María Teresa Fernández de la Vega este jueves y a finales de 2010
La sorprendente nueva imagen de María Teresa Fernández de la Vega
La exvicepresidenta del Gobierno reapareció con nuevo peinado y rostro terso, con unos marcadísimos pómulos y dificultad para gesticular
La metamorfosis de María Teresa Fernández de la Vega continúa. La mujer de las mil y una caras ha estrenado una nueva tras pasar por «chapa y pintura», como se pudo apreciar ayer durante el acto del décimo aniversario de la Fundación Mujeres por África, que preside desde su creación. La Reina Letizia asistió a la sesión de apertura de la conferencia internacional «Los puentes de las mujeres» y allí se pudo comprobar que la afición de la presidenta del Consejo de Estado por los retoques estéticos se mantiene intacta.
La Reina Letizia y María Teresa Fernández de la Vega
María Teresa Fernández de la Vega, de 72 años, apareció con nuevo peinado, con flequillo recto inspirado en Anna Wintour, pero lo más llamativo de su nueva imagen son sus marcados pómulos y la pérdida de expresividad con cierta dificultad para gesticular. Se aprecia, además, un labio superior sin rastro de arrugas y una mirada menos natural.
Batalla contra el tiempo
En octubre de 2010, abandonaba el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero. «María Teresa ha sido la primera vicepresidenta del Gobierno de España y ha dejado una huella imborrable», la despedía el presidente tras seis años como cabeza del equipo político del Gobierno socialista. Comenzó entonces una auténtica transformación.
María Teresa Fernández de La Vega en 2019 en Riga
Lo primero fue deshacerse de ese corte de pelo pixie para dejarse una melena con flequillo. Luego comenzó su obsesiva batalla contra el paso del tiempo. Adiós a ese rostro delgado y con las arrugas propias de la edad. El primero en esculpir su cara fue el prestigioso cirujano Enrique Monereo. Ella negó siempre su paso por el quirófano, pero la intervención fue reverenciada por todos.
Lástima que luego acabase cayendo en manos equivocadas, dejando para el recuerdo esa imagen irreconocible en un viaje institucional a Letonia, en 2019, tras pasarse con los rellenos en pómulos y labios. Una práctica que ha mantenido durante los años sucesivos con mayor o menor acierto.
