción de un sufrimiento objetivo o del silencio, midiendo cada uno sus fuerzas. Podemos ser testigos saturados de este y otros muchos dramas, y dejarlo pasar sin más. O encontrar en la comunión con ellos una mejor comprensión de lo inaplazable que es, también para nosotros, seguir a Jesús.

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