El polémico gesto de Vargas Llosa hacia su exmujer Patricia en su adiós a la Literatura
A sus 87 años, el premio Nobel lanza este jueves 'Le dedico mi silencio', con el que se despide del mundo de la novela
«APatricia». El escritor peruano Mario Vargas Llosa lanza al mercado su última novela, Le dedico mi silencio, y asegura que le «molesta que la chismografía se haya apoderado» de una parte de su vida, aunque es algo que no le «preocupa ni ofende». Resulta cuanto menos paradójico, porque él mismo ha alimentado ese universo rosa que tanto le desagrada. La obra que escribió durante su relación de ocho años con Isabel Preysler se la dedica ahora a su exmujer, prima y madre de sus tres hijos, Patricia Llosa, con una capacidad de perdonar admirable. Cierto, que ella mejor que nadie conoce las debilidades de quien fue su marido durante cinco décadas y esta no fue la primera vez que se marchó, pero sí la que más tardó en regresar.
Más allá del interés que pueda suscitar su figura en la escena literaria, lo que realmente resulta inquietante en la prensa social es la manera en la que su exmujer, abandonada durante ocho años, se muestra dispuesta a volver a su lado. Aunque solo sea para hacerse la foto de familia en momentos destacados de su carrera, como el ingreso en la Academia Francesa. Pero también comparten vacaciones.
Entendemos que es la madre de sus tres hijos; Álvaro, Gonzalo y Morgana, y que probablemente ellos hayan sido los principales precursores del acercamiento físico, aunque muchos dudan de que sea algo sentimental. Vargas Llosa, a sus 87 años, camina hacia el crepúsculo de su vida y asegura que, aunque «se crea un Matusalén», no aspira a vivir tanto. Es decir, el escritor que tantas veces se alejó de Patricia, ahora solo quiere la calma que le proporciona el calor familiar.
«Lo importante para mí serán siempre las novelas y los ensayos, la cultura, y la ideas liberales que llevo años defendiendo. La gente que tiene claras esas prioridades no hace caso a las tonterías que dice cierta prensa sobre mi vida y que con frecuencia son inventadas», declara a EFE, en referencia a los titulares que genera en revistas.
Confiesa que ha llegado a sus 87 años muy tranquilo y trabajando hasta el hartazgo, y cumplirá aquello de quedarse con un lapicero en la mano. Destaca la suerte que tiene de dedicar su vida a lo que le gusta, la literatura, y explica que las personas que más admira han sido los escritores que han continuado hasta el último instante imaginando historias.
«De todas formas, la literatura es una vocación y si uno no se entrega a su vocación, vive frustrado. Siempre digo que la gente más infeliz que he conocido es gente que no hacía lo que le gustaba», sostiene Vargas Llosa.