Si no te defiendes, el matón te come
Putin sabe que Occidente ha iniciado una dulce espiral de decadencia, que no peleará por sus valores, y por eso ha entrado hasta la cocina
Nuestro actual presidente del Gobierno es un individuo que en octubre de 2014, siendo ya líder del PSOE, declaró en una entrevista que sobraba el Ministerio de Defensa. Ese el nivel. Normal el ninguneo constante al que lo somete Estados Unidos.
Sánchez gobierna coaligado con un partido comunista, populista y de ribetes tardo adolescentes. Sus dirigentes no se ocupan de los problemas de los adultos y sus desvelos se centran en fruslerías de su catecismo ideológico. La lucha contra el terrorismo yihadista, la política de defensa, la importantísima alianza con Washington, la crecida de la alternativa dictatorial que encarnan China y Rusia… Nada de eso preocupa a nuestro Ejecutivo, que vive obsesionado con debates bizantinos sobre la identidad sexual, la corrección política, victimizar a las minorías y una nueva y enfática religión verde (que dispara nuestro recibo de la luz mientras China, India y Rusia manchan a caño abierto).
Nuestra izquierda campa silbando por las montañas de Heidi e ignora aquella máxima tan simple y clarividente que se escuchaba en una película del gran Clint Eastwood: «En el mundo hay lobos y corderos. Y alguien tiene que defender a los corderos de los lobos».
¿Y quién se encargaba desde diciembre de 1941 de defender a los corderos europeos frente a las amenazas totalitarias? Estados Unidos, porque es más cómodo alquilarles nuestra seguridad y seguir a lo nuestro (ser un grato parque temático). Pero la Roma americana ha iniciado su decadencia. Ya no dispone de chequera para ejercer de policía mundial, pues es un país con una deuda inabarcable (buena parte de ella con tenedores chinos, por cierto). Así que el poli bueno se ha dado de baja. Todo empezó con la atolondrada retirada de Irak ordenada por Obama, el Zapatero de Chicago. El pusilánime Barack tampoco quiso saber nada de la crisis Siria. Aquel hueco lo ocupó Putin, que ha explicado claramente «que aquello supuso un ejercicio muy valioso de cara a dar experiencia en acción a nuestras tropas». Con Biden llegó la guinda: la atropellada retirada de Kabul. La primera potencia del mundo y la OTAN se mostraban ante el mundo derrotadas por los talibanes, una banda de integristas de ideología medieval financiados por la venta de opio.
Putin veía y anotaba. Sabe que a efectos de defensa los mandatarios de la UE tienen la misma fuerza práctica que el Dalai Lama. Al final jamás moverán un dedo, pues sus opiniones públicas ya no soportarían ver a «nuestros chicos y chicas» muriendo por una cuita extranjera. Por eso Vladimir se ha tomado a coña al altivo fantoche Macron durante las negociaciones prebélicas, cuando la invasión ya era más que evidente (algún día hablaremos de todos los gurús que se han pasado estas semanas vaticinando que Putin jamás daría el paso final, cuando desde junio tenía más de cien mil hombres apostados en las fronteras ucranianas).
Putin anotaba. El abuelete Joe no está para muchos trotes. Y su segunda, aquella Kamala que enamoraba al «progresismo» global español, se ha rebelado como una incompetente de perfil bajo (véase su flojísima gestión en la frontera mexicana). La OTAN ha acabado convertida en un club social, que de vez en cuando organiza unas maniobras. No está dispuesta a poner botas sobre el barro de una guerra de verdad. Putin lo sabía y tiró hacia adelante.
Rufían y los podemitas se muestran equidistantes (Putin no ha estado bien, pero el «imperialista» Washington también es muuuy malo, casi peor). La troupe del «No a la guerra» enmudeció en los Goya de este año (y honra a Bardem su gesto, aunque tardío, de protestar ante la embajada rusa en defensa de la libertad). Vox finalmente ha condenado a Putin, lo cual resulta encomiable, pero tras cierto debate interno, porque había quien no lo tenía claro. Existen intelectuales españoles que incluso simpatizan abiertamente con Putin, un mandatario cuyos opositores tienen la curiosa costumbre de morir asesinados, que dirige una oligarquía extractiva que lo ha convertido en uno de los hombres más ricos del mundo, que reprime las libertades que aquí consideramos básicas, que explota el nacionalismo más rancio para tratar de unir a su nación entorno a su figura y mantener el puesto dictatorial que ocupa desde hace 23 años.
Putin nos ha calado. Sabe que hemos empezado a despreciar la democracia liberal, que es imperfecta, pero que nos otorga unos derechos y libertades únicos en el mundo. Putin sabe que no moveremos un dedo por preservar nuestro modo de vida en un campo de batalla. Antes fue Crimea. Hoy es Ucrania. Mañana será Taiwán, pues China también observa y anota. Pero háblenle a la opinión pública española y a nuestra izquierda de la importancia de la defensa. Aquí estamos en cosas mucho más serias, la parada de carrozas de Chueca, el 8-M, el lenguaje inclusivo y reinventar el resultado de una Guerra Civil de hace ochenta años.