Sociedad
Tocar fondo antes de los 18: «Primero fueron los porros, luego las pastillas, la coca...»
La Comunidad de Madrid ofrece un programa para combatir el consumo de sustancias tóxicas para los menores y jóvenes internados en los centros de reeducación y reinserción
Con solo once años, Z. perdió a un familiar que la llevó al internamiento en centros de menores. A los trece, su madre entró en prisión y ella comenzó a probar las drogas. «Primero fueron los porros, luego las pastillas, la cocaína…». Hace unos meses, tocó fondo y decidió apuntarse al programa de intervención especializado por consumo de sustancias tóxicas de la Agencia para la Reeducación y Reinserción del Menor Infractor (ARRMI) en el centro de El Lavadero, donde se encuentra en régimen semiabierto.
Este es uno de los programas que ofrece la Comunidad de Madrid en los centros de ejecución de medidas judiciales adscritos a la ARRMI. Están dirigidos a internos sometidos a medidas de internamiento cuyas necesidades personales aconsejan apoyo terapéutico por consumo de drogas. En El Lavadero, situado a pocos kilómetros de la ciudad, hay 48 menores y jóvenes que cumplen medidas judiciales, de los cuales 13 de ellos se han acogido a este programa.
«El programa consta de tres tipos de intervención», explica Juana Mateo, directora de este centro. «Primero se trabaja en la adicción del menor, en su consumo; luego hay una parte individualizada con los terapeutas de enlace; y finalmente una escuela de padres en la que nos exponen sus dificultades y los profesionales les ayuda».
«Es muy importante que abandonen comportamientos que han tenido antes de su ingreso, que tengan un ocio saludable, que tengan un encauzamiento en los estudios y que salgan con un proyecto de futuro», añade.
Los menores acceden a estos programas voluntariamente, requisito fundamental para luego realizarles pruebas toxicológicas, y los resultados son espectaculares. «De 5.000 pruebas que hacemos al cuatrimestre, nos salen 5 o 6 consumos, lo que muestra el éxito del programa. Tenemos chicos que entraron con consumos exagerados y muchos delitos que, durante 18 meses, no han tomado nada», revela la directora de El Lavadero.
En el caso de Z., acaba de renunciar al programa ya que está a punto de salir y quiere acostumbrarse a seguir por su cuenta «y no por miedo a unas pruebas». Quiere pedir el régimen abierto para compaginarlo con los estudios de cocina y espera poder encontrar trabajo en unos meses.
«Mucha gente lo ve como un castigo, pero viene genial. Entré consumiendo muchísimo y sin hacer nada y saldré de aquí limpia y con un trabajo. Si lo quieres aprovechar, ayuda mucho», asegura.
Y., por su parte, sigue en el programa. Hace un tiempo se fugó y acabó volviendo en las peores condiciones, como recuerda Mateo. Ahí decidió apuntarse. «Llevo seis meses sin consumir. Las ganas no se van, pero no lo voy a dejar ya que tengo miedo de que algún día vuelva a caer», comenta.
A diferencia de su compañera, Y. se encuentra en régimen cerrado y espera retomar sus estudios cuando acabe la medida judicial. Le gustaría estudiar un Grado Medio para trabajar en centros como El Lavadero, «para ayudar a gente como yo».
Caldo de cultivo
Mateo comenta que los casos que encuentran son terribles, algunos que se han iniciado con solo 9 años. «Empiezan con consumos esporádicos, luego viene el fracaso escolar, no cumplen los horarios en casa y acaban uniéndose a grupos con mayor acceso a las drogas. Van del cannabis a la cocaína, al éxtasis y luego a todo lo que venga. Y eso no hay quien lo pague», lamenta.
El trayecto de estos chavales suele ser, por lo general, muy parecido, con problemas de consumo de sustancias, desfase curricular, componentes agresivo-violentos y mala utilización de las redes sociales. Es el caldo de cultivo perfecto para la comisión de delitos y para las bandas juveniles.
Diego López del Hierro, director de la ARRMI, explica que el consumo de drogas «empuja a acelerar otros factores de riesgo que se conjugan en este tipo de población». «Con el modelo de intervención que aplicamos, atacamos esos factores de riesgo: si tienen un desfase curricular, les buscamos experiencias de éxito; creamos una confianza en sus capacidades que les ayude a desvincularse de los grupos violentos. Y con el consumo de sustancias es lo mismo. Todo esto neutraliza el componente violento y la posible reincidencia cuando termine la media judicial».
Residentes en Gijón y Madrid