85 años de la Noche de los Cristales Rotos, inicio de la violencia masiva contra los judíos en la Alemania nazi
Las reparaciones de los establecimientos vandalizados corrieron a cargo de los propios dueños judíos
La noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 la violencia contra los alemanes judíos se extendió por todas las ciudades de Alemania, desde Salzburgo, Stuttgart y Múnich a Frankfurt, Colonia, Bremen, Hamburgo o Berlín, entre muchas otras. Grupos de paramilitares fieles al partido nazi quemaron sinagogas, dañaron tumbas, atacaron casas y destrozaron el interior y los escaparates de negocios regentados por judíos. Tantos fueron los negocios destruidos que lo sucedido se conoció como Kristallnacht, la noche de los cristales rotos. Sin embargo, para comprender cómo sucedió hay que remontarse unos meses atrás.
La situación de Europa entonces era crítica, Hitler estaba centrado en extender su zona vital a través de diversos pactos y un incremento notable en la instrucción y equipamiento de sus fuerzas armadas. A nivel interno, el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, siguiendo el ideario de su líder, puso en práctica la limpieza étnica a través de una orden de expulsión para todos los judíos polacos que viviesen en suelo del Reich.
Muchas familias abandonaron forzosamente su hogar en Alemania y cruzaron la frontera con Polonia. Entre ellas se encontraba la de Herschel Grynszpan, un joven judío alemán que vivía con sus tíos en París. Al enterarse de lo sucedido decidió protestar contra las deportaciones masivas. El 7 de noviembre de 1938 entró armado en la embajada de Alemania en la capital francesa y disparó cinco veces en el pecho al diplomático Ernst von Rath. Su muerte dos días después en un hospital sirvió de pretexto al gobierno nazi para iniciar el pogromo.
El 9 de noviembre, los líderes del partido nazi se habían reunido en Múnich para conmemorar el aniversario del Putsch, el intento de golpe de Estado de Hitler de 1923. En esa celebración, el ministro de propaganda Joseph Goebbels defendió que debían responder con violencia al asesinato de Vom Rath en París. Con el beneplácito del führer, se convocó un ataque general contra los judíos esa misma noche.
Aunque en un principio, la maquinaria propagandística del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán dijo que los ataques a judíos habían sido una algarada popular, la realidad era que estaba organizada por miembros de la SS (Schutzstaffel), las tropas de asalto (SA, Sturmabteilungen) y las Juventudes Hitlerianas. Por lo que fue un acto de violencia de estado. Según la versión oficial, 91 judíos fueron asesinados, se incendiaron casi 200 templos y unos 2.000 comercios.
Pero el terror nazi no terminó ahí. A la mañana siguiente, la policía detuvo a 26.000 judíos sin motivo alguno y fueron enviados a los campos de Buchenwald, Dachau, Sachsenhausen y Mauthausen. El pogromo conmocionó a los países de su entorno, e incluso la prensa norteamericana se hizo eco de lo sucedido. Lo que para unos era un escándalo mayúsculo, para Hitler era simplemente una declaración de intenciones sobre lo que sucedería pocos años después con la «solución final de la cuestión judía». El 15 de noviembre, el presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt leyó un comunicado ante la nación: «En lo personal, apenas puedo creer que tales cosas puedan ocurrir en una civilización del siglo XX». Su denuncia de lo sucedido no sirvió de nada, la limpieza étnica de Alemania no había hecho más que empezar.