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Pedro Sánchez y las vicepresidentas Montero y Díaz bromean en sus escaños

Pedro Sánchez y las vicepresidentas María Jesús Montero y Yolanda Díaz, bromeando en una imagen de archivoEugenia Morago/ PSOE

La jugada política

Sánchez deja ganar a Díaz la batalla del SMI frente a Montero para salir ganando él también

El presidente da oxígeno a la vicepresidenta segunda. Su socia podrá exhibir esta victoria dentro de Sumar y, en contrapartida, seguir conteniendo la pulsión antimilitarista de los suyos

«Éste es un acuerdo que yo estaba confiada desde el primer día en que íbamos a llegar», señaló este viernes la vicepresidenta María Jesús Montero a propósito del pacto in extremis alcanzado entre ella y Yolanda Díaz para que los perceptores del salario mínimo interprofesional tampoco tributen en el IRPF durante 2025.

En efecto, desde que estalló la polémica interna en febrero, tanto en el PSOE como en Sumar sabían que acabarían llegando a un acuerdo, por necesidad. La sorpresa no ha sido ésa, sino que la perdedora haya sido la todopoderosa Montero: vicepresidenta primera, ministra de Hacienda, vicesecretaria general del PSOE y, formalmente desde febrero, también líder del PSOE de Andalucía y futura rival del presidente Juanma Moreno.

En su comparecencia de este viernes ante la prensa, Montero aseguró que era «un buen día para todos». Pero no lo es tanto para ella. Esta vez, Pedro Sánchez no la ha elegido a ella; esta vez, el presidente ha decidido sacrificar a la torre más alta de su Gobierno y de su partido después de él mismo para congraciarse con su socia de coalición. Y, sobre todo, con tal de no verse sometido a la humillación de que el Pleno del Congreso le obligara a modificar el IRPF para subir el mínimo exento y acompasarlo al SMI, como hizo el Ejecutivo motu proprio en ejercicios anteriores.

Porque ése era el riesgo real para el presidente. La Mesa del Congreso se reunió este viernes para calificar las proposiciones de ley que, en su día, Sumar, el PP y Podemos presentaron para revertir la decisión del Ministerio de Hacienda de que el SMI tributara en el impuesto de la Renta por primera vez. Aunque el Gobierno podía vetarlas argumentando que supondrían una merma de los ingresos públicos (opción que contempla la ley), Sumar amenazaba con unir sus votos a los del PP en la Mesa para levantar esos vetos. Lo que habría conducido al PSOE a una derrota segura en la tramitación parlamentaria. Así que a Sánchez no le quedaban muchas salidas.

A última hora de la mañana, Díaz fue entrevistada en La Sexta. Se mostró pletórica, aunque señaló que apenas había dormido. «Ha sido una negociación difícil, dura, pero se ha hecho justicia. El Gobierno sale fortalecido. La justicia fiscal empieza por arriba», aseguró. «Estar en el Gobierno sirve para esto. Estos debates sí merecen la pena», añadió.

Con esta cesión, además, el presidente calma las aguas de la coalición, que desde hace tiempo bajan revueltas por la división interna sobre el aumento del gasto en Defensa. Hasta el punto de que Sumar votó la semana pasada a favor de la salida de España de la OTAN y en contra de la movilización de 800.000 millones de euros por parte de la Comisión Europea. Sánchez da oxígeno a su socia y, con ello, ganan los dos: ella, porque podrá exhibir esta victoria dentro de Sumar, en medio de las cuitas por la postura maximalista de Izquierda Unida y otras confluencias sobre la inversión militar. Él, porque la contrapartida será que la vicepresidenta segunda siga conteniendo la pulsión antimilitarista de los suyos.

El enroque de Montero

El enroque con la tributación del salario mínimo siempre fue más de Montero que de Sánchez, pero el presidente dejó hacer a su número dos, que embarcó con ella a todo el ala socialista del Ejecutivo. El argumentario que desplegaron los ministros del PSOE fue que el salario mínimo es ahora un salario digno, no de subsistencia, y que nunca dijeron que su exención en el IRPF fuera infinita.

Aunque Montero tenga un poder casi omnímodo, su fama empieza a resentirse, puesto que lleva tres traspiés serios este curso. El primero lo dio en septiembre, cuando tuvo que retirar la senda de estabilidad de la tramitación parlamentaria para evitar perder la votación por segunda vez en dos meses. El segundo fue, en diciembre, el famoso paquete fiscal, que hizo a Montero sudar sangre por pactar una cosa con sus socios de derechas y la contraria con los de izquierdas. Y el tercero es éste.

La buena noticia para la vicepresidenta primera es que, al menos, no tendrá que desgastarse en la negociación de los Presupuestos Generales de 2025, porque el Ejecutivo no va siquiera a presentarlos. Aunque Díaz esté en contra: «El Gobierno tiene la obligación de presentar los Presupuestos Generales. Luego se ganarán o se perderán, pero hay que hacerlo».

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