
José Bretón custodiado por la Policía
El libro de Luisgé Martín sobre el asesino Bretón: un despropósito que ha terminado con la obra suspendida
La madre de los niños Ruth y José denuncia el libro ‘El odio’, donde Luisgé Martín trata de construir un perfil psicológico de Bretón, y la editorial suspende su publicación
La noticia de que la madre de Ruth y José –los niños de seis y dos años asesinados por su padre, José Bretón, en 2011– ha denunciado al escritor sanchista Lusigé Martín por su libro El odio, no puede sorprender.
La información adelantada por El País es la prueba de que Luisgé Martín –que llegó a trabajar para el presidente del Gobierno escribiéndole los discursos, y personaje habitual de los círculos culturales de izquierda– sobrepasó con creces los límites de la decencia al dar voz a un asesino despreciable como Bretón sin importarle el dolor que pudiera causar a la madre, Ruth Ortiz, y el daño que pudiera ocasionar a la memoria de los pequeños.
Ruth Ortiz, señala la información de El País, ha denunciado ante la Audiencia Provincial y la Fiscalía de Córdoba la publicación del libro, editado por Anagrama, y reclama la paralización de su publicación al considerar que la obra supone una intromisión ilegítima del derecho a la intimidad y la propia imagen de los niños.
Según la demanda, apunta dicho diario, la madre ha asegurado que la obra le ha ocasionado «un tremendo dolor y nuevos daños psicológicos».La editorial Anagrama no tardó en reaccionar y ha anunciado que suspende provisionalmente la publicación del libro hasta que se aclaren los posibles problemas legales.
El odio, que la editorial presenta como un intento de «descifrar la mente de un asesino», «un libro perturbador sobre un crimen atroz», busca crear un perfil psicológico y biográfico del cruel asesino José Bretón y las motivaciones que le llevaron a matar a sus hijos.
En el libro, Bretón reconoce –es la primera vez que lo hace– que asesinó a sus hijos pero, aún peor, lo justifica y asegura que no lo hizo como venganza contra su mujer por abandonarlo, sino por el bien de los menores, para que no se criaran con la familia de la madre, a la que considera tóxica. Aunque inmediatamente asegure que se arrepiente.
La obra de Luisgé Martín roza la ignominia al ofrecer detalles del caso que hieren la sensibilidad hasta de los estómagos con callo más duro, como cuando Bretón describe cómo machacó las pastillas de Orfidal, las disolvió con agua y azúcar y se las dio a beber a los niños para que no sufrieran, afirma, al ser asesinados…
Otro aspecto nauseabundo del libro de Martín es el artículo que publicó, a modo de resumen, en El Confidencial donde asume una actitud condescendiente con Bretón. Habla de un intercambio de epistolar donde el asesino muestra arrepentimiento y, como resultado, el escritor se pregunta si ese arrepentimiento será sincero o un intento de manipulación.
La denuncia de la madre y el anuncio de que se suspende la publicación del libro muestra el absoluto despropósito y la profunda inmoralidad de tratar de alimentar el ego de un escritor instrumentalizando el dolor de una madre y dando voz a un asesino.
Bretón cumple en este momento una condena de 40 años de cárcel por el asesinato de sus hijos en la finca de su propiedad en Las Quemadillas (Córdoba) tras la condena de la Audiencia Provincial de Córdoba, con agravante de parentesco, premeditación y crueldad.
Luisgé Martín, en un arrebato de soberbia, ha tratado de presentarse como un nuevo Truman Capote decidido a convertir el caso Bretón en un A sangre fría a la española. Pero el tiro le ha salido por la culata y se ha convertido en un ejemplo más de la hediondez que emana de todo lo que rodea a Sánchez.
El escritor izquierdista ha obligado a la sociedad española a volver a lidiar con un individuo despreciable que debería estar completamente apartado de la sociedad, a quien nadie debería dar voz y del que no debería esperarse otra cosa que el cumplimiento íntegro de su pena.
Lo más triste de toda esta historia no es el ego desmedido de un protegido por Pedro Sánchez como es Luisgé Martín, sino el evidente dolor de una madre que ha perdido a sus hijos a manos del padre de los menores y que ve cómo un tercero remueve los dolorosos fantasmas del pasado con no se sabe muy bien qué intenciones.