
Imagen de cubierta de La próxima vez el fuego
‘La próxima vez el fuego’: James Baldwin, en estado puro
Lejos de ser una excepción, supone una síntesis del pensamiento de un autor que concibió la escritura como un arma intelectual y social con la que luchar, con aguerrida militancia, a favor de los derechos humanos
Son muchos los libros escritos en un formato vagamente epistolar, a priori para un destinatario, sea una persona concreta o anónima. Pongamos como ejemplos Ética para Amador (Fernando Savater), Carta al padre (Franz Kafka), Carta a un joven novelista (Mario Vargas Llosa), Cartas a un joven poeta (Rainer Maria Rilke) o, ya puestos, Cartas a Alvarete, de Álvaro Villanueva, dedicadas a su hijo con discapacidad, que reseñé en este diario hace no demasiado.

traducción de Paula Zumalacárregui Martínez
Capitán Swing (2024). 88 páginas
La próxima vez el fuego
El último en unirse a esta dinámica es James Baldwin con su ensayo La próxima vez el fuego, articulado en dos cartas, una de ellas destinada a su sobrino, el entonces quinceañero «Big James». Y escribo «el último» consciente de mi inexactitud, pues este libro, aunque publicado recientemente por la editorial Capitán Swing (marzo de 2024), con la traducción de Paula Zumalacárregui Martínez, es una reedición de una obra que vio la luz por primera vez en 1963, y que sería publicada un año después por la editorial bonaerense Editorial Sudamericana, con traducción de Matilde Horne. Adelantemos que el título, La próxima vez el fuego, recoge el verso de una canción que alude al pacto que Dios sella con Noé tras el diluvio, recogido en Génesis 9: «El Señor dio a Noé / el arcoíris como sello. / Se acabó el agua: / ¡la próxima vez el fuego!».
¿Pero por qué Capitán Swing ha rescatado este ensayo? Yo diría que porque, más allá de que su publicación coincidiera con el centenario del nacimiento del autor (1924-1987), los temas que este aborda en él (el racismo, la búsqueda de la identidad personal y nacional, la lucha por los derechos humanos…) no tienen fecha de caducidad, y de alguna manera este pequeño libro (en cuanto a extensión) tuvo, tiene y tendrá vigencia siempre.
Baldwin fue un escritor, digámoslo así, de foco concentrado, sin aliento para la dispersión. Muy al contrario, adentrarnos en la literatura de este autor norteamericano es encaminarse hacia un discurso –narrativo o, como es el caso, ensayístico– que nos obliga una y otra vez a repensar temas como el racismo, la homosexualidad o la religión. Y La próxima vez el fuego, lejos de ser una excepción, supone una síntesis del pensamiento de un autor que concibió la escritura como un arma intelectual y social con la que luchar, con aguerrida militancia, a favor de los derechos humanos.En la citada carta a su sobrino, titulada «Tembló mi celda», Baldwin repasa su niñez, en la que rememora a su hermano (y padre de su sobrino), cuando comenzó a tomar conciencia de que era un ciudadano negro en Harlem, nieto de esclavos e hijo de madre soltera, es decir, un ciudadano de segunda en un mundo gobernado por los blancos. La otra carta, «A los pies de la cruz», mantiene el tono y el estilo de la primera, y narra, entre otras cosas, la pulsión religiosa que sintió a los catorce años, cuando, siguiendo los pasos de su padre, se convirtió en un predicador precoz de la Iglesia Pentecostal de Harlem, o su encuentro con Elijah Muhammad, momento en el que el líder de la Nación del Islam trató de captarlo para la causa, algo que no entusiasmó a Baldwin, un pájaro libre al que le gustaba tener libertad de movimientos. Pero esa renuencia no fue óbice, como vuelve a demostrar en La próxima vez el juego, para redoblar su posicionamiento a favor de la comunidad negra, a la que insta –y así lo leemos en estas páginas– a luchar por combatir el determinismo que les hace creerse inferiores a los negros.
En Baldwin, recordado por novelas como Ve y dilo en la montaña (1972) o El cuarto de Giovanni (1983), no se puede disociar al escritor de la persona. Todo en él fue, dentro y fuera de los libros, compromiso en la defensa de los más débiles (los negros, los homosexuales, los desarraigados…). Intenso, incansable e insobornable, Baldwin estuvo muy próximo a activistas como Medgar Evers, Martin Luther King y Malcolm X, tres compañeros de viaje que acabaron siendo asesinados, lo cual le provocó una profunda depresión.
No estamos ni mucho menos en el escenario social y político que se vivía en Estados Unidos en los convulsos años 60 del pasado siglo, pero esto no le resta ni un ápice de interés a La próxima vez el fuego, un libro que puede ser una magnífica entrada a la obra de un autor icónico que conviene releer cada cierto tiempo.