Firma invitadaBartolomé Madrid Olmo

Los menas y los menos

Actualizada 08:06

Anda el patio político bastante revuelto con la cuestión migratoria. Concretamente son los menores extranjeros no acompañados (MENAS) el recurso utilizado por VOX para mostrar su rostro más frío, en un intento de justificar la necesidad de escorarse aún más hacia posiciones extremas y romper así con unos gobiernos autonómicos que estaban funcionando razonablemente bien.

Cualquier persona sensata sabe que la situación migratoria es insostenible con un desgobierno sanchista que ha multiplicado la inmigración ilegal en toda España y fundamentalmente en Canarias. Tanto es así, que hasta medios afines a Sánchez como El País reconocían hace unos días que ese incremento está teniendo unas consecuencias evidentes: hacinamiento, niños ociosos durante meses, denuncias de malos tratos y falta de profesionales, así como que la saturación del sistema de acogida de menores en las islas lo empuja al descontrol.

Ante esta situación, el Partido Popular ha actuado con dignidad, coherencia y responsabilidad en las comunidades autónomas en las que gobierna asumiendo la acogida de 347 menores en el marco de un reparto voluntario, pero reclamando a Sánchez un Plan Nacional de Inmigración, la declaración de emergencia migratoria y convocar una Conferencia de Presidentes para abordar con consenso este tema. Por activa y por pasiva se ha dicho que solidaridad sí, pero seguridad también.

La acumulación de MENAS requería una respuesta dada la inacción del sanchismo atrapado en la tela de araña de un despropósito que discurre entre la verborrea con la ultraderecha y el silencio cómplice ante la xenofobia de sus valedores independentistas. En el tema que nos ocupa, sorprende sobremanera como Vox, Junts y ERC hayan hecho un frente común de vergonzosa inhumanidad.

El populismo ejercido por Vox discurre paralelo al populismo de izquierdas atacando por diferentes e iguales flancos el sistema político que los españoles nos otorgamos en el 78 y que ha deparado la mejor etapa de progreso y bienestar de nuestra historia. Intentar desestabilizar autonomías, que están abordando con solvencia el caos generado por la izquierda en gobiernos anteriores, oponiéndose a un reparto solidario y necesario entre comunidades autónomas de menores inmigrantes, no puede obedecer más que a un chute endorfínico de ese populismo desatinado, entallado e imprudente. No se trata más que de otra ocasión en la que el sincretismo con el PSOE le hace poner la tinta a su discurso, como ha ocurrido en todos los últimos procesos electorales.

Todo viene a desenmascarar estrategias que retroalimentan a la izquierda generando día tras día relatos que fortalecen al Gobierno inventor del fango, al que mantiene a más de un tercio de la población infantil en riesgo de pobreza y al que pone en jaque, nada más y nada menos, que nuestra libertad. Cuestionar continuamente la España de las autonomías es ponerle una carga de dinamita a un muro de contención para autócratas y promotores de las desigualdades como los que nos gobiernan.

Mucho se ha escrito sobre los motivos de Vox para amenazar con una ruptura consumada tras la contundencia de Feijóo afirmando que no admitía chantajes. Demasiado se ha especulado acerca de los verdaderos intereses que han motivado este movimiento iracundo y no pretendo aportar más conjeturas, pero si una opinión sobre el nuevo horizonte abierto. Comparto con el gran Séneca aquello de que «si la ira es más débil que la razón, esta puede bastarse sin ella para alcanzar sus fines y para nada necesita auxilios de lo que es débil».

Creo que para el PP el arrebato populista de Vox convierte supuestas debilidades en fortalezas que dejan muy claro ante los españoles quien defiende los principios y valores en los que se cimenta la Europa de la libertad, la solidaridad y la convivencia. Renunciar a la sensatez ante situaciones que requieren respuestas adecuadas y provocar la tormenta en el vaso de agua conduce, sin duda, a una calma en la que se vislumbra con nitidez que un Partido Popular sin ataduras es la única alternativa de gobierno.

Por tanto, la crisis de los menores extranjeros ha dejado en evidencia la falta de rigor en el tratamiento de una realidad compleja con la emigración por parte de un Gobierno que cada día que pasa demuestra menos altura política y menos eficacia en los grandes temas a los que hay que aportar soluciones. Por otra parte, también han quedado retratados quienes lucen menos humanidad dentro del arco parlamentario.

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