Fachada del edificio donde se encontraba el consulado soviético en Barcelona durante la guerra civil

Fachada del edificio donde se encontraba el consulado soviético en Barcelona durante la guerra civilC. Alcalà

Historias de Cataluña

El trágico final del cónsul soviético que intimó con Companys y fue «más catalán que los catalanes»

Vladimir Antonov-Ovseenko no lo tuvo fácil, y encontró un amargo final a manos de la URSS

El cónsul soviético en Barcelona Vladimir Antonov-Ovseenko (1884-1938) es un personaje olvidado de la guerra civil española. Secretario del Comité Militar Revolucionario del Soviet de Petrogrado, desempeñó un papel importante durante la revolución de octubre de 1917, y más tarde tuvo una relación más que cordial con Lluís Companys, dado que su misión era ayudar a la retaguardia republicana, pero también aplacar a los anarquistas de la CNT-FAI y perseguir a los trotskistas del POUM.

No lo tuvo fácil, y el primero en ponerle obstáculos fue el propio Companys. Personaje conflictivo de por sí, en su imaginario particular creía cosas que no pasaban y que nunca pasarían. Quedó entusiasmado el 8 de noviembre de 1936, cuando se celebró en Barcelona el 19º aniversario de la Revolución Rusa.

Por las calles de la ciudad desfilaron entre 300.000 y 500.000 personas, en un desfile que duró cinco horas. Pasaron por la plaza de San Jaume, donde estaban Companys y Ovseenko con el brazo en alto, en el balcón de la Generalitat de Cataluña. Aquella demostración de fuerza nubló el pensamiento de Companys. Creyó que el futuro de Cataluña pasaba por ser un satélite de la URSS, porque se sentía frustrado y traicionado.

Companys consideraba que el gobierno republicano de Azaña trataba a Cataluña como una región más de España. En su imaginario consideraba que Cataluña, desde el 19 de julio de 1936, se había convertido, de facto, en una república autónoma. Dicho de otra manera, que era independiente de España. Así, consideraba que como república autónoma estaría mejor al lado de la URSS que de España.

Tensión entre anarquistas y comunistas

No era el único problema en Cataluña; también estaba la tensión entre los anarquistas de la CNT-FAI y los comunistas del PSUC. La misión de Ovseenko era ser catalizador y elemento de paz. Por eso se estableció un consulado en Barcelona, ya que en circunstancias normales la embajada soviética en Madrid hubiera servido.

Se decidió abrir un consulado que, a priori, actuaría independiente de la embajada, para darle confianza a Companys. Ovseenko debía coordinarse con el gobierno catalán, con el PSUC y con la UGT, y encontrar personas, dentro de la CNT y la FAI, dispuestas a dialogar. Esto último era muy complicado. Una serie de cartas demuestran que no tuvo las cosas fáciles.

Vladimir Antonov-Ovseenko, en una imagen de 1918

Vladimir Antonov-Ovseenko, en una imagen de 1918Wikimedia

El 11 de octubre de 1936 le escribió una carta a Nikolai Krestinsky, comisario adjunto a la dirección del Comisionado del Pueblo para Asuntos Exteriores (NKVD). En ella le informaba de la reunión mantenida con Ilya Ehrenburg, corresponsal del diario Izvestia, y con Jaume Miravitlles, comisario de propaganda del gobierno de la Generalitat.

En dicha carta afirmaba que «en este mismo encuentro el 4 de octubre (1936), Miravitlles, avanzando que quería plantear una cuestión muy delicada, expuso lo siguiente: personalmente, creía y cree que en Cataluña no hay fascismo, que aquí la guerra es contra los militares españoles y el clericalismo español (había bastante con fusilar a 500, y han fusilado a 8.000 solo en Barcelona)».

El 14 de octubre de 1936 escribía que «en el Pueblo Nuevo, cerca de Barcelona, los anarquistas han situado un hombre armado en las puertas de cada una de las tiendas de alimentación, y si no se tiene el cupón de alimentos de la CNT, no se puede comprar nada. Toda la población de este pequeño pueblo está muy excitada. Están fusilando cincuenta personas al día en Barcelona, (Miravitlles me dijo que no fusilarían a más de cuatro al día)».

«Más catalán que los catalanes»

A raíz de esto, cuando escribía a sus superiores, defendía la necesidad de estrechar relaciones con el gobierno de la República, y no solo con Companys, para hacer frente al fascismo. Este acercamiento al ideal catalán, que comprendía mejor que muchos políticos, hizo que Juan Negrín dijera de él que «es más catalán que los catalanes». Por su posicionamiento se enfrentó no solo a Negrín, sino también al embajador ruso, León Gaykis, y a muchos miembros de la NKVD.

Detalle del consulado soviético en Barcelona

Detalle del consulado soviético en BarcelonaC. Alcalà

Tras los sucesos de mayo de 1937, cuando quedó erradicado de la vida politica catalana el POUM, otra de sus misiones fue liquidar a Andreu Nin. Ovseenko tenía el consulado en la Avenida del Tibidabo, hoy número 17-19: era un edificio diseñado por Enric Sagnier, propiedad del doctor Salvador Andreu, que contaba con un búnker de 50 metros cuadrados.

La noche anterior a su traslado a Madrid, Nin estuvo cenando allí con Ovseenko. Desconocemos lo que allí hablaron, pero a la mañana siguiente lo enviaron a Madrid. Su muerte y desaparición aún es un misterio. Se cree que lo asesinaron, desollándolo, después de ser torturado en Alcalá de Henares, sobre el 20 de junio de 1937.

La muerte de Nin y su manera de actuar, contraria a la marcada por el NKVD, supusieron el fin de Ovseenko. Lo acudaron de ser amigo de Trotsky, que había sido menchevique, y toda una serie de causas inventadas, como que conspiró y se relacionó con anarquistas y trotskistas. En agosto de 1937 fue destituido como cónsul en España.

El 12 de octubre de 1937 lo arrestó la NKVD. Lo llevaron a la URSS y, para disimular o porque aún era considerado un héroe del pueblo por los sucesos de octubre de 1937, lo nombraron Comisario de Justicia, a principios de enero de 1938. Sin embargo, el 8 de febrero de 1938 el Colegio Militar de la Corte Suprema de la Urss lo condenó a muerte, «por pertenecer a una organización terrorista trotskista y por espionaje».

Lo fusilaron el 10 de febrero, en el campo de Communarka. La realidad es que lo condenaron a muerte por ser independiente del pensamiento estalinista y por ser demasiado amigo de los catalanes. En el consulado barcelonés ofrecía recepciones que nadie se perdía: porque servía un salmón de gran calidad y porque todos pensaban que Ovseenko mandaba, lo cual no era del todo cierto. Su figura fue rehabilitada el 25 de febrero de 1956.

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