El Efecto Avestruz
Ignacio Saavedra, experto en Tolkien: «Hay más verdad en un buen cuento de hadas que en 800.000 telediarios»
El profesor de la Universidad CEU San Pablo reflexiona en El Efecto Avestruz sobre el legado del autor de El señor de los anillos
¿Qué luces puede aportar la obra de J.R.R. Tolkien al mundo contemporáneo? Para Ignacio Saavedra, profesor de la Universidad CEU San Pablo y experto en el autor de El señor de los anillos, muchas. El también investigador visitante en la Universidad de Oxford aborda esta cuestión en el nuevo capítulo de El Efecto Avestruz, la serie de entrevistas de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP).
–Tolkien creía que los mitos no solo pueden arrojar luz sobre el pasado, sino también sobre el presente.
–Yo creo que todo empieza en el cuarto capítulo de Ortodoxia, de G.K. Chesterton. Aunque no hemos conseguido comprobar que inspirase directamente a Tolkien, es la hipótesis más razonable: en él, Chesterton habla de la sabiduría que él adquirió en las historias que le contaba su niñera, y prefigura la idea de que puede haber mucha más verdad en un buen cuento de hadas que en 800.000 telediarios. Tolkien retoma esta idea en su ensayo Sobre los cuentos de hadas, donde desarrolla su idea sobre cómo se puede acceder a la verdad a través del mito, de un modo más profundo.
–Tolkien habló sobre los cuentos de hadas antes de publicar El señor de los anillos. ¿La novela es una puesta en práctica de esta idea?
–Diría que es el ejemplo práctico de la teoría de Chesterton, porque en Ortodoxia él echaba en falta un cuento contemporáneo poderoso, comparable a Homero, que demostrase que a través de una buena historia se puede acceder a la verdad, quizá mejor que de cualquier otro modo. En El señor de los anillos hay dragones, hobbits y orcos: nada que ver con el mundo real, y a la vez absolutamente real en el sentido profundo, metafísico, de la palabra.
Tolkien fue una especie de pionero del ecologismo
–Si esto es así, ¿qué podemos aprender de El señor de los anillos?
–Por ejemplo, podemos aprender sobre su visión del heroísmo. Los héroes del legendarium de Tolkien son muy distintos a los que, por desgracia, predominan hoy en las pantallas, grandes o pequeñas… Probablemente, porque Tolkien recoge el legado de su vastísima cultura y sabe combinar el elemento cristiano y el elemento pagano, donde había también algo que podía ser salvado. También podemos aprender sobre el amor a la naturaleza.
–En los 60 hubo quien quiso ver a Tolkien como un referente hippie…
–Sí, fue una especie de pionero del ecologismo, pero en el fondo es una consecuencia lógica de su catolicismo. Yo creo que lo que estaba haciendo Tolkien era aplicar la doctrina cristiana a nuestra relación con la naturaleza, en la línea de lo que el Papa Francisco ha hecho con Laudato Si. Tolkien amaba a los árboles porque veía en ellos un regalo de Dios, algo a custodiar, y por eso sufría cuando veía algún ejemplar especialmente hermoso que se moría.
–Leyendo El señor de los anillos, me sorprendía la ausencia de cinismo… ¿Es intencionado?
–Efectivamente, en la Tierra Media no hay cinismo; concretamente ese cinismo que nos rodea habitualmente a través de las pantallas que sean. Probablemente, sea porque Tolkien tuvo que hacer una especie de doble salto mortal con tirabuzón después de la Primera Guerra Mundial, en la que participó como soldado. Fue un horror de tal magnitud que muchos intelectuales se fueron directamente al nihilismo… pero Tolkien no solo no participó de este pesimismo, sino que se dio cuenta de que no había término medio. O uno se deja llevar por la tristeza y el nihilismo más absoluto o se va al extremo contrario: la esperanza. El Señor de los Anillos es un mundo en el que, cuando se encuentran dos elfos, dicen «elen síla lumenn’ omentielvo», que significa: «Una estrella brilla en la hora de nuestro encuentro».
–¿Esta mirada de esperanza no es acaso un escapismo de la realidad?
–A Tolkien se le ha acusado de escapista y a sus lectores, de evadirse de la realidad, de refugiarse en un mundo irreal. Pero en el citado ensayo Sobre los cuentos de hadas, Tolkien defiende que hay un cierto escapismo bueno: ¿acaso nos extrañaría que alguien que está encerrado en una prisión no soñara con escapar algún día? Estamos en una prisión materialista, y la respuesta –la mirada de esperanza– en última instancia viene de la fe: es la respuesta radical al encierro, y lo que nos va a liberar.
–En este sentido, ¿qué relación hay entre la vida de fe de Tolkien y su obra?
–Junto con Chesterton y C.S. Lewis, se podría decir que Tolkien contribuyó mucho a una especie de bautismo de la imaginación. A principios del siglo XX, lo que necesitábamos era un antídoto contra el racionalismo, y eso solo podía venir a través de una imaginación iluminada por la fe y por la búsqueda de la verdad y la belleza. Tolkien llevó esto a su obra, a su pensamiento y, por supuesto, a su vida. Por ejemplo, El hobbit nació de su preocupación por contar historias a sus hijos, y enseñarles qué es la vida a través de historias de ficción.