
Cabecera del Canal del Manzanares (hoy parque de Arganzuela). Litografía de F. Pérez y J. Donon
El canal olvidado de Madrid: así fue el ambicioso plan para conectar la ciudad con Lisboa y Sevilla
A mediados del siglo XIX, el canal era navegable hasta la décima esclusa y tenía una extensión de 20 kilómetros
Madrid nunca ha tenido playa y mucho menos un puerto. Sin embargo, en plena expansión del Imperio español, donde nada parecía imposible, el monarca Felipe II pensó que la pequeña villa de Madrid necesitaba su propio acceso al mar. No hace falta decir que la idea era algo compleja de ejecutar, pero no había impedimento que pudiera frenar a un rey que intentó conquistar Inglaterra o China y que gobernaba un Imperio global que se extendía desde toda la Península Ibérica a Filipinas, pasando por territorios en Italia, los Países Bajos, varios puntos africanos y la Nueva España en América. Es en este contexto, en pleno siglo XVI, donde empieza a idearse lo que con el tiempo se conocerá como el Real Canal del Manzanares.

Plano en el que se detalló el recorrido del Real Canal del Manzanares
El monarca encargó al ingeniero militar Juan Bautista Antonelli un proyecto que conectase el Tajo y el Manzanares. El objetivo era crear una conexión fluvial entre Madrid y Lisboa, que desde 1581 era parte de España, lo que hubiera facilitado un comercio mucho más fluido en ciertas zonas del centro peninsular. Pero Felipe II tuvo que hacer frente a otras empresas como la invasión de Inglaterra con la Armada invencible, y la construcción del canal se detuvo.
Hubo que esperar casi un siglo para que Felipe IV lo intentara de nuevo. Las obras se retomaron bajo la dirección de Luis Carduchi, pero nunca llegó a terminarse. Hubo un tercer intento durante el reinado de Carlos II, el último monarca de la casa de Austria, pero se quedó en nada. Este megaproyecto iniciado por los Austrias parecía destinado al fracaso. Hubo que esperar al siglo XVIII, cuando Fernando VI retomó el proyecto, aunque no lo vio terminar.
Al quinto intento fue la vencida. El mejor alcalde de Madrid, Carlos III, pensó que la nueva capital del reino que estaba levantando debía tener un puerto no solo para conectar Madrid con Lisboa, sino que también se hiciese una desviación hasta Sevilla para tener un puerto nacional al que navegar.
Casa y molino de la primera esclusa del canal
Madrid-Lisboa-Sevilla
Las obras empezaron en la Puerta de Toledo, y desde allí se extendió por el margen izquierda del Manzanares, donde los ingenieros trazaron una línea recta que desembocaría en el río Jarama. Para salvar el desnivel natural que tiene la ciudad, se construyeron esclusas para igualar el nivel del agua. Técnicamente no parecía una obra muy difícil, lo único que necesitaba el proyecto era una inversión económica importante.

El Real Canal del Manzanares en una litografía del siglo XIX
La primera fue privada, pero en 1777 la financiación se redujo por falta de fondos y Carlos III decidió tomar las riendas del proyecto haciendo que el nuevo Banco Nacional de San Carlos financiará la construcción. Las obras continuaron a buen ritmo, además de la propia estructura del canal, se construyeron molinos, diez esclusas y toda una infraestructura en torno al megaproyecto. Con algunos kilómetros terminados, empezaron a navegar por el canal las primeras barcazas, que se utilizaban para trasportar mercancías, aunque estaban tiradas desde los laterales por mulas.
Con la llegada de Fernando VII al trono, la construcción se ralentiza y durante la invasión napoleónica de España, los franceses sabotearon las estructuras del canal que ya estaban hechas, e incluso dinamitaron algunas zonas. A pesar de ese contexto de guerra e inestabilidad, durante el reinado de «el Deseado» el canal se extendió hasta Rivas Vaciamadrid, se construyó la Dársena Real y se afianzó.
A mediados del siglo XIX, el canal era navegable hasta la décima esclusa y tenía una extensión de 20 kilómetros, que llegaban desde la Puerta de Toledo hasta la localidad de Vaciamadrid, en torno 1826. El canal no tendría futuro. A los problemas en su diseño que provocaba que el agua se estancase en diferentes zonas, se sumó la llegada a España de una nueva tecnología: el ferrocarril.
Había muchos más proyectos de canal, como el de Guadarrama, que era un poco más pequeñito, pero con la extensión de la línea ferroviaria por Madrid la idea de un canal navegable no tenía mucho sentido porque se tardaba más y exigía mucha más inversión y coste. En 1860 el canal se clausuró y la naturaleza y los elementos acabaron con los restos del canal lentamente o quedaron soterrados por edificios, carreteras. Aunque el canal ya no se puede navegar, es posible pasear por donde pasaba en un recorrido que va desde el Parque Lineal del Manzanares hasta el Parque Nacional del Suroeste. Desde hace años, la Plataforma de Amigos de El Canal de Manzanares, se encarga de preservar su historia y legado.