Guerra en Ucrania
Los señores de la guerra: todos los hombres del presidente Putin
Son apenas cinco y comparte el proyecto nostálgico de intentar recuperar una supremacía rusa
El Financial Times publicó un interesante y esclarecedor artículo sobre el entorno más íntimo de Vladimir Putin: un grupo pequeño que sostiene el verdadero poder en Moscú. Un círculo muy cercano a él en lo personal y que se ha mantenido notablemente fiel, estable y homogéneo.
Bajo su liderazgo todos ellos se han enriquecido de forma incalculable, aunque, a diferencia de los oligarcas anteriores, han mantenido sus riquezas en el interior de Rusia. Este «núcleo duro» ha participado o consentido directamente, en todos los movimientos y acciones del presidente, incluyendo la actual ocupación de Ucrania.
En una investigación más detallada se comprueba que todos participan en un proyecto común a nivel de ideológico: Esperan recuperar una supremacía rusa que alcance un imperio similar o superior al soviético. Creen firmemente en esa hegemonía rusa y sus valores eternos frente a una creciente y amenazadora decadencia de la democracia occidental; una «decadencia de occidente» que no debe manchar la tradición rusa, que no merece ni respeto, ni consideración, algo arraigado en el espíritu ruso desde la gran literatura del siglo XIX que deleznaba de «influencias occidentalizantes», fuente de decaimiento y corrupción.
«Causa sagrada»
De hecho, Putin no ha dudado en mostrar su guerra como «causa sagrada» en alianza con el patriarca de Moscú, Kiril I, que bendice su invasión de Ucrania, con el consiguiente desgarro para el cristianismo ortodoxo, en clara ruptura con la sede patriarcal de Kiev. Algo que recuerda esa bendición que Hitler encontró en Ludwig Müller, teólogo y miembro principal del movimiento protestante «Cristianos Alemanes», y que en 1933 fue impuesto como Obispo del Reich (Reichsbischof) para la Iglesia Evangélica alemana.
La Corte de Vladimir Putin
¿Quiénes son estas personas que forman la más estrecha Corte de Vladimir Putin y qué les motiva?
La lista no es muy larga:
Sergei Lavrov, 71 años, ministro de Asuntos Exteriores.
Sergei Shoigu, 66 años, ministro de Defensa.
Sergei Naryshkin, 67 años, jefe de la inteligencia exterior.
Nikolai Patrushev, 70 años, secretario del Consejo de Seguridad de Rusia.
Por último: Igor Sechin, 61 años, director general de Rosneft.
Estos son «todos lo hombres del Presidente Putin», conocidos en Rusia como los «siloviki», lo que sería sinónimo de «securócrata» (burócratas de la seguridad del Estado) pues todos ellos provienen de la seguridad del estado (KGB, GRU, FSB, Servicio de Inteligencia Exterior -SVR-) o son militares.
Hay que trazar una diferencia entre estos «siloviki», que son los auténticos «hombres fuertes» u «hombres duros» del régimen, y las otras élites rusas más amplias: altos empresarios o funcionarios de alto nivel que son dispares y están fuera del círculo íntimo del presidente. Aquí encontramos a generales de alto rango, intelectuales patrióticos, destacadas figuras de los medios de comunicación y notables locales que conforman la dirección del partido político de Putin, «Rusia Unida». Es más, incluso la élite política rusa de altos funcionarios económicos con inclinaciones «liberales» (y que formaban parte de este núcleo interno) hace tiempo que fueron apartados o excluidos.
La historia de este núcleo duro es interesante, en sus primeros tiempos en el poder consideraban a Putin como «el primero entre iguales», todos eran agentes de los servicios secretos, todos estaban resentidos por el desmoronamiento del imperio soviético, todos habían padecido la hecatombe y se habían visto obligados a pluri-emplearse para sobrevivir (corre la leyenda de que el mismo Putin hubo de trabajar eventualmente como taxista) y, por último, todos habían resurgido de sus cenizas para imponerse a los oligarcas mafiosos y nuevos ricos de los convulsos tiempos de Boris Yeltsin.
La victoria de los «espías» llegó cuando, el 9 de agosto de 1999, Yeltsin despidió a su primer ministro Serguéi Stepashin (y por cuarta vez a todo su gabinete) y designó a un joven y desconocido ex agente de KGB: Vladímir Putin. Luego de entre esta élite de espías y colegas, Putin se alzó poco o poco como un «Führer» o el «gran dirigente» ante el resto de ellos y, más tarde, han sido reducidos «a sirvientes del autócrata». Lo pudimos contemplar en directo cuando Putin humilló a su jefe de inteligencia exterior, Sergei Naryshkin, en una reunión televisada del Consejo de Seguridad Nacional, en vísperas de esta guerra.
Este comportamiento despectivo hacia sus seguidores inmediatos podría volverse en contra de Putin, como ha ocurrido con tantos autócratas del pasado o podría haber llegado a una situación parecida a la de Stalin con su pequeño círculo, como nos han mostrado algunas buenas películas como El círculo del poder (Andrei Konchalovsky, 1991) o la irónica La muerte de Stalin (Armando Iannucci, 2017). Sin embargo, este círculo se parece más al de Hitler con Hermann Göring, Heinrich Himmler, Joseph Goebbels, Martin Bormann y Albert Speer que, aun con sus rencillas, estaban unidos en todo a su líder e iban todos a una, particularmente en su militarismo. Con Putin, la compacta unidad de los suyos ha estado clara en la decisión de invadir Ucrania y, ahora, en la posibilidad de abrir otros frentes en favor de aumentar la hegemonía de la Federación Rusa.
El actual circulo del poder de Putin son todos auténticos señores de la guerra e, incluso, si Putin desapareciese seguirían la misma política belicista y de expansión del espacio vital ruso, sosteniendo una dura represión interna: Algo para lo que se llevaban preparando desde hace muchos años ante la impasible mirada de Europa Occidental.