Ursula von der Leyen y Antonio Costa

Ursula von der Leyen y Antonio Costa

El laberinto europeo

Estados Unidos redefine su apoyo a Ucrania y Rusia aprovecha la fatiga occidental. ¿Y la Unión Europea? Hace lo que mejor sabe: abrir la billetera de la deuda y anunciar más fondos para defensa

El orden global se reescribe al son de Yankee Doodle y los reajustes estratégicos, pero Europa sigue atrapada en su laberinto de indecisiones. Si China avanza en inteligencia artificial, Bruselas responde con una lluvia de fondos. Si la prioridad es fortalecer la industria como señaló Draghi, más dinero sobre la mesa. Si el problema es el exceso de regulación –tras años de quejas más que justificadas–, la solución es predecible: se promete pasar la podadora. Y si la ola antiwoke amenaza los Objetivos de Desarrollo Sostenible, de repente se dice que quizá haya que «relajarse» en el tempo previsto.

Mientras tanto, Estados Unidos redefine su apoyo a Ucrania y Rusia aprovecha la fatiga occidental. ¿Y la Unión Europea? Hace lo que mejor sabe: abrir la billetera de la deuda y anunciar más fondos para defensa.

Europa, atrapada en su inacción, corre el riesgo de quedar reducida a un murmullo de fondo en la mayor crisis de seguridad de su tiempo

Curioso. Se suponía que la Comisión Europea tenía planes de contingencia para cualquier escenario que pudiera traer consigo el regreso de Trump. Y, sin embargo, visto lo visto, parece que algunos detalles se les escaparon.

Pedro Sánchez reafirmó el compromiso con Ucrania en un solemne tuit hace escasos días: «Ucrania quiere la paz y Europa quiere la paz. Sin embargo, una guerra injusta no puede terminar con un acuerdo de paz injusto». Su respaldo es retórico, no estratégico. Y es retórico porque España sigue en el furgón de cola de la OTAN con un gasto militar que apenas roza el 1,3 % del PIB, una cifra que solo se sostiene sumando hasta las clases pasivas del ejército (ahí es nada, computar el gasto de los militares en la reserva). Para alcanzar el mínimo del 2 %, harían falta 10.000 millones de euros adicionales, pero el Gobierno ni quiere ni puede hacerlo: sus socios lo rechazan y su voluntad de priorizar la defensa es, en el mejor de los casos, dudosa. En definitiva, el mensaje está más movido por el rechazo a Trump y la supervivencia interna que por una verdadera estrategia.

La paradoja es evidente. Si, como dice la ministra de Defensa, Margarita Robles, «invertir en defensa es invertir en paz, en innovación, etcétera, etcétera...», entonces España es, por lógica, el país menos comprometido con la paz en Europa. Y con la innovación. Y con los etcéteras. Si fortalecer nuestra seguridad es una apuesta por la estabilidad y la diplomacia con peso, desentenderse es, en el fondo, optar por la irrelevancia y abrir la puerta a escenarios indeseados. Es de cajón.

Falta una voz firme en Europa que lidere e impulse una política exterior y de defensa común

Mientras tanto, el equipo de Trump ya dibuja su propia versión de la paz. Pete Hegseth, su secretario de Defensa, ha dejado claro que es «ilusorio» pensar en que Ucrania recupere todo su territorio. El vicepresidente JD Vance nos ha presentado al «sheriff», y la Casa Blanca podría imponer un acuerdo que consolide parte de las conquistas rusas. Europa, atrapada en su inacción, corre el riesgo de quedar reducida a un murmullo de fondo en la mayor crisis de seguridad de su tiempo.

Falta una voz firme en Europa que lidere e impulse una política exterior y de defensa común. Quizá porque hay demasiados actores empeñados en lo contrario. También porque en esta Europa, siguen pesando más las individualidades que el conjunto. Y algunos, no lo olvidemos, que han encontrado en esto el negocio del siglo.

  • José Antonio Monago Terraza es portavoz adjunto del Grupo Popular en el Senado y miembro de la Comisión Mixta de Seguridad Nacional y Defensa
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