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Navarra Isabel Preysler

Isabel Preysler, en una imagen de archivoGTRES

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El origen navarro de Isabel Preysler

La madre de Tamara Falcó no solo tiene raíces filipinas

Hablar de Isabel Preysler es hacerlo de forma inequívoca de Filipinas. La apodada «dama de corazones» debe su origen al país del Pacífico Occidental al que se mudaron sus padres, Carlos Preysler de Tagle, gerente de Philippe Airlines y delegado del Banco Español de Crédito en Manila, y Beatriz Arrastía Reinares, la dueña de una agencia inmobiliaria. Juntos formaron una de las parejas más elegantes y religiosas de la sociedad filipina, concibiendo a seis hijos: Isabel, Victoria, Enrique, Carlos y los mellizos Joaquín y Beatriz, de los que tuvieron que enterrar tres.

Isabel Preysler desembarcó en España cuando apenas rozaba la veintena alentada por su familia. Hay quien dice que deseaba continuar sus estudios en el colegio de las irlandesas de Madrid después de haberse formado en el colegio de la Asunción en Manila. Sin embargo, otros apuntan que querían alejarla de un playboy 20 años mayor que ella con el que había iniciado una relación.

Acogida en casa de su tía Tesi, bien posicionada en la sociedad española, tardó poco en olvidarse de aquel amor fraudulento gracias a la vida nocturna madrileña, asistiendo a todas las fiestas de la capital junto a amistades como Carmen Martínez Bordiú. Lo que su familia no imaginaba era que el mismo año de su cambio de rumbo conocería en una de estas reuniones sociales a la estrella emergente de la canción española, Julio Iglesias.

Siete meses de noviazgo bastaron y fueron suficientes para sellar su amor en una ceremonia en Illescas a la que ni siquiera acudió el padre de la novia por no estar de acuerdo con el enlace. «Fue amor a primera vista», declaró años más tarde aquella joven promesa del fútbol al que le cambió la vida un accidente de coche que casi le deja paralítico y una guitarra que le regalaron para practicar la movilidad de las manos. «Tenía cierta distancia (…). Era una mujer bellísima, oriental, la miraba todo el mundo».

Durante años se afirmó que su unión estaba motivada únicamente por lo enamorados que estaban el uno del otro, pero en 2014 Preysler añadió una nueva baza a la ecuación: estaba embarazada. De hecho, que Chabeli naciese en septiembre de ese mismo año, supuestamente sietemesina, despertó todas las sospechas, aunque no fueron confirmadas hasta décadas después. «Entonces parecía una tragedia no pasar por vicaría», confesó Preysler.

Monasterio de Santa María de Irache, uno de los favoritos de Betty

Monasterio de Santa María de Irache, uno de los favoritos de Betty

El amor solo les duró siete años, pero el destino de Isabel Preysler quedó para siempre unido al calor de España, al igual que el de su madre Betty, que después de morir su marido Carlos en 1992 decidió vivir a caballo entre Asia y Europa. En sus temporadas en nuestro país, y antes de fallecer el 22 de agosto de 2021, decidía abandonar la capital para conocer la tierra de sus antepasados: Navarra. De allí emigró su abuelo Valentín Arrastia cuando el país aún era colonia española antes del Tratado de París.

El bisabuelo de Isabel Preysler era un agricultor contratado por una empresa de Estella dedicada a la explotación de espárragos y en ultramar a la caña de azúcar. Se desplazó a las colonias y ejerció de capataz en una hacienda en Lubao. Allí se caso con Teodorica Ramos, una nativa con la que tuvo nueve hijos, incluyendo a Betty, madre de Isabel Preysler.

En Allo recogió la partida bautismal de su abuelo

En Allo recogió la partida bautismal de su abuelo

Cuando esta decidió conocer sus orígenes lo hizo de la mano del relaciones públicas Julio Ayesa, tal y como narra Vanitatis. Él mismo reconoce que el principal interés de Betty era recorrer los pueblos, iglesias, monasterios —siendo sus favoritos el de Santa María de Irache y la basílica de Nuestra Virgen de Puy— además de probar las mejores opciones gastronómicas de la zona. Su primera parada fue Allo, donde nació Valentín, que nunca abandonó sus costumbres españolas pese a los más de 11.000 kilómetros que separan a los dos países. De hecho, el 7 de julio, día de San Fermín, solía organizar una fiesta y una misa para los españoles y familias locales.

En Allo «la recibieron en el ayuntamiento y le dieron la partida de bautismo de su pariente. Cada año volvía y recorríamos en coche la zona», explica Ayesa. Siempre seguían la misma ruta. Llegaba a Pamplona en tren y, desde allí, viajaba a Olite o Estella. La decisión de una u otra localidad dependía de la disponibilidad de las hospederías y monasterios en los que se alojaban. Betty era tan devota que se levantaba a las cinco de la mañana para rezar el rosario.

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