Melitón Cardona (1944-2024)
Un ejemplo preclaro de brillantez intelectual y profesional
Su marcha, para él, sólo tiene un aspecto positivo: no ver la fase actual de deconstrucción nacional que, como gran patriota español, a fuer de balear, le horrorizaba, como el pancatalanismo rampante del que abominaba. Nunca olvidaba la tradicionalmente alta, desproporcionada, presencia de Baleares en nuestros Ejércitos y Carrera diplomática
Son éstas unas líneas que, ciertamente, hubiera preferido no escribir nunca. Aunque mi entrañable amigo y compañero Melitón llevaba ya prácticamente un año con su mente, tan brillante, inesperada y rápidamente apagada, la llamada de Maite, su queridísima y extraordinaria mujer, para anunciarme su muerte me produjo hondísima conmoción y un profundísimo sentimiento de dolor. Fue una conversación emocionante, que no olvidaré nunca.
Melitón Cardona Torres
Diplomárico
Tuvo una larga y relevante carrera en el servicio Exterior en el que fue secretario de embajada en Maputo y en Nouacchott, cónsul en Agadir, en Frankfurt, cónsul general en Düsseldorf, cónsul en 0rán, embajador para la Refirma del Servicio exterior durante el Ministerio de Miguel Ángel Moratinos, cónsul general en Moscú,
inspector general Jefe de Servicios y, finalmente, embajador en Copenhague
Nuestros itinerarios en la Carrera tardaron en encontrarse y nos conocimos relativamente tarde. La profunda amistad surgió enseguida, en base a aficiones comunes, sentido del Servicio compartido, independencia y, porqué no decirlo, esprit de corps, por mucho que ahora, desgraciadamente, se pretenda eliminar. En una Carrera que, en nuestros tiempos, tenía mucho de gran familia en que todos creíamos conocernos, a bastantes les sorprendía nuestra estrecha amistad, pues nos consideraban pertenecientes a ideologías muy distintas. Visión estereotipada que no tenía en cuenta nuestra identidad de criterio sobre todo lo fundamental: el sentido del servicio a España y la necesidad de preservar nuestra función de condicionamientos políticos partidistas.
Melitón ha sido un ejemplo preclaro de brillantez intelectual y profesional, fruto, aparte de sus grandes dotes personales, de una solidísima formación, nada infrecuente en la hoy denigrada España de nuestra adolescencia y juventud: un magnífico bachillerato en el histórico colegio Monte Sión de Palma y luego una extraordinaria Facultad de Derecho en Zaragoza, cuando los Claustros de nuestras Universidades estaban integrados por Catedráticos (no profesores) de altísimo nivel. Así adquirió una formación jurídica que le distinguiría a lo largo de toda su carrera.
A lo largo de ésta, desempeñó muy importantes funciones consulares, cruciales en nuestro oficio, con la competencia técnica y jurídica que le caracterizaban, unidas a una gran humanidad y entrega al servicio. En Dinamarca, como Embajador, llevó a cabo una muy importante Misión, facilitada por su dominio de las lenguas escandinavas, por que, ademas, era también un extraordinario políglota. Si creo que fue Cambon quien dijo que para ser un buen diplomático sólo hay que saber historia, geografía, idiomas y tener buenas maneras, Melitón cumplía todos los requisitos y ademas el de una formación jurídica poco común.
A su inteligencia, cultura y bondad unía gran sentido del humor, independencia de criterio y escrupuloso respeto a las leyes y los reglamentos. Por ello, fue siempre un buen compañero, un jefe paternal y un subordinado no siempre cómodo para la Superioridad: baste recordar un episodio. En una Conferencia de Embajadores en Europa discutió las ocurrencias de la vicepresidente del Gobierno, para horror del Ministro. Al termino de la reunión, la jerarca le preguntó « ¿Usted dónde es Embajador? Melitón contestó: “Hasta esta mañana en Copenhague».
Cansado del deterioro del Servicio y de la ingratitud, por no decir maltrato, de los que tanto le debían adelantó su jubilación, aun a costa de no ascender a Embajador de grado, pero inició y mantuvo unos años extraordinarios de actividad intelectual, social y política, en el mejor sentido de la palabra, impulsando almuerzos y reuniones con un amplio circulo de amigos magistrados, militares, catedráticos, periodistas, empresarios y compañeros de la Carrera, aparte una muy abundante producción de artículos en Prensa e interesantísimos escritos en su blog. Todo hasta que, súbitamente, su cabeza se apagó. Yo no me acostumbro a su ausencia. Me quedaban muchas cosas de que hablar con él, de discutir y debatir. Hablábamos a diario, varias veces muchos días, y nos reuníamos con mucha frecuencia. Todavía no hay día en que no tenga el reflejo de intentar llamarle para comentar algo.
Su marcha, para él, sólo tiene un aspecto positivo: no ver la fase actual de deconstrucción nacional que, como gran patriota español, a fuer de balear, le horrorizaba, como el pancatalanismo rampante del que abominaba. Nunca olvidaba la tradicionalmente alta, desproporcionada, presencia de Baleares en nuestros Ejércitos y Carrera diplomática.
Maite, sus hijas y nietos y su extraordinaria suegra, Elena, pueden, en la medida de lo posible, hallar consuelo en las hermosas palabras del general Dávila, en su blog dedicado al Embajador Cardona: «Melitón no fue ni se fue. Es y será el amigo más allá de otra cosa, es el fruto de la semilla que brotó después de un duro arar por la tierra llevando el nombre de España allá donde caía.»
Y la princesa Elizabeth Bibescu (nacida Asquith), en su novela de 1940, The Romantic, que dedica a José Antonio Primo de Rivera, dice «….Those we love die for us only when we die.»
- Juan M. de Barandica es embajador de España