Lo 'woke' contagia la tradicional literatura francesa por un «lector sensible» infiltrado en el Goncourt
El finalista canadiense Kevin Lambert, contrató a uno de estos «censores» para no caer «en algunas trampas de la representación de las personas negras por autores blancos»
Kevin Lambert, escritor canadiense de Quebec, autor de la novela Que Nuestra alegría permanezca, finalista al Premio Goncourt, el más prestigioso de las letras francesas, contrató a un «lector sensible» para no caer «en algunas trampas de la representación de las personas negras por autores blancos», según admitió el propio escritor.
Lo woke haciendo su entrada sigilosa en el tradicional feudo de la literatura francesa, renuente a esta práctica común en Canadá y Estados Unidos, foco principal del revisionismo, la ideología de género y las nuevas cuestiones raciales en el mundo. Lambert anunció en Instagram su secreto como quien anuncia que ha inoculado veneno en un río, aunque se han producido reacciones de todo tipo, estas han sido mayormente contrarias.
La lectura sensible, al contrario de lo que dicen los reaccionarios, no es una censuraFinalista del Premio Goncourt
El lector sensible, en este caso la lectora, ha sido la poetisa quebequesa de origen haitiano Chloé Savoie-Bernard: "Chloé se ha asegurado de que yo no diga demasiadas tonterías, que no caiga en algunas trampas de la representación de las personas negras por autores/as blancos/as”, argumentaba el convencido autor sobre este particular en sus redes sociales:
«La lectura sensible, al contrario de lo que dicen los reaccionarios, no es una censura. Amplifica la libertad de escritura y la riqueza del texto. Para mí no hay ninguna duda y tengo la intención de trabajar de esta manera en todas mis próximas novelas». A la aportación ideológica contraria a la libertad literaria contestó Nicolas Mathieu, premio Goncourt 2018:
«Convertir en la brújula de nuestro trabajo a profesionales de las sensibilidades, a expertos en estereotipos, a especialistas en lo que se acepta o se osa en un momento dado: he aquí algo que, como mínimo, nos deja circunspectos. Los escritores, debemos trabajar y asumir nuestros riesgos, sin supervisión ni policía». Fue la primera y contundente oposición a la autocancelación de Lambert, a la que restó importancia el presidente de la Academia Goncourt, Didier Decoin, quién aseguró que esta era una práctica que se podía llevara a cabo o no, con plena libertad.
En el mismo sentido Mathieu, sin embargo, se refirió Pierre Assouline, miembro del jurado del Goncourt, quien, en declaraciones a El País, dijo que «Hacer leer a un amigo para tener su opinión, todo el mundo lo ha hecho, y hacérselo leer a su editor para que lo edite, también. Pero hacérselo leer a alguien por razones étnicas, raciales o comunitarias, esto no es posible».
Unas declaraciones que marcan el sentido de la política editorial general en Francia, donde se rechazan como principio estas revisiones que han afectado y afectan no solo a las novelas de nueva creación, sino también a los clásicos. Canadá, del mismo modo que en otros ámbitos, es pionera en la implantación de la ideología woke, que en este caso ha cruzado el océano para adentrarse por un pequeño agujero en la línea Maginot de la literatura francesa contra el totalitario invasor.