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mañana es domingoJesús Higueras

«Inmediatamente dejaron las redes y le siguieron»

Solteros, casados, enfermos y sanos somos llamados por el Señor a no anteponer nada a su amor

Actualizada 14:17

La vida es un riesgo en la medida en que nada ni nadie puede asegurarnos el futuro. El ser humano está llamado a realizar su existencia y a tomar las decisiones más importantes sin tener todas consigo, es más, los grandes personajes de la historia se caracterizaron por saber arriesgar su comodidad personal, su prestigio o su fortuna por una apuesta en aquello en que creían. Así sucede también con los primeros apóstoles: inmediatamente dejaron sus redes, es decir, sus trabajos y sus hogares con todo lo que esto supone de seguridad para seguir a Aquel que les prometía ser pescadores de hombres. También sucede ahora que toda persona que se plantea un seguimiento completo de Cristo debe necesariamente saber dejar atrás las cosas buenas que le atan y mirar al futuro, confiando exclusivamente en el poder de las promesas del Señor, es decir, en el poder de la gracia santificante que se nos da cuando respondemos a su llamada. Pero no pensemos que este texto evangélico va dirigido tan solo a aquellos que tienen vocación a la vida dedicada exclusivamente a Cristo, pues todos: solteros, casados, enfermos y sanos somos llamados por el Señor a no anteponer nada a su amor y estar dispuestos a salir de nuestro espacio de confort para dar la vida por Él. Siempre supondrá un riesgo ser discípulos de Jesús, pues somos muy conscientes de nuestras debilidades y el miedo al fracaso o al ridículo se convierte muchas veces en un mal consejero que nos insta a no movernos del lugar en el que nos hemos estancado. Cuántas personas abandonan el camino de la santidad cristiana porque consideran que su debilidad es más poderosa que el poder de Dios, cuántos hombres han dejado de cumplir sus sueños más bellos porque creen que sus defectos personales serán un impedimento para cumplir sus metas. Cuando en la vida el miedo es el único consejero aparece la mediocridad y la rutina que hacen al hombre vivir una existencia aburrida y vacía, pues, tal y como nos recuerda el apóstol San Pablo, antes de crear el mundo Dios nos llamó a la vida para que fuésemos santos ante Él por el amor. Es por esto que todos, en la medida de nuestras circunstancias, tenemos un proyecto en la vida que realizar, sabiendo que nuestro peor enemigo es la comodidad, esa pereza consentida que nos hace incapaces de ser valientes, de arriesgar nuestra vida y tomar las decisiones oportunas para llegar al extremo del amor.

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