Fernando Adrián abre por tercera vez la Puerta Grande de Las Ventas
Con su entrega y sus estocadas, vence el justo enfado del público por la flojedad de los nobles toros de Garcigrande
Concluye la serie continuada de festejos de San Isidro con la corrida extraordinaria de la Beneficencia. Inicialmente, tenía esa finalidad benéfica que fue tan importante en el nacimiento de la Tauromaquia moderna, en el siglo XVIII. Luego, se convirtió en una de las Fiestas taurinas más solemnes del año, junto con la del Domingo de Resurrección de Sevilla. Tradicionalmente, la preside el Rey, desde el Palco Real, y luego recibe a los diestros que han actuado. Como este año no puede hacerlo, presidió desde allí la corrida de la Prensa y esta tarde ha ocupado el Palco Real la Infanta Elena, notoria aficionada, a la que los dos diestros brindan su primer toro. Una vez más, la Plaza se llena.
La ausencia de Morante, totalmente justificada, supone un golpe duro para la Fiesta, comenzando por esta corrida. Recordemos que Fernando Adrián entró en este cartel en el último momento, como solución a los problemas que planteaba contratarle para San Isidro.
Anunció la Empresa que intentaría contratar, como es lógico, a uno de los triunfadores de la Feria. El problema es que el triunfador indiscutible, Borja Jiménez, esa tarde torea en la provincia de Almería. Pensé yo que se le ofrecería el puesto a David Galván, la revelación, que tan buena impresión dejó en sus dos actuaciones y que el público acogería muy bien. Entre los que han dejado buen sabor en la Feria, también habría podido llamarse a Miguel Ángel Perera, Daniel Luque, Manuel Escribano… Creo que varios toreros han hecho méritos para eso. También se podía recuperar a algún diestro veterano que ha quedado fuera de los carteles de esta Feria, como El Cid o Curro Díaz, que lo merecen por su trayectoria y a los que siempre ve con gusto la afición madrileña. O dar una oportunidad a uno de los jóvenes que la esperan…
En todo caso, aceptemos el mano a mano de dos diestros que fueron triunfadores el año pasado. Castella, en su reaparición, está toreando mucho mejor que antes, con mayor frescura, aunque sigue pecando de alargar las faenas. Y Fernando Adrián va a poner toda la carne en el asador para demostrar que su éxito de la pasada Feria no fue casual: abrió dos veces la Puerta Grande en San Isidro; y, con admirable regularidad, lo repitió las 15 tardes en que toreó, la anterior temporada.
Garcigrande es, sin duda, una de las mejores ganaderías actuales (fue la favorita de El Juli, por ejemplo) . Lidia muchas corridas –nada menos que 69 reses, la temporada pasada– y eso puede desembocar en cierta irregularidad. Esta tarde, los toros han mostrado gran nobleza pero varios han pecado de una flojera que el sector exigente del público madrileño no admite, y hace bien. El remiendo de El Pilar, deslucido.
El primer toro sale suelto pero mete la cabeza estupendamente, Castella traza suaves verónicas de recibo. El toro acude alegre al caballo pero apenas lo pican. «¡Hay que picar!», gritan, con razón. También se luce en el vistoso quite Adrián; y, en la réplica, Castella. El toro es pronto, alegre, bonancible, aunque tenga las fuerzas justas. Se nota que el diestro disfruta conduciendo por los dos lados las templadas embestidas aunque los exigentes protestan, mientras el resto de la Plaza aplaude. Con el toro humillado y distraído, pincha dos veces antes de la estocada y suena el aviso. Saluda Castella con división y se aplaude mucho al toro: su nobleza ha sido tan notoria que ha perjudicado a la valoración de la faena.
El tercero, de El Pilar, hace brava pelea en el caballo, metiendo los riñones, pero queda corto, en capote y muleta.
Se luce José Chacón con los palos, como suele. Castella comienza por bajo, para enseñarle a embestir, pero eso agrava su flaqueza. Aunque la técnica del diestro es correcta, el toro es soso, queda corto, no dice nada. Hace bien en no prolongar el trasteo: logra la estocada a la segunda.
El quinto va bien al caballo y embiste largo, con nobleza, pero también flaquea: aumentan las protestas, aunque Chacón lidia con maestría. Con este toro, el correcto trasteo de Castella carece de emoción. Protestan tanto que el diestro, respetuosamente, llevándose la mano al corazón, les pide un poco de paciencia, que esperen un poco… Reaccionan algunos, aplaudiendo, pero el toro sigue igual de flojo y la faena carece de emoción. Con este toro, aquí, prolongar el trasteo no tiene sentido. Mata con facilidad y, sorprendentemente, el flojo toro se resiste a doblar, con una muerte de bravo.
También es muy noble el segundo pero justo de fuerzas: «la tonta Clarita», recuerda un aficionado la expresión que usaba su padre. O «una Hermanita de la Caridad», añado yo. Lo recibe Adrián con cuatro faroles de rodillas, en tablas. Apenas lo pican pero rueda por la arena varias veces, quitando mérito a los buenos naturales del diestro. Con este toro, se le ve sobrado (igual que a Castella con el anterior). Ya sabemos que lo demasiado dulce empalaga. Lo arregla el torero con un arrimón final, que provoca fuerte división, y todo el repertorio de moda: espaldinas, bernadinas… Mata muy bien, hasta la mano. Aunque algunos protesten, la mayoría pide la oreja, que se concede. (En otros cosos, hubieran sido dos).
Recibe Fernando con delantales al cuarto, que humilla. Lo cuidan en el caballo pero pronto flaquea y surgen protestas. En los primeros muletazos, se derrumba: bronca general. De nada sirve que Adrián muletee con suavidad, mientras suena fuerte el grito «¡Toros!». Aunque el toro sea flojo, no me gustan los olés en broma. Hace bien el diestro en cortar pronto y vuelve a demostrar su seguridad con la espada.
Recibe al sexto Fernando sin probaturas, con verónicas cargando la suerte. Eso demuestra su disposición pero también indica cómo salen ahora algunos toros: antes, esa forma de recibirlo, sin pararlo ni probar su embestida, hubiera sido impensable. Como sus hermanos, el toro acude alegre al caballo pero la gente está con la mosca detrás de la oreja, por si asoma su debilidad. Levanta los ánimos Ángel Otero, con un gran par de banderillas. El toro va largo y humilla. Brinda al público. En el centro del ruedo, de rodillas, une espaldinas con derechazos, poniendo a la gente de pie. Dándole distancia, el toro acude con alegría y casta, se lo enrosca a la cintura: los muletazos no son perfectos pero tienen entrega y emoción. Ha logrado cambiar el gesto enfadado de la gente. Remata con vistosos ayudados por bajo; uno de ellos, de rodillas. Resbala al entrar a matar y la espada queda muy defectuosa pero en seguida lo corrige con otra rotunda estocada: nueva oreja y salida en hombros.
Las conclusiones son muy claras: además de nobleza, en Las Ventas se exige que los toros tengan fuerza y casta. Me alegra, por supuesto, que Fernando Adrián repita su éxito del pasado San Isidro. Su gran mérito: ha logrado vencer el justo enfado del público por la flojedad de varios toros. No me gusta una parte de su repertorio, el que ahora está de moda, aunque eso le ayude a triunfar en muchos ruedos. Ha triunfado esta tarde con dos armas: la entrega absoluta y la verdad indiscutible de su espada. Sobre esas dos bases, puede construir su carrera como matador de toros.
Postdata
En junio de 2022 falleció Andrés Vázquez, uno de los diestros más queridos de la afición madrileña. Con Antonio Bienvenida y con los toros de Victorino Martín, representaron los tres la defensa del clasicismo y la autenticidad. Andrés le cortó las orejas al gran toro Baratero y fue el primer matador que se atrevió a encerrarse, en Las Ventas, con seis victorinos.
Andrés, que me llamaba siempre «tocayo», me dijo una vez que había decidido festejar su ochenta cumpleaños toreando un festival en la Plaza de Zamora, su tierra. Algo semejante habían hecho también, entre otros, El Papa Negro y Luis Fuentes Bejarano. Pero él decidió lidiar esa tarde una res de Victorino Martín. (Lo cuenta Lucas Pérez en su interesante libro Otras 300 anécdotas taurinas, que acaba de publicarse).
Con legítimo orgullo, me contó luego que, a sus ochenta años, mató al victorino clavando la espada en dos tiempos, para espanto de El Viti, su querido amigo. Y añadía Andrés Vázquez, con rotunda sencillez: «Hubiese preferido que me matase un toro en el ruedo a ser testigo de cómo muere la Tauromaquia».
Así son los toreros de verdad, y no unos sádicos torturadores, aunque algunos incultos Ministros no quieran enterarse...
ficha
- Madrid. Feria de San Isidro. Corrida de Beneficencia. Lleno. Toros de Garcigrande, muy nobles pero flojos; 3º, de El Pilar, deslucido.
- CASTELLA, de lila y oro, dos pinchazos y estocada (aviso, saludos con división). En el tercero, pinchazo, estocada y descabello (palmas). En el quinto, estocada (silencio).
- FERNANDO ADRIÁN, de blanco y oro, gran estocada (oreja). En el cuarto, buena estocada (palmas). En el sexto, pinchazo y gran estocada (oreja y salida en hombros).