Qué dice el 'Te Deum', la oración milenaria que la Iglesia propone rezar al terminar el año
La tradición dice que fue compuesta por san Ambrosio y san Agustín, y su letra ha inspirado a compositores como Mozart, Händel o Verdi, e incluso para el himno que suena en Eurovisión
Es perfectamente compatible con las 12 uvas, las cenas en familia, las fiestas de cotillón y especialmente con las ropas de gala. Pero, junto a todas estas costumbres tan propias del 31 de diciembre, la Iglesia recomienda añadir una tradición extra —que es, en realidad, mucho más antigua que todas las demás— para despedir el año: el rezo del Te Deum.
Esta oración de acción de gracias ante un año que termina es, a la vez, una ayuda para encarar el futuro «con viva conciencia de la fugacidad del tiempo» y para «dar gracias a Dios por todos los dones que nos ha concedido», tal y como la definió Juan Pablo II el 31 de diciembre de 2004, es decir, hace justo dos décadas y en la que sería su última Misa de Fin de Año, pues fallecería en abril del 2005.
Un origen legendario
Su origen se remonta a los primeros tiempos del cristianismo. Durante siglos su autoría fue atribuida a san Agustín, que la habría transcrito al escucharla brotar, por inspiración del Espíritu Santo, de labios de su maestro san Ambrosio. La leyenda, incluso, matiza que Ambrosio la había pronunciado en el mismo momento en que bautizaba al santo de Hipona, convertido ya de su mala vida gracias, en buena medida, a las oraciones de su madre santa Mónica.
Los estudios más recientes, sin embargo, se la atribuyen a otro santo coetáneo de los dos anteriores: un monje griego llamado Nicetas de Remesiana, que vivió en Serbia en el siglo IV d.C.
Para Mozart, Isabel II y Eurovisión
Lo que es seguro es que el Te Deum, cuyo nombre proviene de las dos primeras palabras con que arranca en latín, es uno de los himnos litúrgicos que ha inspirado algunas de las composiciones musicales más célebres de todos los tiempos. Mozart, Händel, Haydn, Verdi o Dvorak son algunos de los grandes maestros que lo han versionado a lo largo de los siglos.
Otros, paradójicamente, han alcanzado la fama musical gracias a sus versiones, como el británico William Walton, cuyo Te Deum sonó en las coronaciones de Isabel II y, hace poco más de un año, en la de su hijo Carlos III, o el francés Charpentier, hoy sobre todo conocido porque su preludio del Te Deum ha sido adoptado por la Unión Europea de Radiodifusión como sintonía de Eurovisión.
¿Qué dice el 'Te Deum'?
Como el resto de los grandes himnos de la liturgia, el texto original del Te Deum está compuesto en latín. Sin embargo, para aquellos que quieran rezarlo este 31 de diciembre, tal vez sea más cómoda la traducción aprobada por la Conferencia Episcopal Española.
'Te Deum', en español
a ti, Señor, te reconocemos.
A ti, eterno Padre,
te venera toda la creación.
Los ángeles todos, los cielos
y todas las potestades te honran.
Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios de los ejércitos.
Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad de tu gloria.
A ti te ensalza el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.
A ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra, te aclama:
Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, defensor.
Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana sin desdeñar el seno de la Virgen.
Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el Reino de los Cielos.
Tú sentado a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.
Creemos que un día has de venir como juez.
Te rogamos, pues, que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
Haz que en la gloria eterna
nos asociemos a tus santos.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.
Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.
Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.
Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
En ti, Señor, confié,
no me veré defraudado para siempre.