Descubre el Museo Naval de Madrid: un viaje por siglos de historia naval española
Por el Día Internacional de los Museos, El Debate recorre las salas del Museo Naval de Madrid, un museo con piezas únicas y diversas, desde los modelos de navíos a una piedra lunar
Madrid no tendrá mar, pero sí tiene Museo Naval, ubicado entre los muros del Cuartel General de la Armada, en un palacio neoclásico frente a Cibeles. Una joya algo escondida en la que se pueden ver piezas únicas, infinidad de maquetas de embarcaciones y aparejos que sirven de apoyo visual para explicar la historia naval española. La visita comienza en el número tres del Paseo del Prado, donde el visitante embarca en el museo por una escalera de madera que imita la quilla y las cuadernas de un barco en construcción.
El puerto de partida de la visita es una vitrina con maquetas de galeones que explican el esplendor de las marinas de Castilla y Aragón en la Edad Media. La navegación continua en la «era de los descubrimientos», una sala donde se puede ver una de las joyas del museo: el primer mapa en el que aparece el continente americano, realizado por Juan de la Cosa en el año 1500. Entre las piezas también destaca la maqueta de la nao Santa María, realizada en 1892 para conmemorar el IV Centenario del Descubrimiento de América. Más adelante el visitante descubre los retratos de Magallanes y Elcano, junto a la maqueta de la nao Victoria, y también hay varias piezas hechas específicamente para personas con ceguera, a las que acompañan textos en braille.
Un imperio marítimo donde no se ponía el sol
Desde ese punto los vientos alisios desplazan al visitante al «Imperio donde nunca se pone el Sol». Siglos XVI y XVII en los que Álvaro de Bazán luchaba en Lepanto para frenar a los otomanos, la Gran Armada se enfrentó a los ingleses y España dominó el comercio de la Carrera de Indias y el resto de las posesiones que iban de Filipinas a Madrid, pasando por Nápoles, Flandes y Acapulco. Para defender este vasto imperio se utilizó un nuevo tipo de barco, el galeón: más grande, robusto y veloz, con modernos cañones, como los ubicados en la salas junto a las maquetas del galeón Nuestra Señora de la Concepción y el magnífico modelo de galeón flamenco (1593), que es una pieza única en el mundo, porque no se conservan modelos de buques ni planos de construcción naval de la Edad Moderna, siendo éste un modelo fundamental para conocer cómo eran los navíos de la época.
La edad de oro de la construcción naval
El recorrido continúa en la sala dedicada a los orígenes de la Real Armada, donde se puede ver el cuadro Mi bandera, en el que se retrata al granadero de Infantería de Marina Martín Álvarez, que protegió la bandera cuando el resto de los compañeros habían muerto en la batalla del Cabo de San Vicente. Al otro lado, un busto del gran Blas de Lezo, una espada y un uniforme de época ayuda a imaginar cómo fue aquella primera Armada, que es el origen de la actual.
El siguiente destino es una de las zonas más impresionantes del museo, un patio cerrado con una vidriera con los escudos de la Armada que ocupa todo el techo ilumina una estancia repleta de modelos de navíos del siglo XVIII como el Santa Ana, y maquetas de los arsenales de Ferrol, Cádiz y Cartagena. Es «la edad de oro de la construcción naval», en plena Ilustración, donde se organizaron grandes expediciones científicas como la de Malaspina o la de Jorge Juan, que contó con todos los avances científicos de la época: aparejos de todo tipo, incluso pararrayos, que se exponen en las vitrinas del museo. Además, en los laterales del patio hay secciones que permiten ver cómo era un buque por dentro, o el mastelero mayor del navío Reina Luisa.
Del Imperio a las misiones OTAN
Desde ahí, el visitante se traslada a un mundo oriental, donde se mezclan muebles chinos y maquetas de barcos asiáticos con retratos de grandes marinos españoles, que protagonizaron las relaciones de ultramar entre España y las naciones orientales como China o Japón. Estas escenas dan paso al siglo XIX, época del vapor, las hélices, el blindaje y la artillería. Momento en el que se construyeron buques como el Numancia, cuya maqueta y parte del casco con un impacto de proyectil reflejan los tiempos convulsos que se vivieron; pero también una muestra del ingenio español, con la construcción del primer prototipo de submarino de Isaac Peral o los «torpedos móviles», que se ven en la sala. Estos pequeños avances no evitaron que el siglo terminara con la perdida de las últimas colonias del imperio en América y Filipinas.
Las últimas salas están llenas de modelos (maquetas) de destructores, cruceros, fragatas, portaaviones y unidades aeronáuticas navales y anfibias. A esto se suman otras piezas que cuentan la evolución de la armada de los últimos cien años. Desde el desembarco de Alhucemas en 1925, la lucha en la mar en la Guerra Civil y la evolución de la Armada durante el franquismo, con la guerra del Ifni y buques más modernos como el portaaviones Dédalo.
En el camino de regreso al puerto de salida, el visitante descubrirá dos camarotes, uno a cada lado de la salida, que muestran cómo sería la estancia de un comandante de un buque de la Armada en el siglo XVIII y XIX. La visita no termina aquí, hay que desembarcar en una pequeña sala donde se exponen las maquetas del buque hidrográfico Hespérides, varias fragatas y el submarino S-81, ejemplo de la Armada actual y de su labor en misiones, desde la Antártida a la operación Atalanta contra la piratería en el Cuerno de África.