Palestina nunca ha querido ser un Estado
Pedro Sánchez acaba de imponerle a los españoles algo para lo que los palestinos no están preparados ni siquiera lo desean, porque ellos mismos saben que no existe: un Estado Palestino
Hace muchos años, cuando Yasser Arafat todavía vivía, conocí en La Habana a una gran periodista, italiana y universal, Oriana Fallaci. Yo era muy joven, y aspiraba a estudiar periodismo cuando hubiera terminado la carrera que Fidel Castro nos había ordenado e impuesto estudiar entonces, por el aquello que había expresado en un discurso de siete horas y media: «La vocación no existe, la vocación es la necesidad que tiene la revolución (él) de médicos y maestros». Para luego esclavizar a los médicos y acabar con la enseñanza transformándola en adoctrinamiento ideológico.
Tuve el privilegio, porque ella así lo eligió, de mostrarle mi ciudad, La Habana, a Oriana Fallaci; sus preguntas sobre mi proyecto de porvenir, siempre tuvieron, tras mis respuestas, a su vez sus respuestas, tan clarividentes. Oriana fue una amiga, y una maestra; siempre la evoco en mis momentos más difíciles.
Corría el año 1982, y Oriana Fallaci pretendía entrevistar a Castro para así poder completar y reeditar su libro ya editado en 1977 titulado Entrevistas con la Historia. En numerosas ocasiones el bicho político que era Fidel Castro se había negado a aceptar la entrevista que ella le proponía en terreno neutro, en aquel instante todo parecía indicar que por fin se la ofrecería, pero en su terreno. Oriana sabía que aquella entrevista no sería nada fácil, porque si con Yasser Arafat se encontró con una pared de humo, en esta ocasión tendría enfrente una auténtica barrera de concreto.
Oriana Fallaci comentaba sus impresiones conmigo, que tan poco sabía de Oriente Medio, a lo que más llegaba era a conocer que existía un restaurante al borde del Malecón llamado 1830 donde se reunían los militantes de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) que residían en Cuba, y que allí se reunían con lo más alto del G2 castrista (policía política) para intercambiar instrucciones y promover conspiraciones, lo que me había contado un poeta cubano, Luis Rogelio Nogueras (Wichy el Rojo), que como autor de novelas policiales procastristas tenía acceso a información privilegiada. La periodista italiana se interesó en visitar el lugar, allí la acompañé.
Nada más echar una ojeada a las mesas empezó a garabatear nombres en su cuadernito, había reconocido allí, sentadas frente a manteles blancos y servilletas de tela, a varias personalidades importantes que supuestamente debían hallarse en alguna parte de Oriente Medio, o desaparecidas para algunos. Ella poseía la certeza, y así me lo afirmó, que miembros de Al Fatah, antecesores del grupo terrorista Hamás, se entrenaban militarmente en Cuba, en la Unidad Militar situada en las afueras de Guanabo, en una zona montañosa, cercana al Punto Cero militar de Cuba, que nada tiene que ver con el Punto Cero donde se encuentra la casa de Fidel Castro y su familia. Allí también entrenó ETA, mediante asesores cubanos, rusos, y vietnamitas.
El conocimiento de Oriana Fallaci sobre la región y sobre Yasser Arafat resultaba apabullante, sobre todo para una joven como yo, pero luego pude corroborar en sus libros que su sabiduría, más su experiencia como periodista de investigación en el terreno, se complementaban con una enorme capacidad de análisis y de pronóstico de lo que ocurriría en el futuro. Su visión del islam y la intención de acabar con Occidente en varios de sus libros de gran éxito, predijeron el horror que vivimos en la actualidad.
Recuerdo que me dijo: «Un día Fidel Castro tomará el tema del bloqueo norteamericano, como el mismo Arafat ha tomado el del Estado palestino. Arafat no quiere el Estado palestino, lo que ansía es la destrucción de Israel. Fidel Castro echará mano del bloqueo económico, pero hará todo lo posible para que Estados Unidos nunca se lo elimine. Ambos buscan la confrontación permanente, porque ninguno de los dos puede existir sin esa confrontación».
La entrevista de Oriana Fallaci nunca se produjo, antes de irse me entregó sus cuadernos pues temía pasar la aduana del aeropuerto y arriesgar que la policía política se los quitara. Otra amiga italiana vendría a buscarlos a mi casa, y así fue.
Oriana me autorizó a leer esos cuadernos, en los que hacía referencia constantemente a Castro-Arafat, Arafat-Castro. Arafat le había confirmado lo siguiente: «Nosotros no queremos paz, queremos guerra. La paz para nosotros significa la destrucción de Israel». Pese a eso, le concedieron en 1994 el Premio Nobel de la Paz.
Pedro Sánchez acaba de imponerle a los españoles algo para lo que los palestinos no están preparados ni siquiera lo desean, porque ellos mismos saben que no existe: un Estado Palestino. Pudieron obtenerlo en varias ocasiones y siempre pusieron como condición para la existencia de ese Estado la desaparición del Estado de Israel. Entonces, bajo esa premisa, Pedro Sánchez reconoce ahora el Estado de Palestina, deseando seguramente la desaparición física del Estado de Israel.
Sánchez constituye ahora mismo un problema para Occidente, una ficha peligrosa para la paz y para la existencia de Israel, porque ha reconocido al mismo tiempo a Hamás, quienes gobiernan, como los jefes de ese posible Estado. Sánchez es un presidente que ha puesto a su partido, el PSOE, de igual a igual, y no precisamente con La Libertad Avanza, de Javier Milei, sino con Hamás, y su líder Ismail Haniya, ubicándose de tal modo del lado del terrorismo y del crimen contra el pueblo judío y el Estado de Israel.