Gilda puso una sonada despedida a 1947 en Córdoba
A pesar de las advertencias eclesiales, la película de Charles Vidor pudo verse con total normalidad
«Nunca hubo una mujer como Gilda“. Una frase publicitaria que vale su peso en oro y que, el día 31 de diciembre de 1947, fue un auténtico reclamo para que acudiera el público al Cine Góngora para ver una película que levantaría más polvareda por lo accesorio en torno a su trama que por el propio argumento del film. Menuda manera de poner fin al año. Nunca se pudo imaginar Margarita Cansino, hija de sevillano, y cuyo centenario se celebró en 2018, que una de sus películas iba a provocar tan grande polémica, amenaza de excomunión incluida, por parte del cardenal-arzobispo de Sevilla, Pedro Segura, que también amenazó con la expulsión de la iglesia que él representaba a quien viera la comedia musical La Blanca Doble. Un tipo muy peculiar el tal Segura, que lo mismo prohibía el baile agarrado y a sus curas dar misa en los pueblos donde se llevara a cabo costumbre tan inmoral, que lo hacía con obras de teatro o películas, que prohibía que Franco, al que consideraba “extremadamente liberal», hiciese entrada bajo palio en su catedral o en alguna de las iglesias de su diócesis o que se colocasen placas dedicadas a los «caídos por Dios y por España» en la catedral sevillana o sus iglesias, provocando las iras de los falangistas.
La crítica de la película aparecida en el diario CÓRDOBA dos días después del estreno rezaba lo siguiente: «En `Gilda´ todo está presentado para que resulte impresionante, fascinador y maravilloso. El escenario, los vestidos, los decorados lujosísimos y diversos, el diálogo, las intenciones, el ambiente, una mujer de complicada psicología, los hombres y, aunque parezca mentira, un fatídico bastón que vomita la muerte (…)». «`Gilda´es una soberbia mujer preparada para que, tanto los hombres que la rodean como los espectadores que la miran, queden enredados en las “mallas» de sus numerosos encantos. Lo demás son cosas secundarias, anecdóticas, divertidas, llenas de seducciones y de sugerencias más o menos íntimas. Porque el argumento no importa. Lo que interesa es `Gilda´(Rita Hayworth), ejemplar de hembra ondulante, escurridiza, caprichosa, envuelta en una gracia femenina muy cinematográfica, por no decir muy norteamericana. Deslumbra `Gilda´, sobre todo, cuando se desmelena y pone los ojos adormecidos“. Hembra ondulante…El tal M que firmaba la crítica, a fe mía que se puso más que cachondo en el patio de butacas, viendo escenas como la del número musical en el que Rita Hayworth realiza uno de los striptease más sui generis de la historia del cine. (Por cierto, no es su voz, es la de Anita Ellis).
“¿Y qué más? Pues que el juego de amor y de celos, un forcejeo entre Gilda, Mundson y Johnny Farrell deviene en un final metido en razón que `se veía venir´ desde el primer momento. Y `Gilda´ logra lo que quiere y la película termina cumpliendo una finalidad recreativa que llega, encantadoramente, desde luego, al fondo de la subconciencia del público medio (…) especialmente (…) a cuanto está envuelto en sensualidades `exquisitas´y deslumbramientos de salones burgueses. Con todo eso maravilla la interpretación insuperable de Rita Hayworth y Glenn Ford (sí, el que le atiza la famosa bofetada, que reeditarían en La dama de Trinidad seis años después) y una dirección maravillosa de Charles Vidor (los tres volverían a coincidir dos años más tarde en Los amores de Carmen) que ha sido como un Merlín al conducir la trama de `Gilda´ por un cauce estético y realista de cine de la mejor clase“. Pues al final, la película duró algo más de una semana en cartel, ya que fue sustituida el día 9 de enero por una apolillada María Antonieta de 1936, y es que los americanos nos estaban vendiendo todo aquello que, con la Guerra Civil de por medio y los primeros años de la posguerra, no nos habían colocado previamente. Mejor suerte tuvo en plazas como Madrid, ya que, en el Palacio de la Música aguantó más de cinco semanas en cartel.
Y no sería la última vez que una película de la Hayworth pusiera el broche de oro a un año cinematográfico en Córdoba. El 31 de diciembre de 1949, Mi chica favorita, un film anterior a Gilda, al menos 4 años, permitió ver en un esplendoroso technicolor de la época a la indómita pelirroja que en su día fuera Margarita Cansino y posteriormente Rita Hayworth, la reina de la Columbia. Una Rita que, según cuentan algunas crónicas, pasó por Córdoba en visita privada y paseó por la Mezquita…cuando ya era un auténtico mito del séptimo arte y afrontaba su tercer matrimonio, esta vez con Ali Khan, el archimillonario, después de pasar su particular calvario con un tío tan insoportable como debía ser Orson Welles. Ya lo dijo ella misma: “Los hombres se acuestan con Gilda y se levantan conmigo“. Dio nombre a un pincho con anchoa, aceituna y guindilla, por aquello del picante de Gilda, y así se denominaba también a las señoras despampanantes.
Este 2024 se han cumplido 37 años de su muerte. Si Rock Hudson le puso cara al Sida, el rostro de la Hayworth quedará asociado al Alzheimer (tardíamente diagnosticado) que fue apagando paulatinamente su carrera como actriz, su memoria, sus recuerdos y, por último, su vida. Y no, no nos constan excomuniones en Córdoba por haber ido a ver Gilda.