'La letra herida': vidas creadoras, vidas rotas
Colección de ensayos biográficos y bibliográficos de Toni Montesinos sobre escritores contemporáneos, suicidas del cuerpo o del espíritu, con el objetivo de iluminar su lado más oscuro
En las últimas semanas estamos comprobando cómo ha habido un cambio de estrategia pública en el modo de reducir el suicidio en la población española. La política hasta ahora era tan sencilla como borrar todo rastro del acto. No se hacía ninguna referencia en los medios de comunicación (no hay como leer los libros de estilo de los principales periódicos para cerciorarse) y según parece, el motivo de la muerte ni siquiera aparecía explícitamente en los atestados policiales. Todo basado en la idea de que la publicidad provocaba el contagio. Parece ser que los números han crecido de tal manera que ocultarlo ya no tiene sentido, por lo que se ha pasado al extremo contrario. Creo que todos estamos viendo anuncios donde se ofrece ayuda para evitar la decisión final y en las noticias es habitual hablar de estadísticas y crecimiento.
Este primer párrafo nos sirve para ubicar este acto en su contexto y evitar frivolizar con un problema que tiene poco de literario y menos de romántico, pero que la literatura y especialmente el romanticismo han elevado a categoría artística. De hecho, el libro comienza con el texto que puso de moda el suicidio amoroso en Europa: Las penas del joven Werther de Goethe.
Toni Montesinos escribe en este volumen una treintena de ensayos literarios donde el motivo, más que el foco, está en escritores autodestructivos. Me parece apropiado el modo en el que ha agrupado a suicidas, toxicómanos y dementes, como reza el subtítulo. No lo hace por morbo malditista, sino considerando las adicciones químicas como pequeños suicidios cotidianos; como un modo pasivo-agresivo de reducir el tiempo en la Tierra.
berenice / 282 págs.
La letra herida
El título crea unas expectativas terribles. Tanto que da vergüenza leerlo en el metro. Luego, como tantas otras veces, no es para tanto. Montesinos no se regodea en la decadencia, sino que expone la vida y la obra de los autores de igual manera. Diríamos que el hilo conductor es la autodestrucción, pero sin hacer demasiado esfuerzo memorístico saldrían otros tantos autores suicidas, borrachos y drogadictos. Me refiero a que no aspira a crear un catálogo, sino a escribir sobre autores cuya complicación vital y obra le interesan. La ingente bibliografía (primaria y secundaria, que diríamos los académicos) demuestra que es una obra que viene de profundo y no es una feliz idea editorial.
Lo cierto es que al agrupar a los autores destaca la presencia de narradores norteamericanos: Fitzgerald, Hemingway, Salinger, Capote, Ginsberg, Kerouac, Bukowski, Philip K. Dick Hunter S. Thomson, Kennedy Toole y Carver están presentes. Como reconozco cierta debilidad hacia esta literatura no tengo nada que objetar, aunque más de un lector rigorista encontrará motivos para criticar la nómina. Cierto es que apenas hay poetas o dramaturgos, muy pocas mujeres y la literatura en español aparece representada únicamente por Rubén Darío y Juan Rulfo (¡no está Larra!, dirá alguno). En este mundo en el que hay que dar explicaciones por todo, me parece bien la libertad de Montesinos en elegir a quien le haya dado la gana.
Que es un libro personal, donde el trabajo literario esconde una pulsión interna, queda sugerido desde una dedicatoria que me pareció original «En olvido de mi padre, que me destruyó para siempre» y se explicita en un prólogo en el que el autor arremete sin piedad ni pudor contra la memoria de su padre. Entiendo el sentido de esa diatriba para explicar la motivación del libro, aunque me parece que el exhibicionismo inicial no se corresponde con la neutralidad del resto de sus páginas.
Terminado el libro me quedo con la duda de si es el oficio de escribir el que perturba las cabezas o son las mentes heridas las que utilizan la escritura como vía de escape más. Exige mayor esfuerzo encontrar grandes escritores contemporáneos con una vida feliz y serena que tendentes a la autodestrucción. También podría ser que nos hemos creído el relato romántico del genio marginal y antiburgués, pues hasta el siglo XVII los autores eran mucho más convencionales y para nada inferiores en calidad. El tiempo nos dará la solución.