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Portada de 'La ciudad y sus muros inciertos' de Haruki Murakami

Portada de 'La ciudad y sus muros inciertos' de Haruki Murakami

'La ciudad y sus muros inciertos': Platón y Kafka a ritmo de jazz

Murakami en estilo puro. Un juego de dualidades entre la realidad y el sueño, el alma y el cuerpo

El japonés Haruki Murakami es uno de los escritores vivos más originales. El eterno aspirante a premio Nobel ha desarrollado en su larga trayectoria literaria todo un universo narrativo con personalidad propia. En sus novelas hay trenes, soledad, gatos, niños que desaparecen, extrañas bibliotecas y canciones de los Beatles; pero su obra no se queda en motivos sino que recurre a asuntos que se repiten, se completan y se contradicen a lo largo de su obra. De todos ellos, diría que el más permanente es el del sentido de lo que entendemos por realidad. Un tema central en este libro.

Portada de 'La ciudad y sus muros inciertos' de Haruki Murakami

Tusquets (2024). 576 páginas

La ciudad y sus muros inciertos

Haruki Murakami

El libro se cierra con unas palabras del autor donde explica el proceso creador de La ciudad y sus muros inciertos. Allí nos explica que ese mismo título lo tenía uno de los primeros cuentos, que publicó en una revista allá por los años ochenta. Nunca sintió que el relato fuera completo, por lo que unos años después lo transformó en novela con el título El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas (1985). Hasta aquí el proceso nos puede parecer normal (Cortázar nos dio un ejemplo excepcional con el relato El perseguidor como germen de Rayuela); pero el japonés da un paso más con este libro. Cuarenta años después ha reescrito la historia por completo, con el título original y una trama parecida pero muy diferente. Quien haya leído El fin del mundo encontrará muchos elementos comunes (la ciudad amurallada, los unicornios, la biblioteca), y sin embargo nos equivocaríamos si pensamos que es un trabajo mejorado o la obra de alguien que se ha quedado sin ideas. A estas alturas de su vida, Murakami no tiene necesidad ni de publicar para mantener su nombre en el mercado ni, por supuesto, publicar para ganar dinero.

Esta novela tiene una fuerte influencia del jazz (de nuevo, junto con Rayuela). No solo suena jazz en abundancia, sino que la propia novela está escrita bajo ese ritmo musical. Del mismo modo que la repetición de motivos, y las variaciones sobre los mismos, es una de las características del jazz, La ciudad es una variación de una temática que se ha mantenido toda la vida del autor. Además, las escenas y los pensamientos aparecen repetidos con asiduidad en la propia novela. Un corrector minimalista que quisiera mantener la narración magra eliminaría más de doscientas páginas del libro, del mismo modo que el álbum Kind of blue de Miles Davis podría recortarse un tercio sin perder melodías. Se mantendría el relato, pero se perdería el espíritu y, por supuesto, la magia.

Una novela de envergadura suele exigir la lectura de un número extenso de páginas para dejarnos vencer por su ficción. Murakami en esta novela se lo toma con más tranquilidad debido a las reiteraciones y a una estructura narrativa con numerosos hilos paralelos. Esto puede provocar que su universo no nos alcance de forma inmediata, sino a base de lentas oleadas apenas perceptibles pero con un resultado mucho más eficaz, pues las cuerdas con las que se van creando las historias terminan atrapándonos incluso tiempo después de terminado el libro.

La protagonista de esta historia es la ciudad. Una ciudad amurallada fuera del tiempo y del espacio conocido donde el protagonista lee sueños antiguos. Murakami tiene esa capacidad de crear realidades extrañas y deshumanizadas donde lo absurdo adquiere sentido. A diferencia del universo kafkiano, dominado por el sinsentido, la deshumanización y la angustia, el del japonés es un mundo pacífico que se mueve por su propia lógica y si hay emociones dominantes son la soledad y la tristeza.

Una particularidad de esa ciudad es que para entrar hay que arrancarse la sombra que queda allende los muros y al tiempo muere. El motivo de la sombra nos lleva de la mano a la dualidad platónica, que diría se constituye como uno de las ideas esenciales del libro. La búsqueda de la unidad y la dicotomía cuerpo y espíritu así como la versión amorosa del mismo empapan toda la novela.

Murakami localiza todas sus novelas en el Japón contemporáneo, y podríamos decir que es muy oriental tanto en su estilo como en la cosmovisión que transmite. A pesar de su fama mundial, sigue escribiendo para japoneses. Con todo, su obra está profundamente inspirada en la cultura occidental, como lo son todas las referencias que hemos mencionado. El resultado es un libro original e hipnótico, todo un placer para los conocedores del japonés y una buena oportunidad para quienes les llame la atención pero aún no se hayan atrevido a leerle.

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