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El historiador Fernando García de Cortázar

El historiador Fernando García de CortázarEFE

Fernando García de Cortázar (1942-2022)

Incansable divulgador de la Historia de España

Autor de más de setenta libros de historia y continuador de la línea trazada por el académico Miguel Artola, fue un hombre ligado a la defensa de la libertad y la dignidad humana

El historiador Fernando García de Cortázar

Fernando García de Cortázar y Ruíz de Aguirre

Nació en Bilbao, 4 de septiembre de 1942 y falleció en Madrid, 3 de julio de 2022.

Galardonado con el Premio Nacional de Historia 2008, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Deusto y director de la Fundación Vocento.

Nos ha dejado un maestro, cuando hablamos de alguien que dejó una estela y una escuela de discípulos, entre los cuales me encuentro. Fernando García de Cortázar y Ruiz de Aguirre fue uno de los últimos investigadores de la historia total. Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Deusto y director de la Fundación Vocento, fue Galardonado con el Premio Nacional de Historia 2008, y recibió importantes condecoraciones de nuestro país y de Francia. Autor de más de setenta libros de historia y continuador de la línea trazada por el académico Miguel Artola, fue un hombre ligado a la defensa de la libertad y la dignidad humana. Nació en Bilbao el 4 de septiembre de 1942, en el seno de una familia numerosa, sus once hermanos formaban una red familiar a la que siempre se mantuvo unido, hijos de un indiano chileno y una bilbaína. De sus padres tuvo el amor aquel por Bilbao que miraba al mar y guardaba un aire cosmopolita, pero también la obra de España allende de los mares, que su padre le había sabido inculcar. Viajero consumado, no había ciudad española donde no hubiese estado con alguno de sus hermanos.

En fecha temprana entró en la Compañía de Jesús, recorriendo sus noviciados y casas, terminando sus estudios con las licenciaturas en Filosofía y en Derecho, y el doctorado en Historia Moderna y Contemporánea y en Teología. A través del magisterio de su maestro Miguel Artola, él también se convirtió en otro maestro, pero en la ribera del Nervión, en su querida Universidad de Deusto, paseando por el campus, entre el Arce, regalo de la provincia japonesa y la Sequoia, de la canadiense, allí supo ser más que un investigador que se había iniciado con la historia local y social del País Vasco. En la universidad fue decano de la facultad y director del Colegio Mayor, con sabrosas anécdotas de sus internos.

Sin embargo, el contexto en el que vivíamos nos hizo ver a otro García de Cortázar. Su elegancia bilbaína no pudo esconder su hambre como jesuita de justicia social, libertad y defensa de la dignidad humana. Su voz se alzó de las primeras junto a otros profesores, como el P. Beristaín S.J. en defensa de las víctimas y los amenazados por el terrorismo, como cuando acudía a vigilar exámenes de víctimas amenazadas en hoteles, porque no podían hacer los exámenes a las aulas. Si los etarras podían examinarse en las cárceles, también las víctimas tenían su derecho a examinarse. Su labor como intelectual comprometido le llevó a colaborar y fundar diversos foros de resistencia, como Ermua o El Salvador, donde le acompañamos descubriendo al amigo entrañable y sincero.

Desde entonces sus obras históricas se centraron en la historia global de España, una nación privilegiada por su historia, pero también moderna. En todas sus obras, a partir de entonces, la palabra España formará parte del título. Gran amante de nuestro país exaltará a sus más importantes hijos, con independencia de sus ideas. También hizo lo propio con sus discípulos, siendo uno de los pocos académicos que tiene 'hijos' en gran parte del abanico político, aparte de otros países, como el exótico Japón, donde apadrino el proceso de conversión de nuestro 'hermano' académico, Tetsuro y su mujer.

No obstante, su compromiso social contra el terrorismo y el mundo que lo encubría, le llevó a tener que vivir doce años con escolta, a los que encomendaba en su Misa diaria. Una vida de exilio fuera de su querida Bilbao, de la que estuvo alejado por las amenazas de muerte. Sus éxitos editoriales, verdaderos Best Sellers, raro en un historiador, no le impidieron ser un verdadero movilizador social por la libertad frente al totalitarismo terrorista, o recientemente, la defensa de la dignidad humana frente a la cultura utilitarista de la vida, que venía por una cultura de la muerte.

Su ingente obra escrita tuvo la particularidad de contar con el gran atractivo de la belleza de su narrativa. A Fernando siempre le gusto el mestizaje de la historia con el arte, tema por el que ganaría el premio nacional de Historia 2008, preferentemente con la poesía, siendo un gran lector de la generación del 27, pero buceando en los pensamientos de los grandes vascos del 98. La belleza de la exposición de sus escritos, su prosa elocuente en la defensa de España, también le hizo recalar en sus últimos años en la literatura, siendo autor de varias novelas. Consciente de la necesidad de la divulgación de la historia en la sociedad, para combatir las falsedades que encubrían algunos proyectos políticos, fue auspiciador de las Aulas de cultura vinculadas al Grupo Vocento y colaborador de multitud de fundaciones y asociaciones que desde la sociedad civil defendían la idea unitaria de España.

Su labor académica tampoco opacó su labor de sacerdote jesuita, que queda bajo el silencio del secreto de confesión. Adiós maestro, un hombre brillante, aunque como me respondías con tu gracejo bilbaíno, y que esperabas de un jesuita y de Bilbao.

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