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MontecassinoHermann Tertsch

Sánchez decide morir matando

El estado de alarma era inexcusable desde el primero momento por la gravedad de la tragedia a todas luces nacional, por afectar a varias regiones y porque los efectos de la tragedia tienen un impacto nacional masivo

Actualizada 04:30

La gota fría -llamemos a las cosas por su nombre- DANA y demás, que ha arrasado pueblos, caseríos, carreteras y puentes sobre todo en las cercanías de Valencia y causado la terrible tragedia humana de centenares de muertos y miles de vidas rotas, debería ser también un colosal aluvión que se llevara por delante a gran parte de la clase política española.

En primero lugar por supuesto debería arrollar y hundir para siempre al gobierno delincuente de Pedro Sánchez que ha demostrado, más si cabe que en otras demás innumerables ocasiones en seis años, que caminará por encima de cadáveres por lograr lo único que le importa que es su pervivencia como gobierno volcado al abuso sistemático y al enriquecimiento de sus miembros e individuos y grupos afines.

Nunca ha sido más cierto la sentencia de que el gobierno no encuentra tiempo para gobernar porque está plenamente dedicado a los negocios. Como también que lo único que no roba el gobierno es tiempo para dedicarlo a una gestión eficaz en aras del bien común, tiempo para eso que se solía entender por gobernar. Están demasiado ocupados en comprar voluntades, saquear fondos para pagarlas y hacer apaños con el crimen organizado para multiplicar su patrimonio por islas caribeñas.

Pero no es solo dejadez, indolencia y corrupciión. Este gobierno socialista y sus socios ideológicos en Bruselas que son el Partido Popular, los Verdes, los faldicortos liberales de Macron y la ultraizquierda, son grandes responsables de la severidad de las riadas y de otros fenómenos dañinos de origen climático. Porque todos han asumido la ideología o teología verde- climática, destruyen el hábitat en el campo con su jungla regulatoria, prohiben limpiar bosques y cauces, demuelen presas y azudes y otros recursos para domeñar precisamente los excesos de la naturaleza en nuestros paisajes europeos, construidos y aprendidos a lo largo de miles de años. Ahora unos políticos semicultos cuando no ágrafos, aliados con burócratas nombrados para decidir en terrenos totalmente ajenos de los que ignoran casi todo, se arrogan el derecho a derogar los resultados del trabajo y conocimiento milenarios, despreciar la sabiduría, las costumbres y el sentido común, y sacan directivas y reglamentos sin cesar para multar, reprimir y perseguir prácticas que habían sido impuestas por la experiencia. Y cuando fruto de su ideología adanista, y arrogante y su desprecio a la razón se produce una desgracia salen, como la realmente despreciable Úrsula von der Leyen, a utilizar a los muertos y las aguas para mover su molino de la cantinela del cambio climático que avalaría todas las barbaridades que perpetran en nombre de la preservación del planeta.

Barbaridades que sirven por un lado para recortar la libertad y la autonomía personal, imponer códigos de disciplina social para someter a la sociedad a conductas no deseadas ni solicitadas por los afectados y, por supuesto, para que las elites a las que sirven esos políticos hagan pingües negocios sin mayor competencia y siempre desde el ventajismo absoluto. Las mascarillas de los políticos españoles durante el COVID son solo el mínimo cubito de hielo de la punta del colosal iceberg de la corrupción que acompaña a toda esa palabrería ideológica.

Estos delitos son abominables y ya por sí solos merecedores de inhabilitación y persecución y castigo penal. Pero siendo gravísimos, empalidecen ante lo demostrado por este gobierno en estos días. Con su negativa a imponer el estado de alarma y enviar, como habría sido lógico, masivamente al ejército y otros cuerpos de seguridad a la región para una gran operación de salvamento y ayuda, lo que ha querido el gobierno de Pedro Sánchez es, literalmente, dejar que los muertos se le pudran al gobierno autonómico valenciano entre las manos. Para después echarle la culpa de la monstruosa situación resultante. Ha quedado esto meridianamente claro en declaraciones nauseabundas de la ministra de defensa Margarita Robles y otros miembros de ese gobierno, como también por el órgano paraoficial del gobierno sanchista para tropelías de desinformación que es el diario El País.

No vamos a hablar de la ineptitud de los servicios generales del Estado ni de la incompetencia de todos los amiguetes socialistas de la red de favores que ocupan los cargos directivos en la administración, porque es un hecho que bajo Sánchez y después de la pandemia nada funciona salvo la recaudación y la propaganda.

Y poco comentario merece la impotencia demostrada por el presidente de la Generalidad Valenciana Mazón y otros comportamientos lamentables de su gobierno como la cruel impertinencia de la consejera Nuria Montes en sus órdenes a los familiares de los muertos. Solo demuestran esa terrible mediocridad de los cuadros políticos españoles, provocada por el desprestigio de la política que aleja tanto de la misma a los españoles más preparados y cualificados técnica, cultural y quizás humanamente.

El estado de alarma que era inexcusable desde el primero momento por la gravedad de la tragedia a todas luces nacional, por afectar a varias regiones y porque los efectos de la tragedia tienen un impacto nacional masivo. Pero el gobierno de Sánchez ha querido pasarle los muertos al gobierno del PP aunque haciéndolo multiplicara su número. Y ahí está el crimen. Porque probablemente lleguemos a constatar que muchos de los muertos no son ahogados sino muertos en sus casas aislados o quizás podamos decir «asesinados por el retraso» de un salvamento que en todos los países europeos sin excepción se habría producido antes. Y que fue deliberadamente impedido. Porque este retraso asesino que se está aun dando cuando esto se escribe era evitable con un despliegue inmediato del ejército para abrir las vías de suministro y sacar a la población de sus enteros bajo toneladas de barro, cañas, árboles y cascotes.

Esta inmensa tragedia española se enmarca en un proceso de degradación general bajo una dictadura del saqueo y la mentira que ya rige objetivamente y que pronto ejercerá mayor violencia con la vuelta de tuerca miliciana en RTVE. Esta pasa de ser la maquinaria de propaganda a ser la maquinaria de guerra de un gobierno que, acosado por su corrupción, sus delitos, abusos, ilegalidades y su traición a la nación, ha llegado como Nicolás Maduro a la conclusión de que el poder es el único garante de su impunidad. Si pierden uno, pierden la otra y todos los que han sido guardia pretoriana del aventurero Pedro Sánchez acaban con él sentados en el banquillo. A Sánchez los españoles no le importamos nada, ni vivos ni muertos. Pero ahora Sánchez y su gobierno golpista y corrupto han decidido aguantar, bunkerizarse y morir matando. En la gota fría de Valencia lo acaban de demostrar.

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